Data de 1911 y es una de las obras fundamentales en los fondos del Museum of Modern Art de Nueva York desde que este centro la adquiriese en 1949: L’Atelier Rouge de Matisse y su génesis centran una de las dos grandes exhibiciones (junto a la de Ellsworth Kelly) que la Fondation Louis Vuitton de París acoge este verano, en colaboración con el citado MoMA y con el Statens Museum for Kunst de Copenhague.
Contiene esa composición, que representa el estudio del propio artista francés, un conjunto de pinturas, esculturas, muebles y objetos decorativos que entonces se encontrarían en ese taller y que han sido reunidos, igualmente, con motivo de esta exposición en la que supone la primera salida de las piezas del atelier del fauvista en Issy-les-Moulineaux, en los Altos del Sena; junto a esas composiciones veremos otros trabajos (pinturas y dibujos) relacionados y material de archivo.
A sus 110 años, L’Atelier Rouge se ha convertido en un hito dentro de la extensa tradición de representaciones de los talleres de artista, objeto de estudio para cualquier pintor que se disponga a dejarse inspirar por el suyo, y también en una obra fundamental en el marco del legado de este autor por su decisión radical de saturar la superficie de su lienzo con una capa de rojo, procedimiento que retomaría siete años más tarde en su Armonía en rojo, en el Hermitage de San Petersburgo, y que sabemos que igualmente sedujo a Rothko y al mismo Ellsworth Kelly. Pese a su popularidad, sin embargo, esta estancia sigue guardando secretos.
El núcleo de la muestra lo constituye L’Atelier Rouge junto a media docena de pinturas, tres esculturas y una pieza de cerámica que, como avanzábamos, aparecen reflejadas aquí y que han sobrevivido al tiempo (no es así en todos los casos). Datadas entre 1898 y 1911, se trata de pinturas que resultarán familiares a los buenos conocedores de la producción de Matisse, como El joven marinero (II) (1906), que se exhibe en Francia por vez primera en treinta años; de algunas menos célebres, como Córcega, El viejo Mill (1898); y de piezas cuya ubicación última ha sido recientemente descubierta. Tres de las telas forman parte de los fondos del SMK danés –Bañistas (1907), Le Luxe (II) (1907-1908) y Desnudo con un pañuelo blanco (1909)-, mientras que la placa de cerámica, fechada en 1907, llega igualmente del MoMA.
Completan el conjunto composiciones que pueden vincularse, como dijimos, al Atelier: La Ventana Azul (1913) del MoMA y El Gran Interior Rojo (1948) del MNAM/Centre Pompidou, por ayudar a vertebrar la historia de este lienzo, el camino complejo desde su realización hasta su incorporación a la colección del museo neoyorquino, del que dan fe, además, cartas y fotografías, muchas de ellas publicadas o expuestas por primera vez, y un vídeo que analiza descubrimientos últimos sobre el proceso de elaboración de la pintura a raíz de las ciencias de la conservación.
Repasaremos parte de esa historia: L’Atelier Rouge se realizó como parte del encargo de un conjunto de obras a Matisse por Sergei Shchukin, magnate textil ruso, uno de sus mecenas más tempranos y leales -para entonces el artífice de Lujo, calma y voluptuosidad tenía cuarenta años, era una personalidad controvertida y su clientela no era extensa, pero sí ávida-. La obra inmediatamente anterior a esta, que plasmaba el mismo taller en rosa, fue acogida por Shchukin con entusiasmo, pero no fue el caso de este nuevo e innovador bodegón, que se negó a adquirir, al igual que otros coleccionistas en Londres, Nueva York, Chicago, Boston y Düsseldorf. Durante dieciséis años, el trabajo permaneció en manos de su autor, tiempo en el cual se expuso en la Segunda Exposición Postimpresionista de Londres, en 1912, y en 1913, en los Armory Show de Nueva York, Chicago y Boston.
Quien se hizo finalmente con la pieza, en 1927, fue David Tennant, el fundador del Gargoyle Club en Londres, una organización cerrada que integraba tanto a artistas como a aristócratas. Allí estuvo colgado L’Atelier hasta principios de la década de los cuarenta; poco después fue comprado por Georges Keller, director de la Galería Bignou de Nueva York, su último propietario antes del MoMA. En el museo la pieza cobró, podemos decir, una segunda vida, al ser admirada por todos los artistas y el público interesado: su enorme novedad fue repentinamente redescubierta. Y fue allí donde recibió su actual título, de manos de Alfred H. Barr.
El mismo Matisse explicaría las razones de esa seducción, en aquellos años: lo que hacía única esta composición de 1911 era su “abstracción”, derivada de la prevalencia inquietante del color rojo y posible pese a la representación precisa de los muebles, pinturas y objetos que en ese momento tenía cerca en Issy-les-Moulineaux, adonde llegó escapando de la precariedad parisina. Consciente de su importancia, el artista retomó este tema más tarde: destaca en ese sentido el citado Gran interior rojo de 1948, que ingresó en las colecciones del Musée National d’Art Moderne en 1950 después de haber sido exhibido en Nueva York por su hijo Pierre, en febrero de 1949. Puede verse, asimismo, en la Fondation Vuitton y su diálogo con el taller primero nos invita a comprobar cómo, en un lapso de cuatro décadas y en una etapa en que las creaciones del artista experimentaban profundos cambios, aquella composición pionera continuaba ofreciéndole lecturas; podría tratarse, como decía Proust, de ese tipo de imágenes que no se pueden apreciar cuando uno está demasiado cerca de ellas. Suponía una suerte de conjunción entre lo real y el espacio pictórico que llegaría a su plenitud en su traslación arquitectónica, en la decoración para la Capilla del Rosario en Vence.
Con anterioridad a su presentación francesa, esta exhibición pudo contemplarse en 2022 y 2023 en Nueva York y Copenhague.
“Matisse. L´atelier rouge”
8 Avenue du Mahatma Gandhi
París
Del 4 de mayo al 9 de septiembre de 2024
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