Mientras la artista brasileña Ana Mazzei crea en su estudio, los futuros espectadores de sus obras son para ella amistosos fantasmas y los tiene en cuenta ya desde el proceso de concepción de su trabajo, a la hora de plantear las posibles relaciones de este con el espacio: confiesa que, de forma recurrente, piensa en las cercanías y distancias entre sus pinturas y esculturas por materializar y ella misma o su público.
La muestra que durante el mes de julio le dedica la Almine Rech Gallery de Nueva York lleva precisamente por título “Ghost Studies” y recoge una selección de lienzos y esculturas recientes, estas últimas realizadas en su mayoría en madera pintada o barnizada y caracterizadas por su abundante uso de líneas curvas y rectas, por la presencia de numerosos ángulos que remiten al vocabulario de la vanguardia. Su geometría se repite en las pinturas, de factura simple y depurada. En ellas Mazzei aplica colores puros con vigor y en gamas cromáticas similares en cada pieza: el impacto visual no surge de la combinación sino de la contundencia.
Aunque es fácil asociar sus métodos de trabajo a los de los minimalistas, sobre todo en lo que a las relaciones espaciales entre obras y espectadores se refiere (Donald Judd definió aquella corriente como un modo particular de materializar la realidad externa, o lo que la obra no es), Mazzei ha preferido tomar sus referencias de las vanguardias brasileñas, que desarrollaron una actitud más empática hacia los objetos, cierto anhelo de comunión y relación directa. La artista ha recordado en más de una ocasión cómo, siendo niña, la llevaron a la Bienal de São Paulo y pudo tocar, sin trabas, una pieza de Lygia Clark. Para ella, el tacto forma parte de la historia del arte brasileño y de su propia memoria vital y creativa.
La gran atención que Mazzei presta a las dimensiones de sus esculturas se debe al intento de que estas entren en comunicación con el cuerpo del espectador, no distanciándosele demasiado en su escala, o a su propósito de invitarnos a jugar con nuestra percepción de lo mayúsculo y lo minúsculo. En uno de sus proyectos más recientes, Nova Knossos, de 2013, quiso que el público se sintiera gigante al desplazarse por una ciudad compuesta por pequeños objetos.
Para la brasileña, la pintura fue el paso siguiente y natural a la creación de sus esculturas; de hecho, es muy posible que en los años setenta sus marcas gráficas sobre lino fino colgadas en una barra o marco de madera y susceptibles de ser movidas ni siquiera se hubieran adscrito a ese género. La utilización de la pintura como espacio representativo para captar realidades o construir ficciones, la bidimensión, fue el fruto del trabajo previo de Mazzei en dibujos preparatorios y en las tres dimensiones.
Y precisamente la evolución y el instinto la están conduciendo a diseñar obras que no verán la luz: planes para ambiciosas esculturas públicas que son sobre todo ejercicios de ensayo sobre localizaciones; de sí misma respecto a la pieza, de la pieza frente a cualquiera que la mire. Líneas delgadas, superficies de color oscuro violentamente aplicado y una sensualidad cruda y atractiva contribuyen a que estos trabajos transmitan inmediatez, su personal visión de la contemplación de arte como experiencia autónoma y no como camino hacia la recepción de mensajes ajenos a la plástica.
“Ana Mazzei. Ghost Studies”
39 East 78th Street, 2nd Floor
Nueva York
Del 27 de junio al 5 de agosto de 2017
