Turner, una explosión lumínica contra los fantasmas

El Musée Jacquemart André recupera su retrospectiva del pintor, con obras llegadas de la Tate

París,

Tras su reciente reapertura, el Musée Jacquemart André de París ha retomado su retrospectiva dedicada a Turner, el mayor representante de la edad de oro de la acuarela inglesa y también uno de los artistas europeos que, en la primera mitad del siglo XIX, con mayor magisterio empleó los efectos lumínicos y las veladuras en sus representaciones de los paisajes británicos y de las lagunas venecianas.

Son sesenta acuarelas y una decena de pinturas al óleo del genio, algunas inéditas en Francia, las que forman parte de esta exposición, abierta hasta enero de 2021, y todas ellas proceden de los fondos de las galerías Tate, que poseen la mayor colección de trabajos de Turner en el mundo. Hay que recordar que el artista mantuvo buena parte de sus obras en su casa y en su estudio, sin ponerlas a la venta, entre ellas bocetos expresivos y experimentales que seguramente se acercan más a las verdaderas inquietudes creativas del británico que sus trabajos pensados para la exposición pública. A su muerte, Reino Unido recibió de él un amplísimo legado: un centenar de óleos, estudios y bocetos inacabados, y miles de obras en papel, entre acuarelas, dibujos y cuadernos de bocetos.

Entre los primeros expertos en estudiar aquel acervo, hoy conservado en las mencionadas Tate, se encontró John Ruskin, que observó que Turner había llevado a cabo la mayoría de aquellas piezas para “su propio placer”. Parte de esa producción íntima se ha integrado en esta muestra, que ofrece una visión única de las prácticas artísticas y de la imaginación del londinense, desde su juventud hasta el final de su vida.

J. M. W. Turner. Venise, la Piazzetta avec une cérémonie du Doge épousant la mer, hacia 1835. Tate
J. M. W. Turner. Venise, la Piazzetta avec une cérémonie du Doge épousant la mer, hacia 1835. Tate

Turner trabajó para un arquitecto, y se formó en perspectiva y topografía, antes de ingresar en la escuela de la Royal Academy a sus catorce años. Allí comenzó una trayectoria marcada por la observación y los viajes, por la progresiva liberación de las convenciones de la pintura y el desarrollo de técnicas propias. Sus primeros trabajos, juveniles, desvelan cierto realismo topográfico; en su madurez avanzaría hacia experimentos más radicales y logrados, de vivo colorido. Y en París percibiremos cómo su producción más personal permanece tan fresca y espontánea como cuando nació en papel.

La antología se estructura en ocho secciones, en orden cronológico. Se inicia presentándonos sus primeros estudios sobre la arquitectura y el paisaje y su inicial desarrollo de habilidades dibujísticas mientras colaboraba con arquitectos. Pronto se acostumbró Turner a realizar viajes de verano armado con sus cuadernos de bocetos, buscando temas inspiradores para cumplir con encargos o para pulir sus participaciones en las exposiciones de la Royal Academy. Cada año se alejaba más de Londres, explorando el sur y el oeste de Inglaterra y Gales y después las Tierras Altas escocesas.

En esta época, el Imperio Británico se extendía por todo el planeta, pero la guerra contra Francia impedía los viajes al otro lado del canal de la Mancha y muchos de los paisajes británicos realizados por los contemporáneos de Turner venían teñidos de acentos patrióticos. Y también en estos años, el autor de El Temerario remolcado a su último atraque para el desguace se convirtió en uno de los predilectos de los coleccionistas británicos, como el anticuario Sir Richard Colt Hoare de Stourhead y el muy adinerado William Beckford de Fonthill Abbey.

La breve paz de Amiens entre Reino Unido y Francia, entre 1802 y 1803, permitiría a Turner, entonces sí, descubrir la grandeza de los Alpes suizos y estudiar a los antiguos maestros en el Louvre. Pero la Europa continental volvería a ser inaccesible para él hasta la derrota de Napoleón en 1815, por lo que continuó explorando Inglaterra en esos años, documentándose para realizar acuarelas que después serían reproducidas en grabados sobre la costa sur de Inglaterra y Richmond.

En 1804, el pintor abrió su propia galería en Londres con el fin de presentar allí muestras individuales anuales que agrupasen sus óleos y obras en papel y, tres años después, se convirtió en profesor de perspectiva en la Royal Academy. También buscó consolidar su reputación como estudioso del paisaje a través de los ambiciosos grabados de su Liber Studiorum, publicado entre 1807 y 1819 e inspirado en el Liber Veritatis de Claudio de Lorena.

