Mathias Goeritz, máxima emoción

El Museo Reina Sofía estudia su obra mexicana

El retorno de la serpiente. Mathias Goeritz y la invención de la arquitectura emocional

MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA. MNCARS

C/ Santa Isabel, 52

Madrid

Madrid,

Tras sus muestras de Lygia Clark y Oiticica, el Museo Reina Sofía abre mañana otra exhibición centrada en una figura esencial para comprender el arte de la segunda mitad del siglo XX y su jerarquía de valores: Mathias Goeritz, artista nacido en Danzig que trabajó en Alemania, el norte de África, España y México entrando en estrecho diálogo con la cultura de cada país; en el nuestro participó en la fundación de la Escuela de Altamira.

Pese a las frecuentes alusiones a todas sus etapas, la muestra, titulada “El retorno de la serpiente. Mathias Goeritz y la invención de la arquitectura emocional” se centra en su fase mexicana y en el principio de “arquitectura emocional” que el propio artista planteó en 1954, en un artículo del mismo nombre en el que explicaba las bases estéticas y teóricas del conjunto de su trabajo, que abarcó campos tan diversos como el diseño de edificios, la pintura, el diseño gráfico, la escultura o la poesía visual, de la que fue pionero.

En una época de hegemonía del muralismo en México y de una Guerra Fría que en lo artístico se tradujo en la contraposición de un realismo de corte pedagógico propio de la Europa socialista y en una abstracción gestual de lenguaje pretendidamente universal en el bloque occidental, Goeritz y su obra pueden considerarse la prueba de que en los cincuenta y sesenta no había una sino muchas modernidades. Frente al predominio de la funcionalidad, y sin dejar de lado las enseñanzas de la Bauhaus, propuso obras, objetos y edificios que suscitaran en quien los contemplara una máxima emoción derivada de su manejo de lo teatral, su sentido de lo público y la escala monumental de sus proyectos.

Lo fundamental de su producción no es tanto la originalidad (no dio importancia a la autoría individual) sino la apertura de nuevos procesos a partir de ella, la concepción de la arquitectura como espacio colaborativo y la introducción de lo ritual y lo ancestral. Goeritz creía en el arte como totalidad, entendiendo que el proceso productivo está inmerso en la obra misma.

Componen la exhibición del Reina Sofía dos centenares de piezas entre bocetos, dibujos, maquetas, esculturas, fotografías y cuadros sobre tabla que nos hablan de un Goeritz experimental, lúdico y analítico que trabajó por dar s sus obras una dimensión pública: social y política, investigando las posibles funciones sociales del diseño.

La presencia de Goeritz en México resultó esencial para la carrera del de Dantzig (supuso el inicio de su reconocimiento internacional) y también para el desarrollo del arte público a gran escala posterior en ese país.

Podremos ver una selección de muros, torres y pirámides presentes en plazas de varias ciudades y vidrieras que creó para templos como la Catedral Metropolitana de México D.F, anagramas escultóricos que sirvieron como imagen corporativa o conmemorativa para parques públicos y zonas industriales o clouages y monócromos dorados que creó como celosías o muros plegados para edificios de empresas.

Buscad sus ideas para el malogrado Museo Experimental El Eco, sobre todo las reproducciones de la escultura Ataque, que daba la bienvenida a los visitantes a ese centro y que, con su geometría retorcida, puso en alerta a los realistas sociales; las imágenes de las icónicas Torres de Ciudad Satélite, un icono del desarrollo urbanístico mexicano en los cincuenta y la reconstrucción de la exposición “Los hartos”, en la que Goeritz mostró en 1961 su reacción al nuevo realismo europeo originando tal polémica que la muestra sólo permaneció abierta una tarde y fijaos además en el constante recurso del artista a cortes, dobleces, arrugas y pliegues para asombrar al espectador y poner en marcha su principio de arquitectura emocional.

El polaco compatibilizó su labor creadora con el ejercicio ininterrumpido de la docencia y mantuvo estrechas relaciones con nuevas generaciones de artistas, baste citar a José Luis Cuevas o Helen Escobedo.

En 2015, coincidiendo con la conmemoración del centenario del nacimiento de este creador, la muestra viajará al Centro Banamex de México D.F y al Museo Amparo de Puebla.

 

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