Renovación permanente: medio siglo de pintura en el Patio Herreriano

Nombres fundamentales del arte español desde los setenta se citan en Valladolid

Valladolid,

Hasta el próximo agosto, los amantes de la pintura española reciente tienen cita en Valladolid: el Museo Patio Herreriano presenta, bajo el comisariado de Mariano Navarro, la muestra “Pintura: renovación permanente”, que quiere incidir en la relevancia pasada y reciente de esta disciplina cuando ganaban peso crítico y expositivo otros lenguajes y también en las dos etapas seguramente más significativas en la evolución de ese medio en las últimas décadas: el final de los años sesenta y el inicio de los setenta y el fin de los noventa.

En el primer caso nos referimos a los últimos años de la dictadura, cuando un buen número de artistas, no integrados en la mayoría de los casos en colectivos definidos, entendieron que las investigaciones conceptuales podían trasladarse a los lienzos y que era posible no separar categóricamente abstracción y figuración y también diluir ciertas fronteras (creativas) con el pasado. En el segundo caso, el fin del siglo XX trajo a la pintura un nuevo impulso heredero del anterior: el cultivo, sin reglas estrictas, de los postulados figurativos o abstractos y una concepción expandida de la técnica, tanto en su propia definición como en su práctica.

Estos planteamientos de la exhibición del Patio Herreriano rompen con la extendida creencia de que los ochenta fueran la edad dorada de la pintura española reciente: Navarro entiende que en esos años alcanzó una notable difusión social, pero que no fueron las creaciones de aquel periodo especialmente inventivas y transformadoras respecto a las de sus décadas vecinas. Incluso la pintura local perdió entonces eco frente a la internacional.

Así, “Pintura: renovación permanente” quiere ser tanto un ensayo crítico como un recorrido por nuestro arte pictórico desde hace cincuenta años y se articula en torno a varias líneas de fuerza: la desmaterialización de la pintura, los nuevos modos de la abstracción, la pintura en el campo expandido y dos vertientes de la figuración bautizadas como narrativa y a-representativa.

La muestra se estructura en media docena de salas; la primera aborda la expansión de lo pictórico hacia territorios vinculados a otras disciplinas, como la escultura y la arquitectura, manteniendo el equilibrio de no perder su esencia y también su autonomía frente a la tradición. Encontraremos trabajos de Mitsuo Miura o Santiago Serrano, que han explorado, desde distintos enfoques, las relaciones entre volumen y pintura y de autores de generaciones más jóvenes que emplearon materiales antes insospechados para conducirla hacia dimensiones cada vez menos inauditas, como Miren Doiz, que la enlaza con lo instalativo y lo fotográfico.

Vista de "Pintura: renovación permanente" en el Museo Patio Herreriano
Vista de “Pintura: renovación permanente” en el Museo Patio Herreriano

Contemplaremos asimismo telas de Belén Rodríguez configuradas como cuerpos en el espacio, dos instalaciones de Carlos Macià concebidas específicamente para el Patio Herreriano, situados en su distribuidor y en la fachada de vidrio de la escalera; dibujos expandidos de Juan Carlos Bracho, monocromos de Paloma Gámez y los ejercicios de convergencia entre lo pictórico y lo escultórico de Guillermo Mora y Jaime Pitarch. De Sonia Navarro se exhibe una obra de gran formato ejecutada con telas de confección o espartos, un homenaje a la labor de las trabajadoras manuales.

La sección centrada en la desmaterialización se abre con el Homenaje a Rothko de Nacho Criado, prefiguración de numerosas prácticas de nuestro tiempo en la que los campos de color del americano devienen simulacros de esculturas. En el resto de los trabajos de este capítulo los elementos propios de la pintura se hacen fluidos e incluso se convierten en ideas: Aballí derrocha esos ingredientes básicos, sobre todo el color, para presentarlos en su simplicidad esencial; Pep Agut, Néstor Sanmiguel y Miquel Mont acerca la pintura al lenguaje y José Maldonado exhibe sus ventanas simbólicas en las que la cruz sugiere misticismo, un acercamiento plástico al más allá.

