Liberar la forma de su contexto para que esta establezca nuevas y definitivas relaciones con los espacios que la rodean era, en palabras de Ellsworth Kelly, el objetivo de buena parte de su producción. Este artista, neoyorquino de 1923 y aún bastante más conocido por el público estadounidense que por el europeo, se formó en el Pratt Institute de Brooklyn hasta que, en 1943, tuvo que acudir como soldado a la II Guerra Mundial. Tras su cese, retomó sus estudios artísticos, esta vez en la Escuela de Bellas Artes de Boston, y se trasladó, ya en los cincuenta, a París, donde conoció a las grandes figuras que aún trabajaban allí, como Alexander Calder, Picabia o Brancusi, y también la obra de los maestros clásicos de la historia del arte, inédita para él hasta aquel momento.
A su regreso a Nueva York, cuatro años después, convertiría el color en el protagonista de sus pinturas y esculturas: piezas compuestas, en muchos casos, por la combinación de fragmentos monocromáticos, cercanas a la abstracción y carentes de discurso narrativo. En su carrera, y en la consideración que hoy hacemos de su trabajo, resultaría vital su participación, en 1964, en la muestra que Clement Greenberg comisarió, primero en el LACMA y después en otros museos estadounidenses, bajo el epígrafe de abstracción pictórica: este crítico había observado el nacimiento de un nuevo movimiento, derivado del expresionismo abstracto pero que favorecía la apertura o claridad en oposición a las superficies densas de aquel, y también vinculado a los estudios sobre la psicología de las formas de la escuela Bauhaus, que Josef Albers difundiría en Estados Unidos. Formaron parte de aquella exposición, junto a Kelly, los pintores Sam Francis, Helen Frankenthaler, Morris Louis, Keneth Noland o Frank Stella, autores de composiciones que no implicaban contenidos definidos sino que existían por sí mismas: lienzos de gran formato basados únicamente en el empleo del color, de forma absoluta. Podemos hablar de zonas cromáticas, más que de formas concretas.
Con motivo del centenario de su nacimiento -se cumple también una década de su muerte-, la Fondation Louis Vuitton ha logrado que Kelly regrese a París: en su primera gran exposición en Francia, organizada en colaboración con el Glenstone Museum de Potomac y el Ellsworth Kelly Studio, podremos contemplar cerca de un centenar de pinturas y esculturas, dibujos, fotografías y collages fechados a lo largo de siete décadas en las que, más allá de esa adscripción señalada por Greenberg, se mantuvo al margen de escuelas y etiquetas. La potencia visual de este autor se hace patente, en todo caso, de forma habitual entre los asiduos a esta institución: su auditorio alberga la última obra que se le encargó, Spectrum VIII, que se extiende desde el telón de su escenario hasta las paredes de la sala de conciertos y cuyos tonos rojos, amarillos, azules, verdes y violetas dialogan con la arquitectura de Frank O. Gehry. Se ha incorporado a esta propuesta, acompañándose de un documental que analiza su proceso creativo y contextualiza el proyecto en su trayectoria.
Esta exhibición, que ocupa las dos plantas de la Fundación (casi 1.500 metros cuadrados), repasa los lazos en sus trabajos de forma, color, línea y espacio a lo largo de su, como dijimos, larga andadura: la simplicidad de su vocabulario es engañosa; nos encontramos ante composiciones a menudo monocromáticas y aparentemente rígidas que no surgen del cumplimiento de reglas definidas, de su fidelidad a un sistema, sino de una búsqueda de caminos que permitan relacionar la paleta y las áreas que el color delimita con el hedonismo contemplativo. A veces, un color contiene completamente a otro y el resultado se asemeja a una imagen sobre un fondo, en ocasiones derivada de una forma natural; otras, parece que el lienzo, pese a su gran escala, no pueda constreñir toda la forma, arbitrariamente cortada a lo largo de su borde, y esta continuara en la mente del espectador.
En el recorrido llamarán nuestra atención pinturas de juventud como Tableau Vert (1952), el primer monocromo que realizó Ellsworth Kelly tras visitar Giverny, o Painting in Three Panels (1956), un ejemplo de su compromiso con la arquitectura; frente a ellas contemplaremos trabajos pertenecientes a sus canónicas series Chatham y Spectrum, junto a un conjunto de dibujos de plantas, motivo que le inspiró mucho a lo largo de su carrera, y una colección de fotografías rara vez expuestas.
Entre sus piezas últimas, ha llegado a París Yellow Curve (1990), la primera de una serie de pinturas de suelo a gran escala, que puede verse en un espacio especialmente concebido para ella, una instalación de más de sesenta metros cuadrados. Es la primera vez que se muestra al público en Europa desde su creación para una exposición en Portikus, en Frankfurt am Main.
“Ellsworth Kelly. Shapes and Colors, 1949-2015”, que así se llama esta exhibición, forma parte de “Ellsworth Kelly at 100”, una exposición itinerante organizada por el Glenstone Museum. La versión gala pivota justamente en torno a Spectrum VIII y más tarde viajará, modificaciones mediante, al M7 de Doha, en la que será la primera presentación de la pintura del americano en Oriente Medio.
“Ellsworth Kelly. Shapes and Colors, 1949-2015”
8 Avenue du Mahatma Gandhi
París
Del 4 de mayo al 9 de septiembre de 2024
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