Respeto, la palabra desterrada. Por Mercedes de la Fuente

Crítico por un día

Dos lugares emblemáticos de Madrid, el Paseo del Prado y la Cuesta de Moyano, reciben desde hace algunos días la visita de unas monumentales esculturas de Gerardo Rueda, que han sido colocadas al aire libre para el disfrute de los paseantes.

Una de ellas, la que de entrada me resulta más llamativa, rezuma pintura amarilla, lo que atrae mi atención, al tiempo que me lleva a pensar que justo antes de su colocación le han debido de dar una manita para su mejor lucimiento, pareciendo más el trabajo de un pintor de brocha gorda que un acabado de restauración. Comienzo a rodear la escultura y rápidamente salta ante mis ojos una respuesta: un supuesto artista callejero ha plasmado su firma en uno de los flancos de la enorme pero indefensa escultura y, posiblemente, no era la primera vez que lo hacía

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