Ruskin: el centenario del dibujante apasionado

Este año se le dedicarán siete muestras internacionales

Londres, York, Cambridge, Tokio y Coniston,

El próximo 8 de febrero se cumplirán dos siglos desde el nacimiento en Londres de John Ruskin, que fue escritor, pensador, artista, reformador social y, sobre todo, un apasionado de la cultura medieval y del dibujo. Hablamos de uno de los grandes impulsores en Gran Bretaña de los estudios críticos sobre arte del medievo que en el siglo XIX se realizaron -él murió justo en el cambio de siglo- y debemos entender su labor como pionera: dejando a un lado la arquitectura gótica, la creación medieval europea no había alcanzado difusión en su país más allá de las figuras de algunos destacados coleccionistas o del arquitecto Pugin, amante de lo gótico hasta considerarlo más una religión que un estilo.

John Ruskin
John Ruskin

Ruskin, a diferencia de aquel, no se aproximó al arte medieval atendiendo solo a la religión o a su valor moral, sino más bien desde el instinto, desde un entusiasmo interior que le llevaba a dibujar incansablemente los objetos de su admiración: Existe un fuerte instinto en mi interior, para mí indescriptible, que me empuja a dibujar y escribir las cosas que amo, no para obtener renombre, ni por el bien de otros, ni asimismo en beneficio propio, sino por un tipo de instinto similar al de comer o beber. Me encantaría dibujar cada una de las pequeñas piedras de la Catedral de San Marcos de Venecia, y de toda Verona, para así adentrarlas en mi cabeza, piedra a piedra.

Por esa misma razón, por ese instinto irracional, no le preocupó dibujar esos monumentos con la máxima exactitud; estaba convencido de que su mismo amor hacia ellos, hacia lo antiguo, bastaría para que que sus dibujos no necesitasen nada más: Las deformaciones del amor son más verdaderas que la máxima exactitud matemática. Si prestó atención a la pintura medieval y no a la de su tiempo fue porque en aquella encontraba, además de una mayor sinceridad por parte de sus autores, un sentimiento religioso auténtico capaz de generar espontáneamente arte, no un uso de la religión como motivo artístico sin que mediara la fe; Ruskin hablaba en este caso de indiferencia moral.

En su opinión, las funciones esenciales de cualquier artista debían ser ver y sentir, dejando a un lado las tareas intelectuales de pensar, conocer o argumentar: los creadores han de ser, decía, un instrumento tan delicado y tan sensible que ninguna sombra, ningún color, ninguna evanescente y fugitiva expresión de los objetos visibles que le rodean y ninguna emoción que llegue a su espíritu pueda ser olvidada o desvanecida en el libro de la memoria.

Y ese ideal de autores solo lo encontraba en el medievo, dado que en el siglo XVI los artistas que fueron grandes lo eran al margen de las antiguas raíces religiosas, imbuidos de las nuevas enseñanzas científicas. Tal era su concepción romántica del arte medieval, que afirmaba que la verdadera arquitectura tenía más que ver con la pintura y la escultura que con la ingeniería, y encontraba una unidad de gustos entre esas disciplinas en aquellos siglos. En las construcciones más tempranas y rudas, encontraba alma: La imperfección es el signo de la vida, desterrar la imperfección significa destruir la expresión, oponerse al esfuerzo y paralizar la vitalidad.

Estudiando el desarrollo del gusto, lo estructuró en tres periodos: primero la línea, luego la superficie y, por último, la masa o el espacio en profundidad, y afirmó que hemos seguido ese proceso en dos caminos, el del claroscuro y el del color, identificando el primero con la tendencia científica de la concepción abstracta de la realidad y el segundo con la disposición espontánea y libre de la fantasía artística.

Estas ideas y su influencia en el paso de los siglos serán abordadas este año en siete de exposiciones, y también en conferencias y eventos diversos que acogerán galerías, Universidades e instituciones culturales internacionales. Una de ellas llegará el día de su cumpleaños: el 8 de febrero, la Royal Academy of Art londinense ha programado, bajo el título de All Great Art Is Praise, lecturas de sus textos (adaptados por Sarah Rodgers) a cargo de Michael Palin y Dan Draper y también conciertos del tenor Richard Edgar Wilson y el Cuarteto Coull.

SIETE EXPOSICIONES PARA CELEBRAR AL GRAN AMANTE DEL MEDIEVO

La primera de las muestras que este año van a dedicársele a Ruskin se inaugurará el 14 de enero en la Houghton Library de la Universidad de Harvard. Se trata de “Victorian Visionary. John Ruskin and the Realization of the Ideal”, que rastreará sus preocupaciones sociales: su crítica abierta a los progresos incontrolados de la era industrial y su defensa de causas tan avanzadas en su tiempo como la defensa del medio ambiente o el derecho de una vivienda asequible. En la biblioteca de Harvard podrán verse obras de arte, cartas autógrafas o libros ilustrados.

