El origen de la música: sonidos y emociones de ayer

03/05/2018

Reproducción de la churinga hallada en la cueva de La Roche, Francia. Europeana Collections
Reproducción de la churinga hallada en la cueva de La Roche, Francia. Europeana Collections

Hasta el próximo domingo, 6 de mayo, podemos visitar en CaixaForum Barcelona –y desde el 9 de junio y hasta septiembre podremos hacerlo en CaixaForum Madrid– la muestra “Música en la Antigüedad”, que nos propone adentrarnos en las prácticas musicales de las antiguas civilizaciones de Oriente, Egipto, Grecia y Roma a partir de piezas cedidas por el Museo del Louvre.

Como complemento a la exposición, vamos a repasar lo que hoy sabemos de los orígenes de la música y de su cultivo en la prehistoria y las primeras civilizaciones, teniendo en cuenta que la mayor parte de los estudios en este campo surgieron en el siglo XIX a raíz de las excavaciones arqueológicas emprendidas bajo el signo del romanticismo o el neoclasicismo.

Nuestro conocimiento de la música en la prehistoria deriva de restos, fuentes iconográficas y pinturas rupestres. Entonces no se manejaba el concepto de música como tal, al no distinguirse la comunicación verbal de la no verbal, y los primeros objetos resonantes fueron las piedras percutidas, pero también el propio cuerpo al golpearse contra el suelo y contra sí mismo. La danza también formaba parte de su comunicación y sus rituales y no existía una separación consciente de esta respecto a la música y el canto. Estos nacieron, seguramente, cuando los hombres y mujeres prehistóricos tomaron conciencia de la muerte, al buscar perdurabilidad a través de piezas que pudieran aprenderse y repetirse.

Uno de los primeros objetos sonoros hallados entre los restos del Paleolítico fue la churinga o bullroarer: se trata de una placa en forma de rombo elaborada con materiales diversos (madera, metal, hueso o pizarra) que al agitarse en el aire producía un sonido penetrante. Se ha llegado a asociar a rituales para propiciar la caza. En el Paleolítico también se producían sonidos entrechocando piedras o golpeando estas, u otros objetos, contra el suelo.

Sería seguramente habitual el uso de elementos con cavidad resonante, como restos de cráneos. Ivan Junk descubrió, en 1996 en Eslovenia, una flauta de hueso de 50.000 años de antigüedad con dos orificios, aunque también hay quien piensa que este objeto no es realmente una flauta y que la presencia de orificios es casual. También en la cueva francesa de Trois Frères se halló un arco para cazar que pudo emplearse como instrumento sonoro en el marco de un rito; hay que recordar que el arco es la base de muchos instrumentos musicales. También pudieron servirse del sonido de palmas al agitarse o del de palos de madera al golpearse como claves.

MESOPOTAMIA Y LOS ESTRIBILLOS

Junto con egipcios y hebreos, se cree que el pueblo mesopotámico nos ha aportado los fundamentos de la música y que los griegos (cuyas figuras más cultas se formaron en escuelas egipcias) nos han legado su sistematización y su consideración ética y estética.

Como en Egipto, en Mesopotamia se valoraron los instrumentos musicales como objetos artísticos y de comunicación con la divinidad y se asoció el canto a los rituales religiosos: eran la base de los salmos. Musicalmente, utilizaron ya estructuras que se repetían, semejantes a primitivos estribillos.

La civilización sumeria nos legó una fina cultura instrumental y los cantos recitados ligados al rito religioso. Se han encontrado fragmentos de lamentaciones y posibles melodías en tablillas cuneiformes, pero, para variar, se discute su validez al no existir entonces la escritura musical ni el concepto de melodía como tal.

De la misma fecha aproximada que el estandarte de Ur (3.000 a.C) datan instrumentos cordófonos hallados también allí, una especie de arpas o liras decoradas, con base en una caja de resonancia. Contienen fragmentos ornamentados con motivos animales y se desconoce su número de cuerdas.

Lira de Ur, hacia 2400 a.C.
Reproducción de una de las liras de Ur. Museo de Bagdad

Respecto a Babilonia, las fuentes literarias, no estrictamente fidedignas, enumeran diversos instrumentos semejantes a la bocina, la flauta, el tamboril, el arpa, el salterio o la zampoña.

Los sumerios nos legaron la estandarización del uso de la música en ritos; es posible que en el canto se acompañaran de instrumentos. Lo que sí sabemos es que en Mesopotamia se asociaron los números a los sonidos y los astros, quizá en relación con la música de las esferas.

