“Hecho en Roma”, el resultado de un proceso vital

La Academia de Bellas Artes madrileña acoge los trabajos de los becados en Roma

Madrid,

Si uno se pregunta qué tienen en común los artistas españoles becados por la Academia de Roma, la respuesta sea posiblemente que mucho y nada, mucho en las intenciones y nada en lo formal; comparten las ganas por investigar pero sus procesos y resultados son tan diferentes que en su conjunto proporcionan una visión muy amplia y rica de lo que puede aportar la creación artística actual en nuestro país. En “Hecho en Roma”, la exposición de sus trabajos que permanecerá abierta hasta el 2 de abril en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, podemos descubrir el potencial de nuestros jóvenes artistas y que su trabajo no es fruto del azar sino que hay conocimiento y estudio detrás de cada una de sus propuestas.

Clara Montoya. Metamorfosis.
Clara Montoya. Metamorfosis

En palabras del comisario, Manuel Blanco, “no es una exposición colectiva, de una escuela o tendencia, sino de un grupo brillante que ha disfrutado del reconocimiento de ser becado por la Academia de España en Roma”. Entre ellos hay artistas plásticos, arquitectos, una maga, un poeta, un músico y dos musicólogas, un dramaturgo…, vamos, una buena mezcla de intereses, estilos y soportes. La muestra se inicia con Metamorfosis, una pieza escultórica de Clara Montoya que nos habla del paso del tiempo y de los cambios más allá de lo que se ve, es decir, de aquello que no podemos controlar, como los surcos caprichosos que el ácido provoca en un bloque de mármol de Carrara que va siendo lenta pero incesantemente corroído. Ya dentro de la sala encontramos Epitaffio per Roma, las partituras del compositor Antonio Blanco Tejero; los estratos de la ciudad eterna fotografiados por José Guerrero, un trabajo en el que hay que darse cuenta de que no se trata simplemente de fotografiar la arquitectura, sino que es la arquitectura la que se está haciendo objeto de una obra; o las ilustraciones y el cómic de Martín López Lam.

La representación de los espacios, en concreto de aquellos de control y represión, es el resultado de la profunda labor de documentación llevada a cabo por Iñaki Gracenea, que comparte sala con las confrontaciones y el juego de arquitecturas de Jorge Conde: fotografías en las que se superponen imágenes actuales con otras de la ciudad antigua y frente a ellas un panel de pantallas con entrevistas a todos los directores de centros de arte contemporáneo de la ciudad, muchos de los cuales ocupan espacios industriales que nos remiten de nuevo a esa transformación de la Roma clásica a través del arte. La investigación arquitectónica convive en esta sala, como lo hizo en la Academia, con la pintura pura de Josep Tornero y sus figuras inquietantes, fragmentadas, que acentúan el misterio sobre el negro profundo de sus fondos y disparan nuestra imaginación.

 

Hecho en Roma. Exposición de trabajos de los becados de la Academia de España en Roma
Vista de la exposición con obras de Iñaki Gracenea, Jorge Conde y Josep Tornero

 

La obra de Juan Zamora es llamativa en su forma y en su significado. Es un rito, una celebración de su estancia italiana, y tan “hecha en Roma” que tanto la mesa como el busto y cada uno de los elementos que vemos sobre ella se han venido desde allí, desde la sede de la academia romana. Juan ha recolectado elementos en la zona del Montorio y ha creado un Altar al dios Jano para jugar con la idea de dos divinidades que conviven en un mismo espacio, pues bajo la mesa ha dispuesto adoquines de San Pedro, en referencia al santo guardián de la Academia, construida en torno a su templo, el Tempietto de Bramante.