Ya el 26 de enero, el centro Two Temple Place de Londres inaugurará “John Ruskin. The Power of Seeing”, una exhibición organizada junto a los Museos de Sheffield y el Gremio de San Jorge que contará con casi dos centenares de pinturas, dibujos, daguerrotipos, trabajos en metal y moldes de yeso para aproximarnos, en este caso, a las ideas estéticas del británico, las que le sirvieron para dar forma a sus teorías radicales sobre cultura y sociedad. Además, Timorous Beasties, Dan Holdsworth, Hannah Downing y Emilie Taylor explorarán la vigencia contemporánea de su legado.

Esta muestra podrá visitarse después en la Millenium Gallery de Sheffield, entre mayo y septiembre.

John Ruskin. John Ruskin, Study of Moss, Fern and Wood Sorrel, upon a Rocky River Bank, 1875-1879. Guild of St George, Museums Sheffield
John Ruskin. Study of Moss, Fern and Wood Sorrel, upon a Rocky River Bank, 1875-1879. Guild of St George, Museums Sheffield

Los ecos del bicentenario de Ruskin llegarán también a Tokio. La Mitsubishi Ichigokan Gallery abre, entre marzo y junio, una colectiva que enlaza sus ideas y su obra con la de los prerrafaelitas: “Parabola of Pre-Raphaelitism: Turner, Ruskin, Rossetti, Morris and Burne-Jones”, que también itinerará a Osaka y Karume.

Regresando al Reino Unido, la York Art Gallery vinculará su legado al de Turner y sus paisajes: allí podremos visitar, del 29 de marzo al 23 de junio, “Ruskin, Turner & the Storm Cloud: Watercolours and Drawings”, una exhibición que se enmarcará en las investigaciones del centro sobre las relaciones, establecidas y posibles, entre arte, medio ambiente y salud mental. Se expondrán una docena de obras de Turner y más de cuarenta de Ruskin, además de trabajos de algunos de sus contemporáneos, como Constable, John Inchbold y Hubert Herkomer.

Veremos la respuesta de Ruskin a la producción del gran paisajista, podremos explorar sus teorías sobre la sostenibilidad de la naturaleza y su convivencia con el hombre y, a partir de las representaciones alpinas de ambos autores y de la mano de Emma Stibbon, podremos reflexionar sobre los actuales efectos del cambio climático. Esta artista ha llevado a cabo un proyecto comisionado en Chamonix, donde el verano pasado dibujó, a lápiz y a gran escala, y también fotografió, lo que queda de los glaciares situados en torno al Mont Blanc.

“Ruskin, Turner & the Storm Cloud: Watercolours and Drawings” viajará después, entre julio y octubre, a la Abbot Hall Art Gallery de Kendal.

"Ruskin, Turner & the Storm Cloud: Watercolours and Drawings" en la York Art Gallery
“Ruskin, Turner & the Storm Cloud: Watercolours and Drawings” en la York Art Gallery

Y en Brantwood, la casa-museo del autor en Coniston, serán tres las muestras que este año se dedicarán a Ruskin; la primera llegará el 6 de febrero y tendrá un enfoque muy original. Dado que el pensador se refirió en ocasiones a los ornamentos arquitectónicos y naturales como formas de vestir que a la vez encubren y revelan, y que las referencias a textiles y prendas son numerosas en su trabajo (tanto que inspiró a la industria del lino local para crear el llamado Ruskin Lace), la profesora de la Universidad de Lancaster Sarah Casey relacionará sus teorías con los detalles de la propia ropa que él vistió, conservada en parte en Brantwood, donde ella ha participado en una residencia el pasado año. Ha trabajado incluso con su túnica de bautismo.

La segunda muestra podrá visitarse entre abril y agosto. Se trata de “Incandescence: Turner’s Venice”, la primera exposición que llevará al paisajista a este museo. Recogerá las acuarelas que realizó en Venecia en 1840, fijándose en la luz que se reflejaba en los canales en distintos momentos del día y sumiendo la arquitectura, el mar, el cielo y los paseantes en una evanescencia atemporal. Su visión de la ciudad italiana tendría una gran influencia en la que manejaría Ruskin, que también la convirtió en fuente de inspiración de innumerables dibujos.

Por último, entre agosto y noviembre se expondrá allí “Treasure from Dust: Ruskin’s Geology”, que prestará atención a sus estudios de suelos, rocas y al polvo al que él no querría que se redujese nuestro patrimonio medieval.

 

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