Los asirios, por su parte, nos dejaron la noción de séquito musical y la asociación de la figura del músico a un determinado status social: estaban ligados a un señor o rey y quedaban exentos de batallas. Consideraban la música un arte divino y en algunos de sus relieves aparecen músicos tañendo arpas con una especie de púa. En otros aparecen instrumentos membranófonos parecidos a panderetas o cítaras, idiófonos (semejantes a platillos) e incluso, en un relieve hitita, una especie de laúd con una pequeña caja de resonancia y una flauta doble que en Grecia se llamaría aulos y se asociaría al culto dionisiaco.

EGIPTO Y LOS NÚMEROS

Sistro metálico egipcio. Museo Egipcio, Berlín
Sistro metálico egipcio. Museo Egipcio, Berlín

A los antiguos egipcios les debemos la numerología aplicada a la música y una visión cosmológica de este arte, según la cual los astros producen el sonido, una idea desarrollada después por el platonismo. También la quironomía (la gestualidad de las manos acompañando cantos y danzas).

En las pinturas de los Imperios Antiguo y Medio aparecen representaciones de arpas simples y, en composiciones posteriores, instrumentos menos rudos que podían acompañar escenas de caza, a la que se asociaría la música seguramente en un contexto popular.

Se ha deducido la existencia de himnos dedicados a Isis, diosa de la fertilidad. Esos cantos se transmitirían oralmente, al no existir escritura musical como tal.

Ya en el Imperio Nuevo se produjo un cambio en la emocionalidad y la gestualidad de la música. Las pinturas introducen figuras con movimientos de baile, se representan más instrumentos musicales y algunos están siendo tocados.

Tres eran los instrumentos fundamentales en Egipto: arpas más desarrolladas que en Mesopotamia, asociadas a sacerdotes que las tañían conforme a un aprendizaje previo (se mantenía el status del músico mesopotámico); el sistro, que quizá proceda de otro tipo de sacudidores o idiófonos usados en Mesopotamia, y un tipo de laúd: un cordófono alargado empleado por influencia de sirios e hititas.

El sistro pudo tener, además, un empleo ritual y utilizarse para ahuyentar males y propiciar la fecundidad, por su sonoridad fuerte. Era semejante a una trompeta recta metálica y se encontraron dos en la tumba de Tutankhamon.

La mayoría de las mujeres que tocan laudes en las pinturas egipcias aparecen desnudas, sin embargo, las arpistas no, probablemente por su mayor jerarquía. La lira se introdujo en Egipto hacia el 1200 a.C, a través de los hebreos, de los que ahora hablaremos. Sus cajas de resonancia eran de madera y estaban muy decoradas.

Escena de banquete en la tumba de Nakht, Sheik Abd el Qurn, hacia 1350 a.C.
Escena de banquete en la tumba de Nakht, Sheik Abd el Qurn, hacia 1350 a.C.

LOS CANTOS HEBREOS

Los hebreos nos dieron la base del canto de los salmos a través de su recitación cantilada. Encontramos numerosas referencias de ello en los textos bíblicos (Génesis, Reyes y Crónicas), aunque haya que tomarlas con prudencia.

El Génesis cita a Jubal, descendiente de Caín, como padre de quienes tocan el arpa y la flauta, y también menciona el kinnor, un tipo de lira; el ugab, una flauta vertical, y el shofar, una trompeta compuesta por cuernos de sonoridad grave.

Existió un importante sincretismo cultural entre el mundo hebreo y el griego a raíz de la salmodia, que probablemente se interpretase como una recitación pausada y silábica intentando repetir una entonación en diferentes versos, creando criterios de repetición. Probablemente también se acompañaran con instrumentos.

Los salmos son textos de carácter religioso y en verso que seguramente eran cantados por sacerdotes solistas respondidos por la comunidad. Esta forma de canto se llama responsorial, en contraposición al estilo antifonal, en el que dos coros se responden alternando versos. Estas estructuras se repiten en el gregoriano.

Al hebreo rey David se lo relaciona en los grabados medievales con la armonía musical, estableciendo paralelismos entre el monarca, la figura del buen gobernante y Orfeo. Se le muestra con un arpa pequeña o con una lira.

GRECIA, LA MÚSICA Y LA BUENA SOCIEDAD

Según las fuentes, la música se ligaba en la civilización griega a la filosofía y el pensamiento, no al arte como tal; entendiéndose como ingrediente necesario para el buen desarrollo social.

