¿Dónde se esconden los años ochenta?

Teóricamente resulta inevitable pensar en Adorno y el decreto de muerte de todas las certezas, porque si algo pretende esta exposición es contar otra historia de los años ochenta, o más concretamente el esbozo de una historia todavía por construir y que en este caso no es más que la visión de un agente activo de esa década desde la posición privilegiada de la Kunsthalle de Berna donde el comisario de esta pretendida topología de los años ochenta realizaba su programa de exposiciones. “Años 80. Una Topología” es, por tanto, la exposición de Loock, personal e intransferible, y uno no ve mal esa particularidad, acostumbrado a la repetición mimética de ideas ya masticadas que una y otra vez pueblan nuestras salas de exposiciones. Si el arte busca cierta confrontación con la realidad y con el propio arte, necesitamos puntos de fricción también a la hora de (de)construir sus discursos y eso es lo que busca encarecidamente y consigue Ulrich Loock. Ahora bien, es muy posible que las referidas contradicciones sean más de las buscadas, algo que se percibe en un montaje sin transpiración y una selección de obras un tanto maquiavélica sobre todo en relación al contexto del arte portugués. 

 

En principio, el interés del Museu de Serralves por contextualizar su propio programa (muchos artistas de los presentes han sido protagonistas individuales en el Museo) y colección, nos hace pensar en “Circa 1968”, la muestra comisariada por Vicente Todolí y João Fernandes con la que se inauguraba este Museo. Pero aquella exposición, bastante más afortunada e interesante que ésta, no buscaba enmarcar otra historia oficial sino profundizar en ciertas diferencias específicas a partir de quien sí la había construido en aquellos momentos de redefinición del arte, simplemente por partir, en muchos de los casos, de obras no paradigmáticas en la trayectoria de sus artistas clave. Porque el diálogo siempre nace de un punto de conflicto, de un coquetear y buscar las cosquillas a lo virtualmente representativo de un momento específico y de un contexto predominante. Y ahí radica la oportunidad de esta topología; por algo la propia palabra se define como una rama matemática que estudia las propiedades de las figuras con independencia de su forma o tamaño. Ante la euforia económica y el concepto de mercado como principal vanguardia de los ochenta, el universo de poder euro-americano, el regreso a la pintura y los grupos tipo transvanguardia o la nueva figuración, aquí se enfatiza la ausencia de paradigma y la existencia de una serie de países entonces periféricos que anuncian el desarrollo globalizado que dominará los noventa.

Pero la pregunta es si realmente podemos construir el discurso de los ochenta sin atender a evidentes problemas sociales y condiciones políticas indiscutibles. Al tiempo, nos queda la duda de si lo que se nos presenta aconteció verdaderamente como discurso en un momento donde lo económico dictaba y marcaba los ritmos más que nunca, o es más un ajuste de cuentas fácil de hacer desde nuestro presente cargado de pequeñas narrativas. Por momentos ese intento de ruptura del canon se formaliza como mudanza del canon mismo y ahí la subjetividad anti enciclopédica se fusila a sí misma para situarse en una suerte de revisionismo mal revisado, o cuando menos, incompleto; aunque la exposición se anuncie con el cartel de mayor exposición realizada sobre el tema. La reivindicación de la figura solitaria del artista, ahora en feliz y excedida compañía, quizás necesita aquí confrontarse verdaderamente con o que sí existió en acto, con lo que realmente pasó. De lo contrario, como espectadores nos veremos envueltos metafóricamente en una pieza expandida del mismo Franz West (uno de los artistas destacados de esta muestra), en medio de una arquitectura improvisada donde ajustar nuestro propio cuerpo.