No podían faltar, en esa línea, Álvaro Negro y sus ensayos sobre los sistemas de representación y percepción (Item perspectiva, Symmetría) y también trabajos de Irma Álvarez-Laviada, Ángela de la Cruz, Kiko Pérez o Miquel Mont que analizan el medio pictórico desde sus elementos.

En la Sala 5 se propone la pintura como lugar donde pensar, en alusión a la creencia de David Barro de que acercarse al estudio del artista como punto de partida para pensar la pintura y lo pictórico en una serie de artistas que cobraron visibilidad ya entrado el siglo XXI es, sobre todo, confirmar la pintura. Veremos allí trabajos ligados al quehacer cotidiano y los materiales del taller: piezas que remiten a los procesos de trabajo de Álvarez-Laviada, Elvira Amor, Eloy Arribas, Miren Doiz, Alejandra Freymann, Paloma Gámez, Santiago Giralda, Rubén Guerrero, Miki Leal, Pere Llobera, Nacho Martín Silva, Nico Munuera y José Manuel Pereñiguez, desde la idea hasta la obra final.

El recorrido nos conduce, a continuación, hacia la abstracción y la llamada pintura fluida; es en este apartado donde encontraremos más figuras veteranas: Hernández Pijuan, Navarro Baldeweg, Carlos León, Ignacio Tovar y Juan Uslé. También veremos a José Díaz, que aúna referencias informalistas con las ligadas a la actualidad urbana y tecnológica; a Nico Munuera y sus horizontes, lugares hechos geometría por Ignacio Tovar, paisajes de Ballester Moreno expresados desde la contundencia formal o papeles austeros de Miguel Marina e imágenes, asimismo contundentes, de Rubén Guerrero, como Ejercicio de abstracción (electronics beats).

Por su parte, las pinturas de Elvira Amor subrayan el poder del color a la hora de generar experiencias sensoriales y de Sabine Finkenauer veremos frágiles trabajos en papel.

La Sala 7 nos introduce en figuración narrativa: en obras que prestan atención a la vida interior del cuadro, los argumentos de la imagen. Reúne los retornos a la mitología de Carlos Franco y piezas de Victoria Civera basadas en la fragmentación y la iconografía de género, que conectan en este sentido con trabajos de Patricia Gadea y Ángeles Agrela. También uno de los retratos de ambición expresionista de Santiago Ydáñez, los trabajos más figurativos de Uslé, Jorge Diezma y Luis Cruz Hernández, Pereñiguez y Sandra Gamarra, basados a menudo en imágenes preexistentes. Alain Urrutia, por su parte, explora los mecanismos pictóricos de construcción de significado y Pere Llobera cuestiona en su obra su propia condición de pintor.

La última sala, la octava, se centra en la mencionada figuración a-representativa, en la que convergió la pintura más subversiva en los setenta, abierta al humor, en una estela después seguida por Miki Leal o Abraham Lacalle. Veremos pinturas multirreferenciales de Gordillo, el pintor vivo de más edad en la exposición, junto a los del más joven, Eloy Arribas, que estudia cómo trasladar la propia experiencia a la práctica pictórica.

No faltan los sugerentes trabajos de Alejandra Freymann, interesada en un universo previo al lenguaje, al símbolo y a la interpretación; los de Secundino Hernández, en diálogo con la vanguardia histórica o Santiago Giralda, a quien en la pintura le interesaban más los modos que el contenido. Se entablan, asimismo, veladas conexiones entre los espacios vacíos de Alfonso Albacete y el aire arquitectónico de un díptico de Rasmus Nilausen y se exploran las conexiones de la obra de Finkenauer con Klee, Philip Guston, Jürgen Partenheimer, Malévich y Miriam Cahn.

 

Pintura. Renovación permanente en el Museo Patio Herreriano. Irma Álvarez Laviada
Irma Álvarez Laviada

 

“Pintura: renovación permanente”

MUSEO PATIO HERRERIANO

c/ Jorge Guillén, 6

Valladolid

Del 6 de marzo al 29 de agosto de 2021

 

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