Signos de sacralidad

El Centre Pompidou proyecta un recorrido por la espiritualidad en el arte de los siglos XIX y XX

Del 7 de mayo al 11 de agosto de 2008 en el Centre Pompidou, París Organiza: Centre Pompidou Comisario: Alfred Pacquement, director del Musée National dArt Moderne La exposición que se presenta esta semana en el Centre Pompidou, además de retomar el tipo de exposiciones plurales y multidisciplinares que fueron seña de identidad del museo parisino durante sus primeros años de andadura, vuelve la mirada a uno de los temas transcendentales del arte moderno: el de la espiritualidad y las diferentes maneras en las que los artistas se aproximan a lo sagrado.

“Traces du Sacré. Relations entre art occidental et spiritualité au XXe siècle”. París, hasta el 11/08/08

CENTRE POMPIDOU

Place Georges-Pompidou
París

Pero, ¿qué es lo sagrado? Esa es la pregunta a la que se enfrenta esta muestra, que para dar respuestas y descubrirnos las esferas en las que los creadores hallarán lo divino o su ausencia total, ha reunido más de 300 obras del arte occidental de los siglos XIX y XX. El recorrido comienza, en realidad, a las puertas de ese siglo XIX, cuando en 1798 el pensador Jean Paul describe una pesadilla a la que pone el título de Discurso del Cristo muerto. En su relato cuenta como una noche, en un cementerio con tumbas abiertas, Cristo anuncia a los muertos reunidos en una iglesia que Dios no existe, que todos, incluso él, son huérfanos, pues no tienen padre. En ese momento el templo se desmorona y el mundo desaparece. A partir de ahí y de las posteriores interpretaciones de la “muerte de Dios” como la que proclama Nietzsche en 1882 una parte de la humanidad camina con el peso que ha dejado ese vacío de la deidad religiosa, lo que no implicará, sin embargo, que desaparezca la espiritualidad. Tras esa referencia al relato de Jean Paul, “Traces du Sacré” -en la que se mezclan arte, religión, antropología, política y psicoanálisis- inicia su viaje cronológico en el Romanticismo, momento clave para la decadencia de la religión, y que encuentra en Caspar David Friedrich, uno de sus máximos exponentes, cómo la presencia divina aparecerá en el reflejo de la naturaleza sublime que nos rodea. También en el entorno, pero en el de los paisajes urbanos y las arquitecturas del vacío, encuentra de Chirico lo trascendental, explicado a través de la metafísica como algo que pertenece al interior de cada cosa. Las referencias parecen interminables cuando intentamos abarcar las primeras décadas del siglo XX, en las que múltiples nuevos factores como la biología, la astronomía y los campos magnéticos son del interés de artistas como Kupka. Paralelamente, Vassily Kandinsky publica su De lo espiritual en el arte (1910) y explica como más allá de lo religioso, el artista mantiene un lenguaje en el que la espiritualidad se traduce en líneas, colores y formas. El erotismo, Freud y los surrealistas ocupan otro interesante apartado, con todas las interpretaciones que pueden hacerse a través de la representación de cuerpo y su desnudez, desde el anticlericalismo al sufrimiento como vía de redención. La mitología, el estudio del arte primitivo y el acercamiento a lo exótico como vía para acerarse a lo sagrado es otro de los grandes capítulos del arte de las primeras vanguardias. Desde Gauguin el reencontrarse con la pureza de las formas y volver la mirada a religiones ancestrales tiene mucho que ver también con otra de las puertas que dejó abiertas Nietzsche, la de la utopía de un nuevo hombre (Así hablaba Zarathoustra, 1883-1885). Picasso, los dadaístas, Barnett Newman, Gotlieb, Rothko, Pollock o Beuys se dejaron llevar por esta forma de acercarse a lo sagrado.
Las guerras significaron perspectivas muy diferentes de un mismo mal; si la Primera Guerra Mundial fue entendida por muchos creadores como una manera de purificar a la humanidad y construir nuevos hombres, la Segunda Guerra Mundial supone todo lo contrario, es decir, deshumanizó y privó de espiritualidad al arte, orientando las tendencias hacia el dolor y el pesimismo. La exposición toma el caso de Francis Bacon como uno de los mejores ejemplos del sufrimiento generalizado que se instaló en el arte de mediados del siglo XX. También aquí destaca la presencia de la escultura de Maurizio Cattelan titulada Him, en la que de entrada se ve a un joven arrodillado y en actitud de recogimiento y sólo al acercarnos nos damos cuenta de que tiene la cara de Adolf Hitler. El artista italiano hace una reflexión sobre el horror y la irreparable psicosis que puede dejar en un muchacho episodios como el de Auschwitz.
Finalmente, cabe la pena destacar algunas manifestaciones realizadas por maestros contemporáneos para espacios simbólicos en iglesias, sin renunciar por ello a su laicismo. Tal es el caso de la fantástica decoración de Matisse en Vence, la iglesia de Ronchamp de Le Corbusier, la Capilla de Houston concebida por Rothko o multitud de pinturas para vidrieras realizadas por Alberola, Lüpertz o Flavin. Todo ello nos demuestra que más allá de las religiones, la espiritualidad es algo que forma parte de los buenos artistas, de quienes tiene algo que transmitir, se llame como se llame o se pinte del color que se pinte.

Créditos fotográficos:
Paul Chan. 1st Light, 2005. Instalación con videoproyección. Dimensiones variables
Cortesía de Paul Chan y Green Naftali Gallery, Nueva York. Caspar David Friedrich. Ruinen in der Abenddämmerung, 1831
Bayerische Staatsgemäldesammlungen, Neue Pinakothek, Múnich. Photo : Blauel / Gnamm-ARTOTHEK Franck Scurti. De lorigine du monde jusquà nos jours, 2005-2007. Técnica mixta, 24 dibujos de 47 x 36 cm. cada uno
Courtesy Franck Scurti y Galerie Anne de Villepoix, París. © Adagp, Paris 2008 Photo : Franck Scurti

Paul Chan
1st Light, 2005

Caspar David Friedrich
Ruinen in der Abenddämmerung, 1831

Franck Scurti
De l’origine du monde jusqu’à nos jours, 2005-2007

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