El rebobinador

Francesco Hayez, un italiano vero

Francesco Hayez. Vaso de flores en un harén, 1881
Francesco Hayez. Vaso de flores en un harén, 1881

A sabiendas de que estamos simplificando, podríamos equiparar las figuras de Verdi y Francesco Hayez: ambos nacieron cuando Italia no era tal, sino una expresión geográfica formada por diversos estados, algunos dominados por potencias extranjeras (lo que explica la variedad de su arte) y conocieron la época de Il Risorgimiento y su fervor nacionalista exaltado. En aquel contexto, los artistas tuvieron un papel importante en la búsqueda de una identidad colectiva y Verdi y Hayez, desde la música y desde la pintura, desarrollaron personalidades con muchos puntos en común y trayectorias paralelas, tratando temas comunes.

Los dos procedían, además, del norte de Italia: el pintor nació en Venecia en 1791 y murió en Milán en 1882, así que en su larga vida conoció los inicios del romanticismo y alcanzó a conocer la irrupción de las vanguardias. Aunque se formó en Roma con Canova, trabajó fundamentalmente en Milán y precozmente abordó problemas fundamentales para los creadores decimonónicos. Fue profesor de Bellas Artes en la Pinacoteca Brera, que era también Academia, e irradió su influencia a través de la enseñanza.

Vamos a repasar su producción a través de una docena de obras fundamentales:

Francesco Hayez. Laocoonte, 1812
Francesco Hayez. Laocoonte, 1812
Francesco Hayez. Amores de Rinaldo y Armida, 1812-1813
Francesco Hayez. Amores de Rinaldo y Armida, 1812-1813

Laocoonte, 1812. Supone la trasposición a la pintura del emblema escultórico, el monumento helenístico que, a partir de los ensayos de Lessing, ha sido punto de partida para reflexionar sobre la vigencia de la tradición clásica en la época contemporánea. La escena es terrible: una serpiente engulle a Laocoonte y sus hijos, que advierten del caballo que han dejado los griegos en Troya.

Esta obra remite a Canova, maestro de Hayez, y a los ultraclásicos franceses, por su refinamiento y luminosidad, pero su huella cromática lo diferencia de aquellos.

Amores de Rinaldo y Armida, 1812-1813. Esta obra reivindica el mundo legendario medieval de Ariosto o Tasso y sitúa la escena en un paisaje frondoso, arcádico. Armida muestra un sensual y refinado desnudo, con un tono de color más cálido que el conjunto, aproximándose a Rinaldo en un beso o abrazo. Sabemos que Hayez mantuvo contacto con Ingres, que se encontraba en Italia en aquellas fechas, y en obras como esta podemos apreciar cierta influencia del francés.

 

Francesco Hayez. Retrato de Antonieta Vittali, 1823
Francesco Hayez. Retrato de Antonieta Vittali, 1823

Retrato de Antonieta Vittali, 1823. También como Ingres, Hayez alternó todos los géneros dominantes en la pintura del siglo XIX, fue un gran retratista de la mujer y abordó la figura femenina desde todos los puntos de vista. Aquí subraya la psicología del personaje y no nos presenta simplemente una imagen frontal, porque la gira. Sus preocupaciones son menos conceptuales que las del francés, pero aprovecha el cuerpo y el vestuario para romper la frontalidad estática.

Último beso de Romeo y Julieta, 1823. Aquí Hayez reivindica a William Shakespeare. En aquella fecha comenzaba a exponer Delacroix y poco después, en 1830, podemos decir que se produjo el gran estruendo del romanticismo.

Shakespeare fue reivindicado ya en el siglo XVIII, en el Reino Unido, pero se le valora sobre todo en el XIX, siendo Romeo y Julieta su tragedia más romántica. Hayez captó el momento en que Romeo abandona una mañana el lecho de su amada para descender por la escala y ellos se dan un beso de despedida.

La habitación de Julieta presenta rasgos medievales, y en su representación Hayez se relaciona con los nazarenos, que desde principios de siglo trabajaban en Roma.

 

Francesco Hayez. Último beso de Romeo y Julieta, 1823
Francesco Hayez. Último beso de Romeo y Julieta, 1823
Francesco Hayez. Magdalena penitente, 1825
Francesco Hayez. Magdalena penitente, 1825

Magdalena penitente, 1825. Este tema ya estaba presente en el marco del erotismo barroco de la Contrarreforma (las escenas antes consideradas cruentas tienen ahora un formidable y patente trasfondo sensual). Cuerpo y alma divergen y el desnudo que debía resultar hermoso se nos presenta aquí provocativo, rompiendo con el erotismo adolescente de los ultraclásicos. Se trata de una escena explícitamente sexualizada.

