Mark Tobey, pintar con el ánimo

La Collezione Peggy Guggenheim le dedica una amplia retrospectiva

Venecia,
Mark Tobey en su estudio, 1949. Cortesía de Arthur Lyon Dahl. Fotografía: Larry Novak
Mark Tobey en su estudio, 1949. Cortesía de Arthur Lyon Dahl. Fotografía: Larry Novak

El año pasado se cumplieron cuatro décadas del fallecimiento en Basilea de Mark Tobey, artista que vinculamos al Expresionismo abstracto americano, prácticamente el estilo nacional de la pintura estadounidense tras la II Guerra Mundial, pero que, por su vocación cosmopolita, mantuvo un interés constante por el arte y la cultura en otros continentes y trató de hacer presentes algunos de sus rasgos en sus pinturas. Tal es la dificultad de etiquetar su trabajo que Tapié lo consideró máximo representante del Informalismo junto a Wols.

No recibió mayor formación plástica que su asistencia, muy puntual, a clases de acuarela y óleo en el Art Institute de Chicago mientras estudiaba el bachillerato, pero esos estudios breves no se debieron a la falta de interés sino a la necesidad: al fallecer su padre tuvo que comenzar a trabajar como diseñador industrial, en esta misma ciudad. Un par de años más tarde, en 1911, se trasladaría a Nueva York, donde colaboró como ilustrador en publicaciones del prestigio de Vogue y New York Times hasta hacerse un nombre y conseguir exponer por primera vez, en 1917, en la galería M. Knoedler & C.

Aquella devoción por lo internacional no era solo cultural: tras la I Guerra Mundial, justo en 1918, Tobey decidió convertirse a la fe Baha’i de origen persa, un credo que abogaba por la unidad de todas las religiones y la fraternidad universal y que a él le serviría para ahondar en el rol de lo espiritual en el arte, uno de sus puntos focales de interés. De hecho, cuarenta años después, en 1958, seguía pensando el artista que la primera preparación para su trabajo era velar por su estado de ánimo y que la paz interior era el estado ideal para pintar.

Tobey entendía que la primera preparación para su trabajo era velar por su estado de ánimo y que la paz interior era el estado ideal para pintar

Mark Tobey. Campo selvático, 1959. MoMA
Mark Tobey. Campo selvático, 1959. MoMA

En 1922 se instalaría en Seattle, donde impartió clases en la Cornish School y comenzó a interesarse por la caligrafía oriental, una influencia decisiva en su pintura. Desde 1925, año en que visitó París, decidió viajar por todo el mundo, y recaló en Oriente Próximo, Inglaterra, México y diversos países de Asia (sabemos que durante un mes en 1934 permaneció en un monasterio budista zen próximo a Kioto y aquella experiencia tuvo mucho que ver con su posterior empleo de la técnica del white writing, por la que aplicaba pinceladas de reminiscencias caligráficas a un fondo coloreado).

Aquellas caligrafías, representaciones únicas en su género a medio camino entre lo figurativo y lo abstracto, lo oriental y lo occidental, destacan por su cariz lírico y evocador y no podrían comprenderse sin sus viajes y su fe.

Aunque su obra se expuso al principio sobre todo en Estados Unidos y allí recibió la atención y las buenas opiniones de la crítica, el verdadero éxito de Tobey se lo dio Europa: en 1958 recibió el Premio Internacional de Pintura de la Biennale de Venecia, y al año siguiente, durante su participación en la Documenta II de Kassel, conoció a Ernst Beyeler. El coleccionista le convenció para vivir en Basilea, donde el artista se instaló en 1960 y pasó los últimos años de su vida.

También Europa le dedica ahora su mayor antología en las últimas dos décadas: en la Collezione Peggy Guggenheim podemos contemplar hasta septiembre setenta pinturas fechadas entre las décadas de los veinte y los setenta, un rastreo a su evolución y a las contribuciones (quizá insuficientemente reconocidas) de Tobey a la abstracción y a la pintura moderna estadounidenses.

Mark Tobey. Lumber Barons, 1957. The Menil Collection, Houston
Mark Tobey. Lumber Barons, 1957. The Menil Collection, Houston

Podemos considerarlo un pionero, porque sus filigranas y ritmos ópticos implicaban una concepción del lienzo como escenario y lugar de acción previa a que la Escuela de Nueva York desarrollara su pintura gestual. De aquella corriente le separaron, no obstante, su gusto por los pequeños formatos y por trasladar a las obras sus giros mentales y no sus movimientos corporales. A la galerista Marian Willard le explicó en 1947 que la ejecución y la idea son simultáneas, no simplemente acción. La idea se revela a la vez que el pincel se desplaza por la superficie.

A diferencia de sus contemporáneos, el pintor de Centerville supo evitar deudas estilísticas concretas con el cubismo, haciendo uso de elementos formales cosmopolitas matizados por un lenguaje estrictamente personal.

 

“Mark Tobey. Luce filante”

COLLEZIONE PEGGY GUGGENHEIM

704 Dorsoduro

30123 Venecia

Del 6 de mayo al 10 de septiembre de 2017

 

 

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