Cabañas para pensar

Huir del mundanal ruido, ¿necesidad o tentación? Hasta el próximo 1 de marzo podemos visitar en la Fundación Cerezales Antonino y Cinia de Cerezales del Condado (León) la muestra “Cabañas para pensar”, un repaso por los refugios a los que pensadores y artistas de los siglos XIX y XX recurrieron con el fin de encontrar inspiración y silencio lejos de la ciudad.

Los vínculos entre creadores, escritores y filósofos con sus espacios de creación siempre ha interesado a los estudiosos de la literatura y la estética, desde la creencia de que el lugar donde se escribe una obra influye significativamente en el ritmo, la estructura y el contenido de ésta.

“Cabañas para pensar” se compone de fotografías del joven artista Eduardo Outeiro tomadas en las ubicaciones originales de estos refugios y acompañadas de planos arquitectónicos, maquetas y documentación con el fin de que podamos analizar los nexos entre la intimidad escogida conscientemente y el proceso creativo. Se incluye una selección de herbarios de cada uno de los lugares en los que están situadas las cabañas. La investigación llevada a cabo por el gallego, Premio Novos Valores de la Diputación Provincial de Pontevedra en 2008, pone de manifiesto la importancia de la organización del espacio de pensamiento en el acto de diseñar una obra literaria, artística, ensayística o musical.

ONCE ESPACIOS DONDE VOLVER A LOS ORÍGENES

Las “residencias” fotografiadas pertenecen a once figuras fundamentales de la cultura contemporánea (Ludwig Wittgenstein, Martin Heidegger, Edvard Grieg, Gustav Mahler, August Strindberg, Knut Hamsun, George Bernard Shaw, Virginia Woolf, Dylan Thomas, Derek Jarman y Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia). El entorno escogido por todos ellos para concentrarse y desarrollar su trabajo se reduce, en apariencia solamente, a la mínima expresión arquitectónica, marcada por la austeridad y la economía de medios e inmersa en la mayor parte de los casos en una naturaleza que puede ser exuberante, agreste o minimalista.

No es casual: todos los creadores a los que la exposición hace referencia, como tantos otros, asociaron sus procesos creativos a una voluntad de pureza que requería cierto (medido) regreso al primitivismo y el alejamiento del modo de vida urbano del que, ya a finales del s XIX y principios del XX, comenzaba a resultar difícil escapar para los habitantes de las grandes ciudades. En este sentido debemos citar a Thoreau y su cabaña Walden, ejemplo significativo y radical de esa preconizada vuelta al origen, al eremitismo espiritual que permita diferenciar lo esencial de lo que distrae y dar lugar a un renacimiento vital profundo, un retorno al origen y un retorno a uno mismo.

Algunos de los creadores mencionados, como Jarman o Wittgenstein, complementaron en sus espacios de recogimiento la actividad creativa con la física, cultivando un jardín o desempeñando labores agrarias. Thoreau calificaría esfuerzos como éste, de unir trabajo manual y ambiente de pobreza, como derivaciones de la necesidad de unirse con la naturaleza “por entero”. En el caso de Virginia Woolf, su retiro obedecería seguramente a razones de privacidad (recordad Una habitación propia).

Esta exhibición pasó hace tres años, entre otros centros, por la Fundación Luis Seoane, que ha colaborado en su organización, pero en esta ocasión se ha ampliado con piezas inéditas manteniendo el comisariado de Alfredo Olmedo y Alberto Ruiz de Samaniego.

El proyecto se enmarca dentro de la línea expositiva de la Fundación Cerezales, que presta especial atención al entorno. La “cabaña para pensar” de este centro también está actualmente en construcción.