“El color surge en lo más íntimo de la fantasía, porque solo es una cualidad, no es en absoluto una sustancia ni se refiere a una. Por eso los colores se han vuelto símbolos para quienes carecen de fantasía. En el color los ojos se aplican puramente a lo espiritual, el color ahorra el camino del creador a través de la forma en la naturaleza. Permite a los sentidos, en su absorción pura, que se encuentren directamente con lo espiritual, con la armonía. Quien ve está totalmente sumido en el color, mirar el color significa hundir la mirada en ojos ajenos, que la devoran: los ojos de la fantasía. Los colores se ven a sí mismos, en ellos se encuentra el puro mirar y ellos son su objeto y órgano a la vez. Nuestros ojos tienen colores. El color se produce en la mirada y colorea la mirada pura”.
Son palabras de Walter Benjamin, que también expresó que no había modo alguno de entender esa noción, la del color, que no existe sino como fenómeno perceptivo, que no pasara por la contemplación: Lo tienes que ver. Ese es el título que la Fundación Juan March ha dado a la muestra que abre mañana en Madrid y que, comisariada por María Zozaya, se ha propuesto no tomar dicho color únicamente como eje temático, sino tratar de que adquiera la forma de exposición. Su germen se encuentra en la que las sedes de esta institución en Cuenca y Palma de Mallorca dedicaron a Carlos Cruz-Díez en 2009, llamada precisamente “El color sucede”, que ya abundaba en el manejo de la paleta por este autor cinético en cuanto a sus posibilidades experienciales, y no tanto teóricas: Desde que inicié mi aventura de pintor he desarrollado una profunda afección por el color. Creía que cada mancha del pincel aplicada sobre la tela era un mensaje afectivo de primer orden y un testimonio inaplazable a comunicar. He insistido en hacer del color una vivencia, con un impacto afectivo que se sobrepusiese a cualquier otro artificio del acto de pintar, decía el venezolano.
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Recoge este proyecto casi ochenta obras en distintas técnicas (pinturas, esculturas, obras sobre papel, instalaciones, vídeo, textiles, cerámicas…) fechadas en los siglos XX y XXI -la más temprana, un Malevich de 1915; las más recientes, de este mismo año-. Solo una de ellas, un Hans Hinterreiter, pertenece a los fondos de la March y se estructuran, en convivencia y sin secciones, en las salas en forma de U de la Fundación, acentuando su carácter de cubo blanco contemporáneo, salvo por dos anejos: una wunderkammer que compila tratados sobre teoría del color de los siglos XVIII y XIX, materiales del ámbito animal y vegetal que han dado origen a pigmentos, textiles y vidrios, restos herculanos o máscaras griegas y romanas que prueban que el cromatismo estuvo presente en las creaciones artísticas desde sus fases más tempranas; y una sala donde se proyecta el documental breve e inmersivo Coloramas, a cargo de Aníbal Santaella, que condensa con mucho acierto en poco más de cinco minutos las claves del color como fenómeno físico, las aportaciones de sus estudiosos en la ciencia y en el arte y sus implicaciones sociales y políticas subrayadas por artistas recientes, como Angelica Dass en su pantone de pieles.
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Forman parte de esta exaltación cromática artistas que, como dijimos, desde distintas generaciones y puntos de partida conceptuales y estéticos, han recurrido al color como principio estructurador de sus producciones, liberado de la forma y de la narrativa, sustantivo y no adjetivo: desde el citado Malevich hasta Rosa Brun, Teresa Lanceta, Olafur Eliasson, Felipe Pantone o Guillermo Mora, pasando por Yves Klein, Frank Stella, el mencionado Cruz-Díez, Lucio Fontana o Mondrian. Los sospechosos habituales se dan la mano aquí, en un recorrido que no los separa en hornadas cronológicas, con autores bastante menos conocidos al menos en España, como Polly Apfelbaum o Lubna Chowdhary.
Necesariamente magnética, esta exposición viene a celebrar las muchas paradojas del color: no existe en sí mismo, sino gracias a la luz, pero nada en el mundo podría imaginarse sin él; reflexionaron sobre sus esencias escurridizas desde Aristóteles a Wittgenstein; y aunque no ha dejado de estar presente en el devenir del arte, desde las pinturas rupestres a sus desarrollos digitales, solo la abstracción lo liberó de la línea, de la figura y del relato para convertirlo en eje de composiciones independientes.
Con los primeros experimentos en el marco de esa corriente se inicia esta colectiva, en la que nos espera planitud y no gesto, porque pese a que tanto en aquella wunderkammer como en Coloramas se da cuenta de las disquisiciones filosóficas, científicas, creativas y lingüísticas que han profundizado en su no ser, en sus combinaciones, sus aplicaciones psicológicas y prácticas o su dimensión social, en último término no nos queda otra que reconocer que el color debe ser visto, que consiste en experiencia y no en palabras, ni siquiera en ninguna materialidad. Y que cuando se convierte en centro se resiste a clasificaciones, desafía su consideración decorativa y pone en cuestión jerarquías.
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De Malevich e Ivan Kliun a Mora o Brun, la exhibición transita por los experimentos cromáticos en la Francia de los veinte y los treinta, De Stijl, el suprematismo, el constructivismo, la Bauhaus o la pintura de campo expandido, recalcando que si el siglo XX se sumergió en el poder cromático, las exposiciones de arte contemporáneo no parecen haber respondido suficientemente a esas indagaciones, tomando el color bastantes veces como tema pero no incidiendo en que podía, per se y sin línea como apuntamos, dar forma a un montaje museístico.
Como señalaba Rudolf Arnheim hace medio siglo, sin él no hay nada: Todo aspecto visual debe su existencia a la luminosidad y al color. Los límites que determinan la forma de los objetos se derivan de la capacidad del ojo para distinguir entre sí zonas de luminosidad y color diferentes. Eso es válido incluso para las líneas que definen la forma en los dibujos, que solo son visibles cuando la tinta difiere en color del papel.
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“Lo tienes que ver. La autonomía del color en el arte abstracto”
C/ Castelló, 77
Madrid
Del 28 de febrero al 8 de junio de 2025
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