Helena Almeida. El cuerpo que se hizo lienzo

Sin embargo, sus piezas, aunque relacionadas con estas disciplinas, no son exactamente lo mismo; sino que constituyen una suerte de mezcla entre diversas prácticas artísticas y tendencias, cosa que sin duda las convierte en propuestas completamente únicas en su especie. Tomando como base la fotografía, Almeida lleva a cabo algo que tampoco es fotografía; en vez de enseñarnos la realidad a través de su mirada -como hace tradicionalmente este arte- Almeida se sitúa dentro de la propia foto, valiéndose de su marido, el arquitecto Artur Rosa, para realizar las instantáneas. Después, esa imagen se convierte en el lienzo sobre el que trabaja con diversos pigmentos y materiales -antes, durante o después del revelado- de tal modo que su propio cuerpo se convierte en el soporte de la obra; creando piezas en las que el dibujo, la pintura, la escultura y la performance se unen de manera excepcional dando lugar a una auto-representación, pero nunca al autorretrato. Almeida, deja por tanto también de actuar como una pintora, representándose a sí misma o interpretando cosas ajenas a ella, para trasformase en la propia obra de arte, para habitarla. Dentro del marco de la IV Mostra Portuguesa en Madrid, la Fundación Telefónica acoge en sus salas de Gran Vía una exhaustiva retrospectiva que repasa la carrera de la portuguesa, arrancando en el momento en que la artista deja la pintura para dar sus primeros pasos en la elaboración del peculiar lenguaje expresivo que ha caracterizado su obra durante los últimos cuarenta años, para terminar con la última serie que ha realizado. Se trata, sin duda, de la mejor de las muestras que hasta el momento hemos podido visitar en las nuevas salas de la Fundación, no sólo por la extraordinaria calidad de las piezas que se presentan, sino también por la perfección con que éstas se adaptan a las asépticas salas, confiriendo al espacio una fuerza de la que normalmente carece. El título de la exposición “Tela rosa para vestir” es el nombre de la primera fotografía, realizada en 1969, en la que Almeida comienza a explorar los límites de la arquitectura, de la pintura y de sí misma como artista. A partir de ese momento, su cuerpo actuará como generador de espacios e imágenes, y la fotografía se convertirá en el medio ideal para representar pequeñas secuencias, siempre en blanco y negro, en las que de un modo u otro se hace referencia a la pintura. Durante las cuatro décadas en las que la creadora ha trabajado en este sentido, encontramos también importantes variaciones en sus piezas y, quizá, la más significativa es la que podemos ver en dos de sus últimas series, que también podremos encontrar en la muestra: Dos espacios (2006) y El abrazo (2006). Los formatos no sólo se magnifican, sino que además Almeida ya no aparece sola, introduce a su marido en la imagen dando un paso más en sus estudios sobre el espacio, e invitándonos a reflexionar sobre el miedo a la pérdida de lo que se ama. Más allá de la performance, efímera en su esencia, la artista nos ofrece una imagen congelada en el tiempo; una instantánea en la que ella deja de ser sujeto para erigirse como objeto, desdibujando los límites de los géneros artísticos. Una obra en la que no importa la belleza, importa la vida misma, con sus miedos y sus riesgos, con toda su intensidad.

Heleba Almeida
A Casa, 1979
© Col. ARCO, Lisboa

Helena Almeida
El abrazo
© Helena Almeida, Lisboa

Helena Almeida
Seduzir (#9), 2002
© Colección de Fotografía Contemporánea de Telefónica