 

Juan Zamora. Montorio, de la exposición Hecho en Roma en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid
Juan Zamora. Mesa con altar al dios Jano y objetos recogidos en Roma

 

Un espacio simbólico y emblemático de nuestra Academia de Bellas Artes es, sin duda,  el antiguo despacho de Lafuente Ferrari y allí se han dispuesto los trabajos de cuatro de los becados. Uno de ellos es el estudio de la historiadora del arte Julia Ramírez Blanco sobre la hermandad de los Nazaremos, que se instalaron a principios del siglo XIX en el Monasterio romano de San Isidoro, estableciendo un paralelo entre esa comunidad de creadores y la de ellos, los artistas becados en Roma. También aquí vemos el trabajo de investigación -y casi un manifiesto- de Susana Arenillas sobre la recuperación de la memoria histórica de la Italia fascista, que se materializa en dos obras fundamentalmente: Desmemoria, sobre la “arquitectura desmedida” del régimen de Mussolini, con un fantástico ejemplo que hace hincapié en las luces y sombras del periodo en el que se construyó el conocido como Collosseo Quadrato; y la serie L’uomo Nuovo, inspirada por la represión sobre el colectivo homosexual en aquella época y el excesivo culto a la virilidad. En tercer lugar encontramos la investigación en arquitectura de Jaime Ferrer, que redibujar la obra del gran Luigi Moretti y la de Benjamín Domínguez (becado en la categoría de restauración) sobre la Carta de Rischio italiana, que se emplea para conocer, prevenir y programar las intervenciones sobre los bienes culturales.

Clara Montoya. Revolución-Carrara. Obra realizada durante su beca en la Academia de España en Roma
Clara Montoya. Revolución-Carrara

Continuamos la visita por la exposición entrando en el despacho de Juan Bordes, actual director de la Academia, donde el comisario ha improvisado un cine con una pantalla y varias sillas, las que más le han gustado, recolectadas de diferentes espacios de de la Academia. La programación audiovisual corre a  cargo de los becados en cine Alberto Díaz López y David Muñoz. Aquí lo recomendable sería ponerse cómodo y disfrutar.

La visita a esta planta finaliza dentro del Gabinete Goya, el punto más difícil del recorrido para poder integrar una obra de arte actual, aunque lo han resuelto magníficamente con otras dos obras de Clara Montoya. En una de ellas, una tablet con constelaciones nos avisa cada vez que una nueva estrella entra en órbita, en alusión a lo que pasaba en la Academia cuando entraba un nuevo miembro. Por otro lado, en el centro de la sala, una doble pantalla con visión de 360º nos sitúa en Carrara y proyecta la visión de la artista sobre el paisaje convirtiéndolo en si mismo en una obra de arte. La proyección recoge 24 horas reducidas a una hora.

Por primera vez, la exposición sale del espacio de la Calcografía Nacional y continúa en la escalera con las fotografías “afterhours” de Jesús Madriñán, retratos de la juventud de Roma tomados de noche en la calle, en su hábitat, pero utilizando técnicas de estudio sin ser posados preparados. Allí encontramos también otros trabajos no tan visuales y que requieren del vídeo y del audio para entenderse. En los nichos de la escalera se han dispuesto las referencias a los trabajos de los escritores Ulises Juárez Polanco (literatura) y Andrés Catalán (poesía) y en las mesas los de las musicólogas María Elena Cuenca, que estudia la figura de Francisco de Peñalosa, rastreando en los Archivos Vaticanos y romanos su estancia en la ciudad como cantor de la Capilla Sixtina en tiempos de León X, y Fátima Bethencourt, que trabaja sobre la cooperación musical surgida entre varias academias de Roma y el concieto que ofrecieron el 31 de mayo de 1929 en el desaparecido Teatro Augusteo. También tenemos a la pareja de comisarios (o “currators”, como ellos se denominan) Jaime González y Manuela Pedrón que a lo largo de su estancia en Roma han practicado y ejercido con los trabajos de sus compañeros. En el espacio de distribución central nos espera el interesante trabajo de Gabriela Bettini, con sus superposiciones de estratos de tiempo y espacio, momentos del pasado y del presente diferenciados mediante el recurso pictórico de dibujar trozos de cinta adhesiva como si se tratara de imágenes superpuestas añadidas. Y para finalizar, en el otro tramo de escalera, Inés la Maga, con su estudio sobre la historia del ilusionismo en Roma, con especial atención al mago Giuseppe Pinetti, y Rafael Villalobos, una de nuestras mayores promesas teatrales, con su ROMA es AMOR al revés, de cuya representación se han traído un llamativo nimbus de neón que cierra de forma resplandeciente este periplo por el arte “hecho en Roma” de nuestros becados.

 

 

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