Piranesi, imaginación entre las ruinas

La Biblioteca Nacional exhibe sus estampas romanas

Madrid,

Si un creador universal simboliza el amor artístico por el pasado y la ruina y el potencial para encontrar en ellos lo inexplorado, ese es Giovanni Battista Piranesi, grabador y arquitecto veneciano que vivió entre los años veinte y setenta del siglo XVIII y que encontró en Roma el escenario para desarrollar tanto su pasión por la arqueología como su, no menor, imaginación. Sus estampas de cárceles y sus vistas romanas, en las que conviven lo real y lo ideado, nos atraen y nos inquietan: evocan escenarios teatrales y a veces cinematográficos, pero en su día formaron parte de los recuerdos artísticos de aquellos viajeros europeos que acudían a Italia deseosos de introducirse en un pasado que no dejaba de estar presente a través de restos con evidente valor alegórico.

No pasó demasiado tiempo hasta que bibliotecas del todo el continente pugnaron por hacerse con sus obras y la Real Biblioteca española fue una de ellas: sus fondos fueron el núcleo a partir del que se fundó, ya en 1836, la Biblioteca Nacional de España. Y este centro es el que, hasta el próximo 22 de septiembre, presenta una muy extensa muestra del artista, comisariada por el que es seguramente uno de sus mejores conocedores en nuestro país, Delfín Rodríguez.

Giovanni Battista Piranesi. Fantasía arquitectónica
Giovanni Battista Piranesi. Fantasía arquitectónica

Los libros y estampas al aguafuerte de Piranesi que custodia la BNE componen uno de los conjuntos más significativos de este autor a nivel internacional, por eso esta exhibición, además de para poner en valor la figura del italiano entre el gran público, servirá para revisar al completo esa colección, formada nada menos que por 2.000 estampas reunidas en publicaciones, algunas más sueltas y geniales dibujos de orígenes diversos. Lafuente Ferrari llevó a cabo en 1936 su primer inventario, reimpreso en 1978, pero desde entonces (hace más de cuarenta años) no se habían estudiado a fondo estas piezas y la celebración, en 2020, del tercer centenario del nacimiento de Piranesi supone una ocasión muy oportuna para aportar un catálogo razonado de esas obras, algunas hasta ahora desconocidas, y una actualización bibliográfica. También para la restauración de los trabajos que lo requerían, desempeñada por el Departamento de Restauración de la Biblioteca Nacional junto al Instituto del Patrimonio Cultural de España; gracias a esas tareas, han podido recuperarse obras como el plano de Villa Adriana (1781) y más de medio centenar de estampas y, por otro lado, se ha digitalizado la totalidad de estos fondos.

Son más de 300 las estampas que forman parte de esta retrospectiva, acompañadas por varias matrices originales de Piranesi y dibujos, esculturas y pinturas de artistas coetáneos, y también se han incorporado a la muestra estampas y dibujos de Canaletto, Tiepolo, Palladio o Dupèrac con el fin de que podamos apreciar las relaciones y distancias conceptuales entre sus vistas y apreciar los modelos en los que se basó el veneciano a la hora de componer las imágenes que sedujeron a los viajeros ilustrados, a quienes emprendían el Grand Tour, a románticos como Víctor Hugo y a poetas y literatos que trabajaron, en buena medida, en torno a la noción del tiempo, como Baudelaire, Borges o Marguerite Yourcenar.

No es difícil encontrar en la obra de Piranesi melancolía y utopía y una conjugación insólita, en el siglo XVIII y hoy, de poesía y realidad, de drama y arquitectura. Además de encarnar como pocos una fascinación por la ruina sin la que no podríamos entender la escultura del siglo XIX y prácticamente todo el arte del XX, su figura simboliza asimismo las contradicciones de su tiempo, a medio camino entre el afán por instaurar la razón y la atención a los lados oscuros, del ser humano, de las ciudades y de la historia. Sus contemporáneos lo llamaron arquitecto loco (que dibujó, grabó, proyectó y escribió la arquitectura), no solo por representar espacios imposibles, sino por romper las convenciones académicas incorporando el recuerdo a lo futurible.

Nos agrada alternativamente lo alegre y lo grave y hasta lo patético, y aún el horror de la batalla tiene su belleza, y del temor mana el placer.

Giovanni Battista Piranesi. Piramide di Cayo Cestio
Giovanni Battista Piranesi. Piramide di Cayo Cestio
Giovanni Battista Piranesi. Interior de prisión con las dos garitas
Giovanni Battista Piranesi. Interior de prisión con las dos garitas

Explica Delfín Rodríguez en el catálogo de la muestra que Piranesi se apartó de la tradición vitrubiana y el racionalismo francés para detenerse en la ingeniería romana, en las construcciones etruscas y egipcias, poniendo de relieve que la arquitectura podía no basarse en la imitación y menos aún partir de la cabaña primitiva. Elogió por eso la Cloaca Máxima de Roma y en sus Cárceles confrontó madera y piedra, espacio y simbología.

Repertorios de estampas y vistas venecianas, además de los tratados de perspectiva y escenografía habituales entre los arquitectos de su época, alimentaron el imaginario de sus figuraciones, tanto en lo meramente arquitectónico como en lo ornamental y si se trasladó a Roma fue soñando con ser justamente uno de ellos: un arquitecto en el sentido práctico. En realidad lo logró, aunque solo sea autor de una obra conservada, la Villa Magistral del Priorato de la Orden de los Caballeros de Malta en el Aventino, porque probó que es posible serlo al margen de las edificaciones propias construidas: como decíamos, hizo arquitectura escribiendo, grabando y dibujando plantas, secciones, alzados u objetos decorativos existentes y no; también diseñando un alfabeto arquitectónico propio.

Se movió, por tanto, más en el terreno de lo imaginado que en el de la obra, en el del pensamiento que en el de la construcción. Fue autor de ruinas y textos llenos de erudición y fantasía en los que concitó la belleza y la pesadilla, y por tanto lo sublime y el drama. Él mismo definió el término al afirmar que nos agrada alternativamente lo alegre y lo grave y hasta lo patético, y aún el horror de la batalla tiene su belleza, y del temor mana el placer.

El monumento representativo solo podía ser para Piranesi elocuente, y responder a su función, si presentaba a quien lo miraba su reverso frágil, fragmentado y simbólico: el orden transgredido, la melancolía. Si se aproximó al clasicismo, fue entendiendo que se adentraba necesariamente en lo híbrido: pasado, historia y arquitectura eran para él un laberinto y por eso los representó. Revolucionó por su magistral captación de lo oscuro presente en cada gran obra lúcida, en el pasado imperial; por sus imágenes de sueños fantásticos, laberintos trágicos y fragmentos ensamblados, pero también por su virtuosismo en la técnica del aguafuerte: Bianconi lo llamó, poco después de su muerte, el Rembrandt de su época.

La Roma de Piranesi ni se vio ni se verá y en ella no hay espacio ni para la naturaleza ni para la población: es un artificio melancólico, pero la verosimilitud lograda gracias a ese manejo genial de la técnica sirve para hacer creíbles sus sueños, para sembrar la duda incluso en el que sabe que el italiano trabajaba desde la imaginación.

 

“Giovanni Battista Piranesi en la Biblioteca Nacional de España”

BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA

Paseo de Recoletos, 20-22

Madrid

Del 7 de mayo al 22 de septiembre de 2019

 

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