Jean Laurent, jaspeador antes que fotógrafo y después creador de un proceso para colorear retratos y vistas e inventor del papel leptográfico, abrió estudio en la Carrera de San Jerónimo de Madrid en 1856 y se especializó en los mencionados retratos, paisajes turísticos y vistas de tópicos pintorescos. Entre los catálogos con mayor proyección del que fuera fotógrafo oficial de Isabel II se encontraría Guide du Tourisme en Espagne et Portugal. Itinéraire artistique, porque daría lugar a un fondo iconográfico de más de seis mil negativos, hoy propiedad del Ministerio de Cultura, y entre los diversos autores, repartidos por ambos países, con quienes contó para elaborar el trabajo de campo se encontraba Jules Ainaud, francés como él, que a raíz de su encargo recorrió Cataluña entre 1871 y 1872 prestando atención a diversos lugares de interés artístico.
Dado que llevó a cabo esas imágenes a petición de Laurent y para su estudio, no figura en ellas su autoría y no fue hasta mediados del siglo pasado cuando comenzaron a legitimarse los derechos de autor sobre su obra, de ahí la relevancia de la exposición que ahora le brinda KBr Fundación MAPFRE en Barcelona, en el marco de la programación de PHotoESPAÑA y bajo el comisariado de Jep Martí Baiget. Consta de un centenar de fotos, la mayoría de ellas de gran formato, que se completan con vistas estereoscópicas, reproducciones de negativos estereoscópicos, cartas, álbumes y un óleo sobre tela y, además de exhibir cierta visión de algunos de los emplazamientos más atractivos de esa región en las últimas décadas del XIX, nos permite acercarnos a los métodos de trabajo de Ainaud, que utilizaba placas de vidrio al colodión húmedo —esto es, sensibilizadas a la luz y, después, expuestas y reveladas—, que originaban negativos de los que podían obtenerse varias copias idénticas, a diferencia del daguerrotipo, que era único. Para elaborar fotografías de exteriores, como en este caso, había que disponer de un laboratorio de campaña en el que preparar y revelar las placas y también contar con uno o dos ayudantes que facilitaran el movimiento del material, muy pesado.
Las imágenes estereoscópicas, por su parte, contaban con pocas décadas de andadura en el tiempo en que Ainaud recorría Cataluña. Fue en 1841 cuando Henry Collen llevó a cabo el primer retrato conforme a esta técnica, basada en un sistema que hace posible la visión tridimensional del ser humano, al reproducir las cámaras empleadas la función de los ojos: mediante dos objetivos, recogían sendas impresiones, aparentemente iguales pero que presentaban una pequeña diferencia derivada de la distancia existente entre las dos lentes, como si se tratase de los mismos ojos. A través de unos visores estereoscópicos, las imágenes se fundían luego en una única tridimensional.
La peculiaridad de las vistas de Ainaud, de las que en KBr podemos contemplar catorce, reside en que, sin embargo, fueron captadas con un único objetivo y no con dos, por lo menos las que tomó en Valencia y Murcia. Sería a partir de 1880, tras el nacimiento de la fotografía estereoscópica de aficionado, cuando la burguesía comenzó a retratar sus viajes; algo más adelante surgirían las extendidísimas tarjetas postales.
España, por el exotismo con que era contemplada entre los viajeros europeos desde finales del siglo XVIII (favorecido por la huella islámica en nuestro país, el atraso en las infraestructuras, la inestabilidad política o el apego a las tradiciones), se convirtió en un importante banco de pruebas de estos procedimientos, siendo destino habitual de intelectuales que trataban de encontrar aquí un territorio que encarnara una suerte de valores de pureza e ideales románticos; podemos citar al dibujante francés Alexandre de Laborde, autor de Voyage pittoresque et historique de l’Espagne (1806-1820); a Washington Irving, el escritor de Cuentos de La Alhambra; a artistas como Delacroix, Manet, Sargent o Rodin y a fotógrafos como Charles Clifford y los propios Jean Laurent y Jules Ainaud; este último recaló en nuestro país con la intención de quedarse seis meses, pero terminó estableciéndose en Barcelona hasta su fallecimiento.
Hasta ahora, la única vez que se habían mostrado al público sus imágenes tomadas en Cataluña, como dijimos en 1871-1872, fue en el Ateneu de esa misma ciudad, Barcelona, en 1872, pero ya entonces se daba por hecho que esos trabajos eran obra de Laurent, al ser de su propiedad. Hoy sabemos que no es así, y que Ainaud realizó además buena parte de las fotografías del área de Levante que comercializaría su compatriota. La exhibición en KBr, que forma parte de la línea expositiva de la Fundación MAPFRE destinada a profundizar en el conocimiento de archivos y fondos fotográficos, viene a recordar que en los últimos compases del siglo XIX proliferaron los estudios de éxito en muchas ciudades europeas (Bisson Frères, la London Stereoscopic and photographic Company, Fratelli Alinari) y, sobre todo, hará justicia a Ainaud y a sus métodos: en sus vistas estereoscópicas y en los negativos reproducidos en placas de vidrio destaca la riqueza de detalles apreciable, en comparación con la que permiten las obras en papel.
El reportaje catalán que alberga KBr se realizó en Tortosa, Tarragona, los monasterios de Poblet y Santes Creus, el monasterio y la montaña de Montserrat y Barcelona, y sobre su comercialización sabemos que, de las 300 vistas impresionadas en placas de vidrio de gran formato de las que consta, la casa Laurent comercializó 127 en papel a la albúmina, añadiendo algunos años más tarde a su catálogo comercial otras 67 vistas estereoscópicas tomadas por Ainaud con cámara de un solo objetivo en placas de vidrio.
Algunas de esas imágenes ofrecen un carácter más personal (como Poblet, Tarragona; Puerta real del convento, Tarragona; La muralla Ciclópea, Barcelona; Plaza del Comercio, antes de Palacio o Barcelona. Moro mendigando) y en ellas, como en otras que tomó en Valencia, Murcia o Elche, la figura humana cobra un valor diferente al del arquetipo, habitual en las fotos de la época, en las que las personas facilitaban percibir la dimensión de los monumentos o daban profundidad. Ainaud las muestra en situaciones o labores cotidianas, aunque sin apartarse por ello de los parámetros comerciales del momento: el fin último de estas composiciones no es la documentación, sino la divulgación de las escenas. No veremos tampoco, por esa razón, restos de monumentos en mal estado, inacabados o rodeados de edificaciones contemporáneas.
Conocemos a alguno de los clientes de las fotos del francés, como Buenaventura Hernández Sanahuja, director del Museo Arqueológico de Tarragona, que encargó a Laurent medio centenar de copias de fotografías de su catálogo para completar el discurso de ese centro (recibió para ello una subvención de doscientas pesetas).
“La Cataluña de Jules Ainaud (1871-1872)”
Avenida del Litoral, 30
Madrid
Del 8 de junio al 3 de septiembre de 2023
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