Se consideraban parte de ella la danza, la recitación y el teatro y se referían a la expresión de un sonido a través de un instrumento aludiendo al melos (término que fue origen de nuestra melodía).

La confrontación mitológica entre Apolo y Dionisio tuvo entonces su correspondencia instrumental: el primero se asociaba al orden (ethos) y a la lira; el segundo, a la perdición (pathos), las pasiones y lo incontrolable y a la flauta (aulos).

Se creía que la lira fue diseñada por Hermes, hermano de Apolo, con cuerpos y un caparazón de tortuga. La inicial tenía siete cuerdas y, como el propio Apolo, se vinculaba a la música recta y ordenada, a la belleza.

En los relieves y en las cerámicas rojas y negras se representaron muchos instrumentos que después inspirarían algunas pinturas renacentistas. Se conserva un relieve del duelo entre Apolo y Marsias por ver qué instrumento sonaba mejor: lira o aulos. Atenea arrojó este último porque deformaba la cara al soplarlo y venció el ethos, también por un trasunto práctico: un aerófono es más difícil de afinar que un instrumento de cuerda.

George de Forest Brush. Orfeo, 1890. Museum of Fine Arts Boston
George de Forest Brush. Orfeo, 1890. Museum of Fine Arts Boston

Orfeo también se representaba frecuentemente con una lira, o bien con cítara o cordófonos: en el Renacimiento se le mostraba con laúd.

Esos relieves y cerámicas nos permiten deducir que la lira acompañaba al canto en manifestaciones populares, y la cítara, con más empaque y número de cuerdas, en actos públicos con recitado y teatro.

Los instrumentos de viento, en general, solían asociarse a Dionisio. El aulos constaba de dos tubos tañidos en las representaciones por un fauno o por Baco, llevado estos a veces una cinta en la cabeza para sujetarlo. Se cree que sonaría penetrante, como el oboe actual.

Los danzantes también tocarían crótalos de madera (Isadora Duncan se basó en algunas de estas figuras de la Antigüedad en sus danzas).

En cuanto a las fuentes literarias, la Ilíada y la Odisea incorporan muchas alusiones sonoras. En teatro, la tragedia no se concebía sin música, siendo este el antecedente más lejano de la ópera. Había incluso coros que subrayaban, enfatizaban o comentaban lo dicho por los actores. Eurípides detalla la presencia en sus obras de ciertos instrumentos musicales; los momentos de mayor expresividad se acompañaban de un aulos y los solos de un cantante con lira. También incorporaban las tragedias máscaras y fragmentos danzados. Los coros, por su lado, intervenían en los momentos de éxtasis y en la conclusión, fase álgida de la trama, como en las óperas posteriores.

Pitágoras teorizó sobre la música de las esferas y la armonía sonora, por influencia hebrea, y Platón sumó a la idea de lo bello como lo armónico el concepto de ethos: en Leyes o en Timeo habló de la influencia de la música en el comportamiento de las personas.

Esa noción de ethos supone, en realidad, la consolidación de la etapa clásica; se establecieron escalas o modos (nomoi) que producirían cada uno un efecto distinto en el ciudadano. Aristóteles revitalizaría esas normas para dar mayor espacio a la pasión, mayor libertad en los ritmos.

En las fuentes musicales conservadas, los acentos se representan como signos jeroglíficos e indicaban si la melodía subía o descendía; estos signos influyeron en la primera notación gregoriana y probablemente reflejaran movimientos quironímicos.

En el epitafio de Sikilos, hallado en una estela funeraria en piedra del s I. d.C, se encontró inscrita una composición musical traducida así: Mientras vivas, brilla/ no sufras por nada en absoluto. / La vida dura poco / y el tiempo exige su tributo. Melodía y texto componen un todo equilibrado y se han hecho diversas reconstrucciones de cómo sonaría (abajo enlazamos una) como monodia acompañada de lira.

PRAGMÁTICA ROMA

La música tuvo en Roma un sentido heráldico y militar. En los mosaicos y relieves romanos, el aulos griego se convierte en tibia; por influencia egipcia empleaban trompetas rectas, se mantuvieron otros instrumentos griegos y se crearon algunos, como el órgano hidraulos y trompetas curvas.

Donde sí se mantuvo el sentido lúdico de la música fue en el teatro.

 

 

 

 

 

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