Como cada ganador del Premio Tomás Francisco Prieto de Medallística (él lo recibió en 2016), Mitsuo Miura expone en el Museo Casa de la Moneda. La muestra que este centro le dedica hasta marzo, comisariada por Óscar Alonso Molina, se ha planteado como una retrospectiva de cinco décadas de trabajo guiado por parámetros, sobre todo, personales: en sus paisajes abstractos, a veces instalativos, ha recogido influencias de la tradición japonesa y de la europea –reside en nuestro país desde 1966– desde enfoques exquisitos y cercanos al lenguaje minimalista.
Aunque recoge obras en formatos diversos, la muestra, titulada “Memorias imaginadas” y planteada como homenaje a la coherencia con que Miura ha trabajado en este último medio siglo, presta una especial atención a su producción gráfica: como director de la Galería Gingko y de la editorial del mismo nombre durante la década de los noventa, desarrolló una importante labor en la renovación del grabado en nuestro país: de sus lenguajes creativos, sus modos de producción y comercialización. Precisamente por su afán por la experimentación y por los nuevos aires que trajo a España, se vincula su trabajo con otros artistas que llegaron a España en épocas cercanas y que contribuyeron a un cambio de aires y una apertura de miras, como los austriacos Eva Lootz y Adolfo Schlosser.
Su trabajo resulta difícilmente clasificable, pero, en unos y otros formatos, podemos hablar de paisajes: primero naturalezas y más tarde escenas urbanas interpretadas en clave abstracta y trabajadas desde la originalidad y la exquisitez en composiciones y colores.
El título de la muestra tiene que ver con la consideración de Miura de que no existe separación posible entre su vida y su obra y de que una y otra hubieran sido muy diferentes de no retroalimentarse. Entiende que su producción hubiera sido otra de haber observado –desde el sosiego y la lentitud– otras circunstancias y otros lugares, de ser otros sus recuerdos y sus experiencias más personales. Esas memorias y evocaciones las traslada el artista a formas depuradas, armoniosas entre ellas, sencillas porque no podría entender la representación de la plenitud de otra manera.
Plenitud porque el lema, vital y artístico, de Miura es Qué vida tan maravillosa y su obra forma parte de esa celebración de los días y los placeres cotidianos. No duda en confesar que cada una de las piezas expuestas en la Casa de la Moneda es una representación de momentos felices, de vivencias gozosas que solo pueden derivar en tonalidades suaves, en la ausencia de aristas.
Como en el conjunto de sus exposiciones, en esta ocasión también la obra de Mitsuo y sus materiales establecen una relación de diálogo con el espacio donde se muestran, a la vez que contienen referencias implícitas a elementos naturales que el artista estiliza y simplifica a su mínima expresión, a su esencia, conforme a un recorrido de cariz minimalista.
La muestra abierta ahora en la Casa de la Moneda comparte, además, título con una de las intervenciones más celebradas de Miura: la que hace unos años presentó en el Palacio de Cristal, organizada por el Museo Reina Sofía, y con un proyecto previo a este que en 2011 pudo verse en Evelyn Botella. Aquella propuesta del Retiro, también basada en la geometría y los colores puros, partía de lo pictórico para aproximarse a la instalación a través de círculos que se nos presentaban suspendidos de la cubierta o dispuestos en el suelo: pinturas en el espacio. Esos círculos se completaban con franjas de color situadas de manera intermitente en el zócalo del interior del Palacio.
En ambas presentaciones, el modo de hacer de Miura nace de la memoria y busca reactivar espacios de posibilidad, áreas imaginarias aptas para una vida incierta que solo puede desarrollarse del todo mentalmente. A ello apela al espectador. De este modo, sus juegos visuales no abonan el terreno de lo explícito sino que apuntan hacia lo sugerido y lo íntimo. Quizá por ello no trabaja con ordenador; sus procesos se acercan a lo artesanal.
“Mitsuo Miura. Memorias imaginadas (1967-2012”
c/ Doctor Esquerdo, 36
Madrid
Del 21 de diciembre de 2017 al 18 de marzo de 2018
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