Manuel Álvarez Bravo. Castillo en el barrio del niño, hacia 1990
La Fundación MAPFRE repasa en su Sala de Azca la trayectoria del mexicano y sus intentos por liberar la imagen de su país de estereotipos
“Manuel Álvarez Bravo”
FUNDACIÓN MAPFRE. SALA AZCA
Avda. General perón, 40 portal D
1ª planta 28020
Madrid
Del 13 de febrero al 19 de mayo de 2013
Lunes, de 14:00 a 21:00 horas
De martes a sábado, de 10:00 a 21:00 horas
Domingos y festivos, de 12:00 a 20:00 horas
Del 13 de febrero al 19 de mayo de 2013, en Fundación MAPFRE. Sala Azca
En la obra de Manuel Álvarez Bravo, uno de los fotógrafos hispanoamericanos más celebrados del s XX (siglo que conoció al completo, vivió entre 1902 y 2002), los objetos devienen signos y las palabras se convierten en imágenes: sus fotografías se interpretan a menudo como poemas gráficos que han sentado las bases del desarrollo de este medio en el s XXI.
Su producción se ha asociado a menudo al folclore de México, al muralismo y sus resonancias políticas y a la estética del surrealismo, pero la muestra que desde mañana puede verse en la Fundación MAPFRE y que con anterioridad se expuso en el Jeu de Paume de París, quiere ir más allá, poniendo el acento en sus conexiones con las profundas transformaciones iniciadas en México por la Revolución de 1910: el abandono paulatino de la vida rural y de las costumbres tradicionales, el surgimiento de una cultura postrevolucionaria de influencia internacional y la adopción de modos de vida modernos y urbanos.
Manuel Álvarez Bravo. Obrero en huelga, asesinado, 1934
La fotografía de Álvarez Bravo tiene sus raíces en la sensibilidad popular mexicana, pero también se orienta hacia una perspectiva cosmopolita y destaca por su discurso poético propio, autónomo y coherente en el que recoge influencias de la pintura, la gráfica, la literatura y la música, y sobre todo del cine, de hecho, experimentó con películas de formato amateur (8 y súper 8 milímetros) durante los años sesenta. Según algunos conocedores de su trabajo, la de cineasta era su verdadera vocación.
Citado como antecedente del realismo mágico, Álvarez Bravo logra combinar en sus instantáneas lo pasado y lo presente, lo real y lo surreal, lo cotidiano y lo poético. Esta exhibición viene a saldar una cierta deuda europea en el reconocimiento a este artista, sí valorado por los fotógrafos de su tiempo a este lado del océano. En Azca podremos ver 150 copias fechadas entre las décadas de los veinte y los noventa, cuando Álvarez Bravo decidió retirarse.
Manuel Álvarez Bravo. Un poco alegre y graciosa, 1942
La muestra se articula en ocho secciones, en orden cronológico: Formar, donde se muestran los primeros trabajos que Álvarez Bravo consideró válidos, tras destruir sus ejercicios iniciales por considerarlos pictorialistas; Construir, donde se repasan sus primeros años como fotógrafo nocturno —de día trabajaba como contable—; Aparecer, que se detiene en el crucial año de 1931, cuando descubrió la obra de Atget y empezó a hacer fotos callejeras; Ver, dedicada a sus primeras exposiciones y publicaciones; Yacer, que narra los sucesos de 1934, cuando realizó la famosa foto del obrero en huelga asesinado y entró en contacto con autores extranjeros; Exponerse, sobre el inicio de la introducción de elementos surreales; Caminar, donde se exhiben algunas de sus fotos más conocidas sobre la vida diaria de los mexicanos, y Soñar, dedicada a la obra tardía de Álvarez Bravo.
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