William Kentridge a escena

El Museo Reina Sofía estudia sus proyectos operísticos y teatrales

Madrid,
William Kentridge. I am not me, the horse is not mine, 2008. Cortesía del artista
William Kentridge. I am not me, the horse is not mine, 2008. Cortesía del artista

Desespectacularizar una sociedad espectacular a través del espectáculo. Ese es, según Borja-Villel, uno de los atrevimientos de William Kentridge, último Príncipe de Asturias de las Artes y nuevo inquilino de la tercera planta del Museo Reina Sofía junto a George Herriman.

Si aquel habla de un mundo sin jerarquías a través del cómic, este artista sudafricano ha inventado un lenguaje propio para expresar su visión de una realidad contemporánea que no podía reflejar por las vías convencionales. Un lenguaje al que llegó de forma natural tras caer en una serie de pequeños fracasos: intentó sin éxito ser solo dibujante, luego solo actor y después trabajó en el cine, pero en ninguno de esos ámbitos por separado tuvo suerte y volvió al estudio de donde había salido. Un regreso al origen que le llevó a trabajar, de manera espontánea, en el cine animado y en el cruce de géneros: descubrió, primero, que se podía sobrevivir a los fracasos y, después, que muchos dibujos aparecían al proyectar ideas para cine y teatro y también al revés: que sus dibujos eran el punto de partida para escenografías. Él llama a algunos de ellos dibujos rápidos para zonas intermedias, y por esas zonas de sombra discurre esta muestra del MNCARS, “Basta y sobra”. En palabras de Kentridge, la impureza genera provocación.

La muestra se vertebra en torno a tres obras de teatro (Woyzeck on the Highveld, Faustus in Africa! y Ubu and the Truth Commission) y cuatro óperas (Il ritorno d’Ulisse, The Nose, Lulu y Wozzeck). La última pieza se estrenó en el pasado Festival de Salzburgo y todas han sido elegidas para mostrar al espectador los rasgos más frecuentes de la obra escénica de Kentridge: son piezas con un solo protagonista, que es víctima o verdugo en una sociedad encorsetada e hipócrita. Se trata, en todos los casos, de dramas con elementos irónicos, absurdos, un humor sagaz que termina ganando a la tiranía y que le sirve para desenmarañar realidades complicadas y comunes, más allá de fronteras, para poner sobre el escenario lacras aptas para cualquier contexto y tiempo pero referidas especialmente a la República Sudafricana, al país de origen de Kentridge.

"Vista de la sala de la exposición "William Kentridge. Basta y sobra" en el Museo Reina Sofía
Vista de la sala de la exposición “William Kentridge. Basta y sobra” en el Museo Reina Sofía

William Kentridge: la impureza genera provocación

William Kentridge. Marionetas para Woyzeck on the Highveld, 1992. Museo Reina Sofía
William Kentridge. Marionetas para Woyzeck on the Highveld, 1992. Museo Reina Sofía

El artista, un demiurgo admirador de Goya o William Hogarth que suele colaborar, desde sus comienzos, con compañías teatrales, incorpora a menudo en sus obras referencias al paisaje real que rodea Johannesburgo, con sus vallas, minas y tuberías, dejando a un lado idealizaciones pintorescas del tiempo de los descubridores. Incluso en esas imágenes recurre a la ironía: es su herramienta para profundizar en el olvido de las antiguas colonias y los conflictos no resueltos con el paso del tiempo. Convierte, además, al paisaje en testigo vivido de la historia.

Al margen de su trabajo a partir de Goethe, Gogol o Shostakovich, lo político constituye el fondo del conjunto de estas piezas, y hay que subrayar que él entiende el arte político como arte de la ambigüedad, la contradicción, los gestos incompletos y los finales inciertos. Parece definir hechos cercanos, aunque hable de microhistorias de alcance universal, y si algo llama nuestra atención es su forma de representar el cuerpo y su movimiento: nos lo muestra fragmentado y radiografiado, haciendo de él carne de pensamientos (y del pensamiento, carne).

No podía faltar en “Basta y sobra” la atrevida película de animación Ubu tells the truth, que se emitió en la Bienal de La Habana en un televisor apoyado sobre las supuestas patas de Ubu, personaje tiránico tomado del Ubú rey de Alfred Jarry que le sirve para reflexionar sobre el autoritarismo, la corrupción o el nuevo modelo social en Sudáfrica tras el apartheid. Para muchos será la pieza estrella, pero en esta exposición no hay jerarquías: su eje y su tesis es la mezcla de géneros, las relaciones inesperadas entre unas y otras técnicas y entre los diversos proyectos. Kentridge subraya además la falta de respuestas unidireccionales a dramas atemporales. Dice que sigue habiendo villanos, pero cada vez son menos los héroes.

William Kentridge. Maqueta para Lulú, 2015
William Kentridge. Maqueta para Lulú, 2015

 

“William Kentridge. Basta y sobra”

MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA. MNCARS

c/ Santa Isabel, 52

Madrid

Del 31 de octubre de 2017 al 19 de marzo de 2018

 

 

 

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