El próximo martes Ivorypress abrirá al público la muestra “Books beyond Artists”, dedicada a los libros de artista y a su relevancia en la historia del arte.
El proyecto está comisariado por Elena Ochoa Foster en colaboración con el equipo de Ivorypress y se planteará como un segundo capítulo de la exposición “Blood on Paper”, que pudo verse en el Victoria and Albert Museum de Londres hace ya seis años y que también comisarió Ochoa Foster, en aquella ocasión junto a Rowan Watson, comisario de la National Art Library y director de la colección de libros de artista del Victoria and Albert.
¿Qué podremos ver en “Books beyond Artists”? Ediciones cedidas por coleccionistas privados, entre ellos Ben Brown (Reino Unido), Jean-Claude Meyer (Francia), Thaddaeus Ropac (Francia/Austria), Norman y Elena Foster, o por el Archivo Lafuente, depositado en el Reina Sofía; piezas procedentes de estudios de artistas como los de Olafur Eliasson, Roni Horn, Jenny Holzer, Miquel Barceló o Peter Sacks y ediciones llegadas de instituciones como el citado Victoria and Albert Museum, la Fundació Antoni Tàpies o el Brodsky Center, entre otras.
Ivorypress será vuestra parada obligada si os interesan los libros objeto más peculiares y las ediciones reducidas, como algunas realizadas por Paul McCarthy o Anselm Kiefer. Junto a ellas podremos contemplar libros pictóricos y escultóricos en los que el texto es mínimo o inexistente pues todo el protagonismo recae en la imagen, la escultura o a la pintura, el diseño o los materiales. En este sentido tenemos que mencionar el plegado del papel en libros como los de Ed Ruscha, John Baldessari, Lucio Fontana o Hiroshi Sugimoto, y el uso de componentes naturales en una edición expuesta de Richard Long.
La exhibición contará además con ediciones realizadas por Francisco de Goya, William Kentridge o Anthony Caro y con libros de artista realizados por Louise Bourgeois o Damien Hirst.
En otras ocasiones el libro cobra valor reivindicativo al convertirse en vehículo para expresar una protesta o un manifiesto, como en el caso de las obras del futurista Marinetti, de Santiago Sierra, habitual en Ivorypress, o de Martin Parr.
La muestra cuenta también con libros que hacen honor más estricto a su nombre, en los que la palabra es el principal elemento de interés, como en los ejemplos de Jenny Holzer o Isidoro Valcárcel Medina.
Otra línea de creación presente con frecuencia en los libros de artista y representada en esta muestra es la que establece un diálogo entre la literatura y las artes plásticas; podemos citar colaboraciones históricas entre artistas y poetas como el libro de Aleksandr Ródchenko realizado junto a Vladímir Mayakovski y otros ejemplos que ilustran o dan forma material a textos literarios de escritores como Octavio Paz o Stéphane Mallarmé de la mano de pintores como Robert Motherwell o Balthus.
Por último, el fotolibro también estará representado en “Books beyond Artists” de la mano de obras de diversas épocas de artistas como Henri Cartier-Bresson, Sophie Calle, Miguel Rio Branco o Ai Weiwei.
Ante tanta diversidad, se impone quizá en el espectador un intento de definición de libro de artista. ¿Libro “común” elaborado por un artista u objeto artístico en sí, con las páginas, si las hay, como soporte? Hablamos sin duda de un medio de expresión creativa que sólo puede entenderse desde parámetros nuevos y abiertos, de un género independiente e interdisciplinar; en definitiva, de un objeto artístico en sentido estricto.
Aunque resulta complicado fechar sus inicios, muchos citan la obra de Ruscha del 63 Twenty-six Gasoline Stations como trabajo clave en la concepción del libro de artista como género independiente y contemporáneo en esencia. Eso sí, Ruscha no trabajó a partir de la nada: los estudiosos de este campo consideran referentes fundamentales a Mallarmé, Apollinaire, también a Duchamp y a los poetas concretos y visuales de los años 60, con dado su interés por el valor visual y espacial de las páginas.
La escritura de los libros de artista no es, por tanto, literaria sino plástica; las posibilidades, infinitas y el juego con la tactilidad y el olfato y con la participación o manipulación de las piezas por los espectadores, o potenciales coleccionistas, son parte importante de su atractivo. No podemos olvidarnos tampoco de su portabilidad y fácil manejo.
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