Charles White: cuatro décadas de compromiso

El MoMA presenta su mayor antología en treinta años

Nueva York,

Tras su paso por el Art Institute of Chicago y antes de recalar, el próximo febrero, en el LACMA de Los Ángeles, hasta el 13 de enero podemos visitar en el MoMA neoyorquino la primera gran muestra dedicada a Charles White en tres décadas, una retrospectiva, organizada cronológicamente, que hace hincapié en la respuesta creativa del artista a los episodios sociales y culturales más significativos del siglo XX en Estados Unidos.

Cuenta con un centenar de dibujos, pinturas y grabados de un autor que nunca desligó su trabajo de la reivindicación y el compromiso con su entorno, y por eso tampoco de las tres ciudades donde vivió, creó y enseñó: Chicago, Nueva York y Los Ángeles. La exhibición se inicia precisamente con las pinturas y murales que, en sus inicios, en la etapa de la Gran Depresión, llevó a cabo para la Works Progress Administration de Chicago, donde creció antes de establecerse, entre 1942 y 1956, en la Gran Manzana. Allí enseñaría dibujo, expondría en la ACA Gallery y apoyaría al comité de Harlem destinado a favorecer la actividad artística entre su población negra. Sus obras de entonces se acompañan en el MoMA de fotografías que nos acercan a la que fue su vida cotidiana en Nueva York y de portadas de discos, publicaciones o vídeos que dan fe de su búsqueda de canales más democráticos y abiertos para la difusión del arte en general y del suyo en particular. Cierran la antología sus obras de los sesenta y los setenta, cuando White ya se había consolidado como gran figura internacional y era, a su vez, un influyente docente en Los Ángeles.

Vista de "Charles White: A Retrospective" en el MoMA
Vista de “Charles White: A Retrospective” en el MoMA

No faltan en esta retrospectiva sus obras clave, rara vez reunidas, como su primer mural, Five Great American Negroes (1939) o el dibujo Native Son No. 2 (1942), prestados por la Howard University Gallery of Art de Washington, donde primero desarrolló una residencia artística y después enseñó. En ambos supo captar el estado de ánimo de un colectivo y de una generación en los años previos a la participación estadounidense en la II Guerra Mundial. Otras dos obras esenciales de White que rara vez se exponen y ahora sí nos enseña el MoMA son Mahalia (1955) y Folksinger (Voice of Jericho: Portrait of Harry Belafonte) (1957), que proceden de la colección de Paloma y Harry Belafonte (Harry fue amigo cercano y colaborador del artista, además del modelo de uno de sus retratos emblemáticos).

La vocación artística de White fue temprana: para cuando se graduó, en 1938, en la escuela del Art Institute of Chicago, ya era miembro activo de una comunidad multidisciplinar de creadores activa al sur de esa ciudad. Junto a algunos de ellos participó en el citado WPA Federal Art Project, iniciativa gubernamental de apoyo a artistas que trabajaban en todas las disciplinas, y también colaboró en la fundación del South Side Community Art Center (SSCAC), un centro artístico también apoyado por las autoridades que brindaba tanto educación artística formal como espacios de exposición a los autores que no encontraban galería que los representara.

Aquel primer mural, Five Great American Negroes, lo creó White precisamente para recaudar fondos para el SSCAC, y está dedicado a la historia afroamericana, incorporando retratos del activista Sojourner Truth, el educador Booker T. Washington, el abolicionista Frederick Douglass, el científico George Washington Carver y el músico Marian Anderson. Como estaba destinado a la exhibición pública, desde el principio quiso el artista contar con la opinión ciudadana en su realización, y fueron los lectores del periódico Chicago Defender quienes eligieron a esas figuras centrales.

Durante la II Guerra Mundial, White llevó a cabo otros tres murales concebidos para exhibirse públicamente y para celebrar, y poner de relieve, las contribuciones afroamericanas a la sociedad estadounidense, así como su personal condena de la violencia y la opresión a la que ese sector había sido sometido. Los grandes formatos de estas piezas y su presentación ante amplísimas audiencias sirvieron a White para lograr el que fue objetivo de buena parte de su producción: combatir las distorsiones y estereotipos superficiales sobre los afroamericanos divulgados en cierta cultura visual popular.

Los artistas, escritores y poetas con los que este autor se relacionó en su etapa en Chicago compartían con él su compromiso con la mejora de la vida de los habitantes de color de esa ciudad y el trabajo de esos creadores que le fueron cercanos fue, sin duda, una fuente de inspiración evidente en las primeras pinturas y dibujos de White, siempre figurativos. El personaje dibujado en Native Son No. 2 no era otro que el protagonista de la novela del mismo título de su amigo Richard Wright, la primera de este autor.

Progresivamente y ya en Nueva York, durante los cuarenta y los cincuenta, su atención a la problemática afroamericana se extendió hacia cuestiones sindicales, de género y políticas. Trabajó para publicaciones de corte marxista como Daily Worker y New Masses (más tarde Masses & Mainstream), y en su obra independiente enlazó a los defensores históricos de las causas afroamericanas con acontecimientos políticos y sociales de su tiempo. Lo vemos en imágenes como Our Land (1951), que subraya la contribución de las mujeres afroamericanas al progreso cultural y económico en Estados Unidos.

Y en su línea de tratar de hacer llegar su obra a un público amplio y diverso, contribuyó con ella a muchos proyectos de ocio y entretenimiento para todo tipo de espectadores. Trabajó en ilustraciones de libros, portadas de álbumes y programas televisivos; en los cincuenta elaboró dibujos para portadas de la serie Jazz Showcase de Vanguard Records y en 1965 llegó a ser nominado a un Grammy, por una de ellas.

También fue un fotógrafo político: retrató a familiares, amigos y compañeros artistas, documentó con sus imágenes las actividades de activismo político en las que se involucró y también pasaron frente a su cámara los estudiantes de la Escuela de Publicidad y Arte Editorial de Nueva York donde impartió clases. Aunque White nunca consideró que estas imágenes formaran parte de su práctica artística formal y nunca las mostró al público en vida, muchas de ellas sí se convirtieron en referencias visuales para sus dibujos, pinturas y grabados (y forman parte, como decíamos, de la antología del MoMA).

Charles White. Elizabeth Catlett in her studio. c. 1942. Colección privada. © The Charles White Archives
Charles White. Elizabeth Catlett in her studio. hacia 1942. Colección privada. © The Charles White Archives

En ella también está presente, y no podía ser de otro modo, la música, esencial en la vida del artista, sobre todo en los cincuenta: a White le debemos retratos, hoy canónicos, de Harry Belafonte, Mahalia Jackson, Paul Robeson y Bessie Smith. Y se exhiben igualmente sus trabajos de los sesenta, comprometidos como todos con la justicia social: veremos cuatro dibujos de la serie J’Accuse, en la que vinculó el texto de denuncia de Zola con las luchas por los derechos civiles.

Cuando se mudó a Los Ángeles y dio clase en el Otis Art Institute, figuraron entre sus alumnos Kerry James Marshall (hace unos años, presentado por el Reina Sofía en el Palacio de Velázquez) o David Hammons y en aquella última fase de su carrera continuó tratando de innovar, incluso en sus técnicas al óleo. Pero es su reflejo magistral y comprometido de cuatro décadas tumultuosas de la historia reciente de Estados Unidos lo que de él continúa inspirando a artistas, activistas y pensadores con conciencia social.

 

 

“Charles White: A retrospective”

MoMA. THE MUSEUM OF MODERN ART

11 West 53 Street

Nueva York

Hasta el 13 de enero de 2019

 

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