Remembrance: Russian Post-Modern Nostalgia

Dore Ashton

Dos años antes de la disolución de la URSS participé en un encuentro con artistas, escritores y compositores soviéticos.

Yeshiva University Museum, Nueva York, hasta el 01/02/2004

Todos ellos habían manifestado durante el día su desprecio por la cultura soviética, pero a la noche, en el autobús que nos devolvía al hotel después del vodka y el baile, acabaron entonando los vibrantes cánticos de sus ya lejanos tiempos de Jóvenes Pioneros. Con su poco de vergüenza y su poco de ironía, lo cierto es que se les veía emocionados por sus recuerdos comunes. Esa actitud ambivalente tiene amplio reflejo en la exposición Remembrance: Russian Post-Modern Nostalgia, que reúne a unos veinticinco artistas, en su mayoría miembros de una diáspora repartida entre Nueva York, Berlín, Londres y París, junto a algunos residentes en Rusia. Aunque el comisario Alexandre Gertsman aporte al catálogo la rigurosa metodología desconstructivista de la teoría posmoderna, como él mismo lo llama, los autores de los textos se limitan a ofrecer especulaciones relativamente convencionales sobre los distintos lenguajes adoptados por estos artistas.

Grisha Bruskin, Untitled. Litografía para el Póster de Chicago International Art Fair, 1988
Señalan que para la nueva generación quedan ya muy lejos las grandes conmociones de los primeros años setenta, cuando se destruían con bulldozer las obras de los jóvenes rebeldes; que en artistas formados fuera de San Petersburgo y Moscú se observa el uso de color local; que las experiencias infantiles son importantes, y que la mayoría de estos artistas tienen una conciencia muy viva de la vitalidad de las posiciones vanguardistas antes y después de la revolución. Todos los autores hacen hincapié en la heterogeneidad del grupo, pero coinciden en que hay algo ruso aun dentro de la diversidad. Es lo lógico, y cada interpretación juega con esa sencilla realidad.
Por mi parte, yo veo las distintas alusiones a los estragos soviéticos no tanto en términos de desconstructivismo cuanto en la tradición del hombre del subsuelo de Dostoyevski, un personaje lleno de contradicciones, autocrítica y humor gogoliano, pero que declara solemnemente que lo principal y más querido es nuestra personalidad y nuestra individualidad. Como el antihéroe de Dostoyevski, algunos de estos artistas atisban un espectáculo desagradable por las rendijas del entarimado, mientras otros se asoman con cautela a lenguajes internacionales y se esfuerzan por estampar su personalidad es decir, su personalidad rusa sobre modos contemporáneos bastante extendidos. Gertsman reconoce que una muestra colectiva tan variopinta no autoriza a generalizar, pero apoya sus observaciones en lo evidente: que explícitamente o no, conscientemente o no, estos artistas trabajan dentro de un contexto sociopolítico compartido. . ..

Rimma Gerlovina & Valeriy Gerlovin. BE-LIE-VE, 1990
A juzgar por esta selección, hay una tendencia a utilizar la fotografía con inventiva, como la hay en todo el mundo. Pero además estos rusos tienen un legado que viene de Rodchenko, como puede verse en uno de los artistas de mayor peso, Vladímir Clavijo-Telepnev. Sus primeros planos de sufrientes, muy ampliados, son a la vez teatrales y expresivos. Las fotografías de Lev Poliakov guardan una relación más directa con las radicales perspectivas a vista de pájaro de Rodchenko y sus intenciones documentales.
Muchos artistas educados en el sistema soviético poseen una sólida formación en la gráfica y ahora vuelcan su pericia en moldes satíricos. Bajo el régimen anterior no fueron pocos los que trabajaron en el diseño de libros y carteles para sobrevivir. Hay ecos sardónicos de la mercadotecnia socialista en las litografías de Eric Bulatov, y en las composiciones serigráficas a modo de cartel de Alexander Kosolapov, por ejemplo Cóctel Molotov, donde Molotov aparece retratado junto al brazo musculoso de un trabajador que sostiene una botella de Coca-Cola con mecha.

Kosolapov, Molotov
En la exposición están presentes varios veteranos que vienen exponiendo en los países occidentales desde hace tiempo, y no hacen mal papel. No cabe duda de que Ilya Kabakov salvó su individualidad dostoyevskiana a pesar de las constantes alusiones a situaciones soviéticas. Su empleo de escritura a veces ilegible y su juego con la idea de lo ruinoso siempre sorprenden por su originalidad. El dúo Komar y Melamid despliega aquí su mordacidad habitual, que se vale del realismo socialista para poner en solfa la seriedad con que los ciudadanos soviéticos homenajearon tantas veces a sus héroes de Lenin en adelante.

Leonid Sokov Stalin and Marilyn (Two Profiles), 1989
La tradición del humor ruso, desde Daniel Kharms y Elf y Petrov hasta Griboyedov, tiene un buen continuador en Leonid Sokov, cuya escultura equivale a menudo a un chiste visual. Aquí se puede ver una broma de 1990: un Giacometti zancudo muy bien imitado en bronce, y, ocupando incongruentemente el mismo plinto, un retrato de un reconcentrado Lenin al estilo tradicional del realismo soviético.

Natalya Nesterova. Dream on the Shore (Reading Buber), 1999
Los pintores son pocos y no sorprende que destaquen. Quizá el talento más convincente sea el de Natalya Nesterova, cuyas sombrías pinturas expresionistas sugieren una rica vida interior. Son llamativas sus recientes variaciones de figuras como maniquíes colocadas en escaleras acaso la misteriosa escala de Jacob, lo mismo que la desafiante incorporación del alfabeto hebreo, todo un atrevimiento en su Moscú natal, donde el antisemitismo no es un fenómeno desconocido. El otro pintor notable es Oscar Rabin, parisiense de adopción que no tiene inconveniente en asimilar ciertas técnicas de la escuela de París, por ejemplo la combinación de óleo y collage, que maneja con soltura e inteligencia. Estos pintores se sirven de la memoria, pero no parecen particularmente nostálgicos. Es posible que algunos de los artistas representados sientan una nostalgia auténtica como afirma el comisario, pero en general ese sentimiento no es la fuerza que impulsa sus obras.
Traducción de María Luisa Balseiro

Komar& Melimed, George Washington as US Seal

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