Establecida por fin una paz duradera en Europa, el artista viajó en 1817 a Bélgica, los Países Bajos y Renania y sus desplazamientos por el continente se prolongaron durante casi treinta años. Su gran foco de atención fueron ríos y regiones montañosas. Ya en 1819-1820, llevaría a cabo su “Gran Tour” de seis meses por Italia, dejándose seducir por Roma, Nápoles y Venecia; fue un periodo clave en su carrera, en el que Turner acentuó su ya cultivada atención a la luz y el color. A la capital italiana regresaría en 1828, para permanecer de nuevo allí varios meses, sin dejar por ello de viajar por Inglaterra plasmando vistas pintorescas.

En el resto de Europa, y también en Francia, a lo largo del Sena, elaboró acuarelas y gouaches dedicados a paisajes y ciudades grandes y pequeñas; sus originales enfoques de las orillas del Loira y el Sena fueron grabados en pequeño formato para tres libros de viajes publicados entre 1833 y 1835, titulados Promenades au bord de la Loire y Promenades au bord de la Seine y comercializados bajo el título genérico de Tour Annuel de Turner.

Rara vez el pintor realizó sus acuarelas por completo al aire libre, porque decía que le llevaba demasiado tiempo; más bien tomaba apuntes para agregar detalles y color más tarde.  Sin embargo, algunos de los paisajes alpinos que creó en 1836 en Francia, Suiza y el valle de Aosta son quizás una excepción. En 1818 se le encargó ilustrar, para ediciones comerciales, los escritos del poeta y novelista Sir Walter Scott; después, los poemas de Samuel Rogers.

J. M. W. Turner. Une Villa. Clair de lune (Une villa un soir de bal) pour L’Italie de Samuel Rogers, hacia 1826-1827. Tate
J. M. W. Turner. Une Villa. Clair de lune (Une villa un soir de bal) para L’Italie de Samuel Rogers, hacia 1826-1827. Tate

Nunca trabajó Turner, ni siquiera en sus composiciones más personales, conforme a procesos establecidos, sino jugando con los colores para expresar a través de ellos las ideas que tenía en mente. La Tate conversa algunos de sus “bocetos de colores” de fines de la década de 1810, basados muchos en su memoria visual y prueba de su dominio técnico. El espectador actual puede interpretarlos como expresiones de sus estados de ánimo y también de atmósferas; en cualquier caso, que Turner los guardara indica que él mismo obtuvo satisfacciones estéticas personales de aquellas obras privadas. Algunas pueden verse en París.

Regularmente acudía el pintor a relajarse a Petworth, por invitación de su protector Lord Egremont, y allí pintaba acuarelas de su mansión y sus habitantes. Estas obras reflejan la gran libertad del artista en su elección de patrones y materiales; era audaz en las combinaciones de colores y usaba frecuentemente los primarios; una de sus paletas ha viajado a París. Su gusto por las tonalidades brillantes se acentuó progresivamente.

 J. M. W. Turner. Le Rameau d’or, 1834. Tate
J. M. W. Turner. Le Rameau d’or, 1834. Tate

Algunas de las mejores acuarelas de Turner datan de la última década de su trayectoria y se destinaron a un círculo selecto de coleccionistas o admiradores de su creación más vanguardista. Redescubrió el placer de pintar sin doblegarse a la necesidad de dibujar.

Un tercer y último viaje a Venecia en 1840 le inspiraría la producción de multitud de acuarelas y de varias pinturas donde representó a la ciudad en varias horas del día y la noche. La interacción de la luz y los reflejos en el agua de la laguna disuelven las formas arquitectónicas; un crítico se refirió a Turner como un mago que “comanda los espíritus de la Tierra, el Aire, el Fuego y el Agua”. Los elementos naturales también se mezclan en sus obras de los cuarenta dedicados a los Alpes, en las masas simplificadas de sus montañas y sus puestas de sol sobre lagos relucientes.

Después de más de medio siglo de trabajo y viajes, la salud de Turner comenzó a deteriorarse a sus setenta años. Permaneció en el norte de Francia durante dos estancias cortas, “en busca de tormentas y naufragios” en la costa de Normandía, y desarrolló estudios que mezclaban el mar, la costa y el cielo.

Ya en sus últimos años, visitó a menudo la ciudad costera británica de Margate, donde hoy se encuentra el centro de arte Turner Contemporary. Allí, los límites del Támesis se funden con el horizonte infinito del mar bajo el cielo, el más bello de Europa según dejó dicho el pintor. Bañadas en luz, sus imágenes de ese lugar eran puras meditaciones.

 J. M. W. Turner. Ehrenbreitstein avec un arc-en-ciel, 1840. Tate
J. M. W. Turner. Ehrenbreitstein avec un arc-en-ciel, 1840. Tate

 

 

“Turner, peintures et aquarelles. Collections de la Tate”

MUSÉE JACQUEMART – ANDRÉ

158 Boulevard Haussmann

París

Del 13 de marzo de 2020 al 11 de enero de 2021

 

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