El rebobinador

Gustave Courbet: picar piedra y vengarse del Salon

Gustave Courbet nació un 10 de junio, el de 1819, en Ornans, pueblo que ronda (y rondó) los 4.000 habitantes, para siempre asociado gracias a él a un entierro. Hijo de un terrateniente enriquecido, se formó en Derecho en París antes de virar su rumbo hacia las artes, al calor de la contemplación de las colecciones del Louvre y de sus lazos con la bohemia de la capital francesa. Mostró gran interés por las clases desfavorecidas y, más allá de sus paisajes -acudió a menudo a Barbizon para inspirarse, aunque no formara parte de su Escuela-, ha pasado a los manuales de Historia del Arte como pintor realista atento a la vida cotidiana de los trabajadores.

Su autorretrato como Le Désespéré (1843), en el que se pintó con los brazos en alto, muestra a un espléndido dibujante, pues él como tantos de sus contemporáneos se educó en el clasicismo. Defendía Courbet que la pintura era un arte concreto que debía representar lo existente y tangible; desarrolló una gran perfección técnica y dominó, como decíamos, tanto el dibujo como la espátula, con la que aplicaba el color alternando pinceladas regulares e intermitentes. Su paleta era muy rica e intensa en contrastes, entre tonos vivos (destacando con ellos las figuras principales) y oscuros y ocres.

Gustave Courbet. Le Désespéré, 1843. Colección privada
Gustave Courbet. Le Désespéré, 1843. Colección privada

Al Salon de 1850 presentó tanto Los picapedreros (1849) y Los campesinos de Flagey (1850) como la obra que señalábamos al principio, Entierro en Ornans, datada en 1849-1850. Captó en ella personajes reales, de ahí que cosechara críticas entre sus conocidos: se comparó esta composición con una mala fotografía, y de hecho Courbet empleó algunas en su trabajo, como no pocos de sus pintores coetáneos, sobre todo quienes más se fijaron en la naturaleza.

No entendieron los críticos de entonces esta escena, por esa supuesta imitación de lo fotográfico, pero sus comentarios más bien feroces lograron atraer a los jóvenes impresionistas, que ya entonces defendían que el uso de la foto no debía sustituir a la pintura realista y encontraron en la producción de Courbet representaciones sencillas de la vida cotidiana. Es importante, en esta tela, aquel tratamiento del color (los personajes principales presentan un cromatismo vivo; el resto, tonos más neutros y oscuros), y no dejéis de fijaros en el espectacular realismo del perro.

Gustave Courbet. Entierro en Ornans, 1849. Musée d´ Orsay
Gustave Courbet. Entierro en Ornans, 1849. Musée d´ Orsay

En cuanto a Los picapedreros, Courbet se mostraba ya como exponente de la pintura social representando una acción completamente veraz, subrayando la dignidad de estos obreros y denunciando su explotación. Esta composición fue destruida en la II Guerra Mundial, por considerarse un emblema de la alienación capitalista.

Vemos en ella dos figuras anónimas, cuyo rostro no podemos percibir, trabajando la piedra. Empleó en ellos tonos terrosos, solo sus camisas son un foco de luz.

Pintura realista. Courbet representante del realismo en pintura
Gustave Courbet. Los picapedreros, 1850

De 1853 data su Hilandera dormida, que remite a tantas escenas fotográficas características de la época; y de 1856, sus Muchachas a orillas del Sena. En esta obra despliega su interés por la vida campestre al atender a una merienda al aire libre; el tratamiento de la imagen es aún clásico (el foco de luz reside en el vestuario de una de las jóvenes); no así su tema, que lo aproxima a los impresionistas.

Courbet. Muchachas a orillas del Sena, 1856. Petit Palais, París
Gustave Courbet. Muchachas a orillas del Sena, 1856. Petit Palais, París

Buenos días, señor Courbet (1864) nos ofrece, por su parte, un paisaje con figuras, los que más interesaron justamente a los impresionistas, que tomaron esta composición como su mayor fuente de influencia en la obra de este autor. Se autorretrata el pintor paseando por el campo, donde encuentra a dos personas que lo saludan; de nuevo, el perro es un ejemplo de máximo realismo y exactitud.

La línea del horizonte es baja y los personajes quedan en primer plano. Por la precisión con que los captó, tiene esta pintura, igualmente, mucho que ver con la fotografía.

Courbet. Buenos días, señor Courbet, 1854. Musée Fabre, Montpellier
Gustave Courbet. Buenos días, señor Courbet, 1854. Musée Fabre, Montpellier

Otro ejemplo de la querencia de Courbet por las escenas con múltiples figuras es El taller del pintor (1855). Se presenta a sí mismo delante de un cuadro de paisaje y de una modelo desnuda a la que se dirige la mirada del espectador, por su blancura. El resto de los personajes son amigos y conocidos suyos que ofrecen distintas actitudes; algunos parecen ajenos al trabajo del artista.

Gustave Courbet. El taller del pintor, 1855. Museo de Orsay, París
Gustave Courbet. El taller del pintor, 1855. Museo de Orsay, París

Para entonces, a raíz del golpe de estado de Napoleón III y del inicio de un nuevo periodo absolutista, que implicó un regreso al conservadurismo en los gustos oficiales y dominantes, las obras del de Ornans comenzarían a ser rechazadas en el Salon. Concurrió al del mismo año 1855 con este último trabajo, El taller del pintor, y al ser relegado emprendió una manifestación pública de su rebeldía inédita en cualquier artista hasta entonces: expuso sus obras junto al Salon oficial, en un pabellón particular que se anunciaba bajo el título de Realismo. La experiencia la repetiría años después, en 1867, para entonces acompañado de Édouard Manet y escribiendo un manifiesto en el que reflejaba sus ideas artísticas: formulaba que el arte había de derivar de la observación objetiva del natural y defendía un realismo anticlásico, antirromántico y antiacadémico en lo formal, así como progresista y social en sus intenciones.

Desde algún tiempo antes, hacia mediados de la década de los cincuenta, Courbet se dedicaba ya, no obstante, no tanto a los temas sociales como a los paisajes y las escenas de caza, además de a retratos y desnudos. Su región natal, la del Franco Condado, sería su mayor fuente de inspiración en esa senda.

Años después, y de nuevo políticamente activo, se involucró en la Comuna de París, establecida en 1871 tras la derrota de Francia en la guerra franco-prusiana. Fue nombrado presidente de la federación de artistas responsables de la conservación de los bienes artísticos de París y clausuró la École des Beaux-Arts y todas las medallas del Salon, que tantas veces le había negado sus favores, aunque sí mantuvo el jurado. En ese mismo mandato, la columna de la Place Vendôme, erigida no mucho antes para conmemorar las victorias napoleónicas, sería destruida y a Courbet se le acusó de ser el mayor causante. Encarcelado durante medio año, en 1873, y obligado a pagar su reconstrucción, el pintor se trasladó a Suiza, donde vivió exiliado los últimos años de su vida; fallecería en 1877 en La Tour-de-Peilz.

Courbet. Mar borrascoso. Museo Nacional de Bellas Artes de Argentina
Gustave Courbet. Mar borrascoso. Museo Nacional de Bellas Artes de Argentina
Gustave Courbet. Panorama de los Alpes, hacia 1876. © Musées d'art et d'histoire, Ginebra
Gustave Courbet. Panorama de los Alpes, hacia 1876. © Musées d’art et d’histoire, Ginebra

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