Charles Ray, de lo irreal y lo figurativo

El escultor presenta cuatro moldes en el Palacio de Cristal

Madrid,

Desde esta primavera y hasta el próximo 8 de septiembre, el Museo Reina Sofía mostrará en sus dos espacios del Parque del Retiro (ya sabéis, Palacio de Cristal y Palacio de Velázquez) la obra de dos artistas de distintos orígenes que trabajan en medios también muy diferentes pero que compartieron interés por el diálogo de su obra con el entorno y por el rol del espectador: hablamos del japonés Tetsuya Ishida, ya fallecido, que desde mediados de abril podremos conocer mejor en el Palacio de Velázquez y del escultor Charles Ray, que presenta ya cuatro piezas en el Palacio de Cristal.

Este artista estadounidense comenzó en los setenta a estudiar el cuerpo y sus vínculos con el espacio a través de esculturas minimalistas y performances, pero quizá se dio a conocer con más fuerza ante el gran público cuando su Niño con rana se instaló hace ya una década, por cortesía de Pinault, en la Punta della Dogana de Venecia. Esta pieza de acero pintada en blanco, a medio camino entre el clasicismo y el extrañamiento, suscitó entonces polémica por su impacto en el entorno urbano de la ciudad (Ray ha explicado hoy que quiso otorgarle una dimensión social, convertirlo en un veneciano más, de ahí su gran tamaño) y fue retirado. La opción de modificar su ubicación no convenció al artista y hoy este Niño no tiene, por el momento, destino fuera del almacén. Pero volverá, ha dicho el escultor.

Sus inquilinos ahora en Madrid son cuatro moldes que inicialmente fueron cinco, pero por los estudiados nexos que busca sugerir entre obras y espacio se redujeron. Además de plantear reflexiones sobre el cuerpo humano como motivo escultórico y sobre los elementos formales de este medio, entablan, desde sus ecos clásicos, una comunicación evidente con la monumentalidad decimonónica del Palacio y con los tonos blancos de su arquitectura. Dos de las figuras hacen referencia, de forma bastante clara, a El espinario y a las estatuas ecuestres de condotieros; una tercera a los kouroi griegos y la cuarta, femenina y más rupturista, nos hace pensar en una versión contemporánea y ajena a idealizaciones de la Paulina Bonaparte de Canova.

Todo parece en orden hasta que nos acercamos y tomamos más tiempo (de nuevo en juego) en contemplar las obras: descubrimos entonces en ellas aspectos extraños que desmienten la obediencia al canon: no es otro sino Ray el contemporáneo condotiero y la figura que parece atarse los cordones no está calzada; tampoco la posible Venus responde a ideales clásicos porque, aunque estas sean piezas evidentemente figurativas, transitan entre lo concreto y lo abstracto.

El material forma también parte del mensaje: los moldes pulcros remiten a las colecciones escultóricas de los museos clásicos, pero en Venecia fuimos testigos de su provocación en el contexto contemporáneo. Podemos, en el fondo, considerar los trabajos de Ray como representaciones, sutiles de lejos y contundentes de cerca, de la tensión entre múltiples nociones, artísticas e históricas, contradictorias aún hoy.

Charles Ray. Mujer recostada, 2018
Charles Ray. Mujer recostada, 2018

El de Chicago ha explicado hoy que su Reclining woman, obra del año pasado, nace de su reflexión sobre la mujer inclinada y desnuda como motivo artístico a partir de imágenes clásicas y también de su interés por captar tensiones nerviosas corporales y la tactilidad de la piel: podemos observar las huellas de movimientos involuntarios e incluso el guiño de los ojos de la modelo, que no veía bien de lejos.

Le interesa capturar -ha explicado- el armazón de las personas, sean sus huesos o su personalidad, y en este caso sintió que lo había conseguido cuando una historiadora describió la pieza como desnuda pero impenetrable. Ray la considera prácticamente una esfinge.

Charles Ray. Shoe Tie, 2012
Charles Ray. Shoe Tie, 2012
Charles Ray. School Play, 2014
Charles Ray. School Play, 2014

Dialoga con ella otro desnudo, su contemporáneo espinario (Shoe Tie), en el que de nuevo se representó a sí mismo. Por razones de salud, suele ascender las montañas de California, atravesando zonas donde no faltan pumas. Se recomienda no agacharse ante ellos para que no detecten vulnerabilidad, pero Ray necesitaba abrocharse los cordones; pensó entonces que, si algo le ocurría, se convertiría en fantasma y ya no necesitaría zapatos. Esa es la inspiración de esta imagen: su propia visión imaginada como espectro descalzo sin nada que atar.

No piensa Ray a menudo -y estas esculturas son el ejemplo- en la dicotomía entre abstracción y figuración escultórica y nunca llegó a considerar que la primera corriente fuera particularmente innovadora. Entiende que el tema de las esculturas, al margen de su estilo, puede convertirse en objeto abstracto y que, en cualquier caso, es interesante alcanzar el dinamismo y subrayar la potencia expresiva de las superficies sin restar referencias a las formas.

La escultura masculina que alude a la Antigua Grecia, al semidios Triptolemos, convierte en héroe a un escolar a punto de juego: el protagonista de School Play es un adolescente ataviado con camiseta y sábana que porta una espada de juguete y está calzado con unas modernas sandalias de playa. También renovó la indumentaria del condotiero al presentarse a sí mismo a caballo, con vaqueros y sujetando unas riendas que no vemos, como antes sus cordones. Reina la paradoja.

Charles Ray. Vista de la exposición "Cuatro moldes" en el Palacio de Cristal, 2019
Charles Ray. Vista de la exposición “Cuatro moldes” en el Palacio de Cristal, 2019

Ray, que ha afirmado hoy ser heredero del alto modernismo de los sesenta, ha venido concediendo, progresivamente desde sus inicios en la década siguiente, una creciente importancia a lo subjetivo, a la relación de sus piezas entre sí, con el espacio y con quien las contempla. Las esculturas a medio camino entre lo naturalista y lo abstracto, como las que ahora vemos en el Palacio de Cristal, vienen conformando su sello desde los noventa; como decíamos, nada parece en ellas anormal en la distancia, pero una observación más cercana las confiere aires de alucinación por la conjunción de su escala y su aspecto sólido con esa aparición del misterio en forma de ausencias (como las de riendas y zapatos) o de presencias inesperadas (lo contemporáneo enlazado con los ecos antiguos, lo cotidiano y rutinario con lo grecolatino y heroico).

Sus referencias a la historia del arte pasado son constantes, pero el rigor con el que las plantea es propio y explica que no sea el americano un autor prolífico pese a sus cuarenta años de trabajo.

De Madrid y de esta muestra, “Cuatro moldes”, espera Ray que trate a su obra como la ciudad ha tratado a la de Richard Estes. Este pintor hiperrealista no es uno de sus artistas favoritos, considera duros sus acabados, pero una reciente visita al Thyssen le hizo simpatizar algo más con las figuras que pueblan sus escenas urbanas o que se reflejan en sus escaparates. Tenemos ocasión de comprobarlo hasta septiembre.

 

Charles Ray. “Cuatro moldes”

PALACIO DE CRISTAL

Parque del Retiro

Madrid

Del 28 de marzo al 8 de septiembre de 2019

 

Comentarios