El camino al Olimpo de la acuarela estadounidense

El Philadelphia Museum repasa su evolución

Philadelphia,
Winslow Homer. The Trysting place, 1875
Winslow Homer. The Trysting place, 1875

Fue comúnmente cultivada antes de la Guerra Civil en Estados Unidos, pero se mantuvo relegada al margen de la esfera profesional del arte, considerada campo de prácticas de aficionados y artistas comerciales hasta mediados del s XIX. Hablamos de la acuarela, cuya reputación cambió en ese país a partir de la fundación de la Sociedad Americana de la Acuarela en 1866.

Los prejuicios entonces comenzaron a desvanecerse: esta institución organizó exposiciones anuales que pronto se convirtieron en una de las citas culturales más liberales de Nueva York, reuniendo obras de creadores de variadas edades, estilos y procedencias, entre ellos algunos ilustradores de primera fila que se servían de esta técnica en el desarrollo de su trabajo.

Tras la fabulosa labor de aquella Sociedad, el gran impulso a la acuarela estadounidense llegó con la irrupción del impresionismo, con gran predicamento al otro lado del océano: quienes llevaron a cabo la mayor parte de su producción con el paisaje natural como inspiración y espacio de creación encontraron en esta técnica grandes posibilidades en cuanto a libertad e inmediatez.

Su ejemplo lo siguieron diseñadores y artesanos y aquel ruido de fondo, esa nueva popularidad de la artesanía que trascendía el  amateurismo, despertó el interés de un número aún mayor de artistas. Por las muestras de la Sociedad Americana de la Acuarela pasaron, desde 1880, pintores vanguardistas llegados de Europa, autores de la vieja guardia cuyo estilo iba evolucionando y modernizándose e ilustradores que buscaban aproximar su producción a las aún vanagloriadas Bellas Artes, en el sentido tradicional.

Fue a partir de aquella década cuando podemos considerar que la acuarela estadounidense vivió su etapa dorada, de la mano de artistas que convirtieron esa técnica en su sello como Winslow Homer, John La Farge, Thomas Moran y William Trost Richards. Siguieron su ejemplo Thomas Eakins y George Inness y posteriormente autores de generaciones más jóvenes.

Esta ola de atención a la acuarela tuvo también su eco coleccionista, favoreciendo que se animaran a cultivarla nuevas hornadas de ilustradores, como Maxfield Parrish y Jessie Willcox Smith; decoradores y diseñadores del círculo de Louis C. Tiffany y maestros de la pintura au plein air como Childe Hassam, Maurice Prendergast y, sobre todo, John Singer Sargent.

Precisamente su legado, junto con el de Homer, fue decisivo para acabar de quitar las polillas a una técnica denostada cuya versatilidad no había sido suficientemente subrayada. Y ese camino de “desapolillamiento” lo culminarían Charles Demuth y Edward Hopper.

Winslow Homer. Apple Picking, 1878
Winslow Homer. Apple Picking, 1878

Hasta el 14 de mayo, el Philadelphia Museum of Art rastrea esta evolución de la acuarela en Estados Unidos y de su consideración crítica a través de obras valiosas pero rara vez expuestas.

Thomas Eakins. The Dancing Lesson (Negro Boy Dancing), 1878
Thomas Eakins. The Dancing Lesson (Negro Boy Dancing), 1878
John Singer Sargent. Muddy Alligators, 1917
John Singer Sargent. Muddy Alligators, 1917
Georgia O´Keeffe. Evening Star No II, 1917
Georgia O´Keeffe. Evening Star No II, 1917

 

American Watercolor in the Age of Homer and Sargent

PHILADELPHIA MUSEUM OF ART

2600 Benjamín Franklin Parkway

Philadelphia, PA 19130

Del 1 de marzo al 14 de mayo de 2017

 

 

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