La Magdalena es vista de perfil y desde arriba, una visión insólita; se abren nuevas posibilidades en la presentación del desnudo. Magdalena gira la cabeza y mira hacia lo alto mientras el resto de su cuerpo apela directamente a lo terrenal. Esta divergencia cuerpo-espíritu será esencial en el arte contemporáneo.

En otra versión del mismo tema, datada el mismo año, Magdalena aparece frontal, junto a una calavera realista con reflejos luminosos. Su cuerpo es de un erotismo fulgurante, pues recibe un violento haz de luz que nos permite repasar todos sus detalles.

El descuidado paisaje de fondo parece un telón teatral; su naturalismo es impactante. Hayez ofrece una visión extravagante, entre albina y europea, del Próximo Oriente.

Francesco Hayez. Venus con dos palomas, 1830
Francesco Hayez. Venus con dos palomas, 1830

La enferma (Carolina Zucchi), 1825. Es una imagen dominada por la melancolía, una de las obsesiones de Hayez. La mujer parece ausente, sumida en el sentimentalismo, en una ensoñación triste, apoyando el rostro sobre la mano.

No solo era la melancolía una obsesión de este autor, sino una de las emociones más estudiadas en el siglo XIX. En un momento de glorificación de los artistas, se exalta su temperamento saturnal (recordad que Saturno es el dios de la melancolía, típica de pensadores y filósofos, y el arte se hace también intelectual y conceptual, de ahí su prestigio).

Venus con dos palomas, 1830. Sabemos que su modelo fue Carlotta Chabert. Esta pintura remite a Ingres, pero al francés le interesaba del desnudo el juego de curvas que permitía diseñar en primer plano una especie de figura tridimensional reductible a una dimensión, y esto no le interesa a Hayez, que plantea un desnudo femenino en tres cuartos y de espaldas, lo que nos permite apreciar toda la espalda de la modelo y un pecho de perfil. Su cabeza también está girada.

Se trata de un desnudo muy moderno, que no espiritualiza o sublima la sexualidad. Se adelanta a Courbet por su explicitud hiperrealista. Las palomas son elementos de refinamiento y símbolo de inocencia en una obra tan sexualizada como esta. Los pies de la modelo están metidos en el agua con sutileza y perfección ingresca en su transparencia; parece a punto de bañarse.

Ruth, 1835. Esta viuda joven ha sido muchas veces objeto de inspiración literaria. Su erotismo muy marcado se descubre de forma no sublimada, sino directa. La visión de Hayez es precisa, material, punzante en el desnudo y la mirada melancólica, relacionada con el paisaje.

Francesco Hayez. Ruth, 1835
Francesco Hayez. Ruth, 1835

 

Francesco Hayez. Acusación secreta, 1847-1848
Francesco Hayez. Acusación secreta, 1847-1848

Acusación secreta, 1847-1848. Una mujer con aspecto de tribulación porta unos escritos, sobre el fondo de un paisaje veneciano, para depositarlos en un buzón destinado a denuncias anónimas. A partir de la anécdota histórica de esa costumbre veneciana, Hayez elabora un melodrama: una joven airada se dispone a denunciar a alguien, seguramente por despecho amoroso.

La imagen romántica y muy erotizada nos hace pensar en ese despecho, nos obliga a imaginarlo. Obras como esta se vinculan con la literatura italiana de entonces y con Stendhal, con la literatura de mujeres que viven pasiones desenfrenadas por las que pueden hacer matar.

Retrato de Antonietta Negroni Morosini, 1858. A mediados del siglo XIX aumenta la realización de retratos infantiles (hay que recordar a Runge o a Gericault). Aparecieron profusamente en el siglo XVIII, a raíz, en parte, de la visión incontaminada de la infancia por parte de Rousseau. Los románticos reintroducen el alma, el mundo interior y también la maldad de la infancia, no cambiando su aspecto, sino dándole fuerza a través de la mirada. Esta es una obra aparentemente convencional con escenografía floral, pero la niña llama la atención por su gracejo y elocuencia psicológica. Además, descubre sus hombros con un toque de extraño erotismo.

Francesco Hayez. Retrato de Antonietta Negroni Morosini, 1858
Francesco Hayez. Retrato de Antonietta Negroni Morosini, 1858

El beso, 1859. Esta escena ha tenido destacada importancia en el cine (acordaos de Senso de Visconti). El beso escapaba, a mediados del siglo XIX, a lo admisible por las costumbres, y en realidad así ha sido hasta hace no demasiado tiempo. Además, Hayez envuelve la escena en una atmósfera medieval, novelesca, de ahí su fuerza como imagen.

Francesco Hayez. El beso, 1859
Francesco Hayez. El beso, 1859

 

 

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