Hugo Alonso expone de nuevo en Alzueta Gallery

Barcelona, 23/03/2022

Habitualmente, mientras da forma a sus ideas en el estudio, desarrolla una pintura, dibuja o esboza el ritmo de una secuencia de vídeo, la música acompaña a Hugo Alonso; a veces, animando el ambiente y otras transformando la atmósfera de su taller, haciéndolo más frío o desolado. Muchos artistas han experimentado que las melodías ayudan o complementan la elaboración de sus trabajos o la escritura de sus textos, que son la compañía perfecta para cualquier actividad y a veces, también, la pausa correcta: un paréntesis adecuado o la inyección de un estímulo necesario para emprender un proyecto. Sabido es que los sonidos activan emociones, pueden invitarnos a viajar al interior de nosotros mismos o despertar memorias.

Por eso la última individual de este autor en Alzueta Gallery, en su sede barcelonesa de Turó Park, se titula “Audio”, aunque las obras que la componen son fruto, en el fondo, de una inversión de esos términos: las realizó como pausas o descansos mientras estaba embarcado en otras propuestas y en ellas la música es, de uno u otro modo aunque no explícitamente, la protagonista; por haberla escuchado de camino a la montaña buscando material visual, contemplando determinadas imágenes que inspiraron otras, por disfrutarla atentamente en ese estudio tras lograr un vinilo ansiado o por crearla él mismo, bajo su alias Lynda Blair.

Vídeo y sonido siempre han sido referencias claras en la producción de Alonso: es fácil pensar que sus lienzos juegan a ser otra cosa, a disfrazarse de un medio artístico que no les correspondería atendiendo a ciertos cánones; también que contienen un tiempo cinematográfico detenido o que se asemejan a fotogramas integrados en una sucesión visual.

Hugo Alonso. Tilda — Hugo Alonso. *Tilda*

Esta muestra invoca una vez más, a partir de su obra, la idea de una pintura condicionada por otra disciplina creativa: los temas y formas de ejecución de las piezas se han planteado siempre a partir de esas composiciones melódicas, de la secuencialidad del sonido o la cadencia de una frase musical. Pero también está aquí el séptimo arte.

Decía hace años el crítico Carlos Delgado que Alonso trabaja “en la frontera entre lo que puede ser apropiado, manipulado y transformado semánticamente” para presentarnos en sus telas esos mundos tan análogos al real que puede crear el cine y que rescatan de la penumbra aspectos de nuestro entorno que de otro modo nos pasarían desapercibidos. En la mayor parte de sus proyectos hasta la fecha, recopila este autor en primer lugar imágenes tomadas de Internet o de ciertos filmes (a menudo de películas clásicas de terror o de ciencia ficción) para, a continuación, manipularlas mediante procedimientos digitales y, por último, trasladarlas al medio pictórico valiéndose de métodos tradicionales.

No podemos decir estrictamente que Alonso haga suyas, por tanto, imágenes ajenas, sino que nos ofrece una versión personal de aquellas tratando de poner de relieve las zonas oscuras de lo cotidiano, ese lado siniestro de lo que nos es habitual que el cine a menudo se ocupa de subrayar. Al alumbrar obras con una gama cromática muy reducida, de formas borrosas y planos reorganizados, nos propone adentrarnos en un juego complejo, en un terreno entre la realidad y la representación: el del simulacro.

Sus remakes cinematográficos no son copias de las imágenes originales, sino dobles de las mismas muy personales y fragmentarios; media entre ellas una distancia en la que parecen tener cabida los fantasmas y también los nuevos sentidos que cuestionan convenciones y hegemonías, su propia mirada. Decía Walter Benjamin que irrecuperable es cualquier imagen del pasado que amenaza con desaparecer en cada instante presente que no se reconozca evocado en ella; ese reconocimiento parece buscar el artista.