El año pasado se cumplieron 30 años de la muerte de Hans Hartung, pintor alemán que realizó su primera obra bajo la influencia expresionista (conoció a Nolde, Marc o Kokoschka y se sintió tempranamente atraído por la brutalidad expresiva de Die Brücke y la intensidad escenográfica de Rembrandt, por el rigor tipológico de Klee y la claridad formal de Matisse), pero que siendo muy joven, con apenas veinte años, llevó a cabo sus primeras incursiones en la abstracción. Cuando el nazismo logró el poder, emigró a París –allí se casó con la hija de Julio González, después de unirse y antes de regresar con Anna-Eva Bergman– y, tras la ocupación de Francia, marchó al norte de África.
Volvió después a Europa, y llegó a sumarse a las fuerzas de Charles de Gaulle en 1943. Su compromiso le llevó a resultar herido en Alsacia y a perder una pierna (fue galardonado con la Croix de la Guerre y nacionalizado), pero consiguió regresar a París, ya habiendo cumplido los cuarenta, y la complicada etapa de posguerra supuso para él el inicio de un periodo dorado en el que desplegó su muy personal sensibilidad abstracta, más cercana a Kandinsky que al poscubismo de los treinta.
Si el informalismo destaca por su carácter concentrado, intimista y poético, subrayado por lo reducido de sus formatos en contraposición con los grandes lienzos de los expresionistas abstractos, Hartung intentó desarrollar a fondo esa vertiente emocional y subjetiva a través de trazos y manchas negros vigorosos que remiten a las caligrafías orientales y que también parecen adquirir el rol de signos musicales.
El Musée d’Art Moderne de la Ville de París abrió sus puertas el pasado otoño tras obras de renovación y su primera muestra en esta nueva etapa ha sido una antología dedicada al de Leipzig; su última retrospectiva en Francia, justo en esta misma sede, databa de 1969, así que esta nueva propuesta, además de proporcionarle visibilidad entre las jóvenes generaciones, busca ofrecer una mirada renovada sobre su trabajo, precursor de los caminos posteriores de la abstracción. Víctima del fascismo en su país y, como hemos visto, de la guerra en Francia, nunca dejó de pintar: se cifran en 15.000 sus obras y de esta exhibición forman parte trescientas procedentes de colecciones públicas y privadas, francesas e internacionales, aunque el mayor prestatario es la Fundación Hartung-Bergman. Además, el Musée d´ Art Moderne adquirió en 2017 cuatro piezas del artista, que se sumaron a las trece con las que ya contaba.
El recorrido hace hincapié en la gran diversidad de soportes que empleó, en sus innovaciones técnicas y en las también numerosas herramientas de las que se sirvió a lo largo de sus seis décadas de carrera, como la aspiradora inversa, el aerosol, la tirolina, el pulverizador, la pistola de aire o incluso la escoba y la fregona. Hizo así de la experimentación el centro de su trayectoria, más allá de compromisos conceptuales, ausentes; en ocasiones se debió a la necesidad de economizar materiales, sobre todo en los años que rodearon la II Guerra Mundial; otras, al deseo de exploración puramente plástica. Sus ensayos a partir de colores y formatos, de ampliaciones y repeticiones, o en torno a las nociones de la originalidad y la autenticidad resonarían en la obra de muchos autores posteriores, entre ellos Pierre Soulages, también recientemente homenajeado en Francia, que ha reconocido expresamente esta filiación. Para superar limitaciones físicas, llegó a contar con asistentes y a pintar polípticos con el objetivo de poder desplegar su gestualidad en profundidad.
La muestra del Musée d’Art Moderne está estructurada en cuatro secciones principales, al modo de secuencias cronológicas en sucesión, y además de pinturas, consta de fotografías (que le han acompañado a lo largo de toda su carrera), obra gráfica, ediciones limitadas ilustradas o cerámicas, además de documentos de archivo, libros, correspondencia, cuadernos, bocetos, revistas para jóvenes, catálogos, invitaciones, carteles y un largo etcétera documental.
Hablábamos de él como precursor, pero la obra de Hartung escapa a ese rol y se proyecta hacia el futuro, apelando al progreso humano y tecnológico desde una pintura gestual, lírica y emocional que bebía, sin embargo, de su pasión por la astronomía y las matemáticas y no puede comprenderse debidamente sin atender a ese origen (parcialmente racional). Gozó Hartung de una recepción crítica muy favorable desde los cincuenta y en 1960 fue galardonado con el Gran Premio Internacional de pintura en la Bienal de Venecia, reconocimiento al que le sucederían varias exposiciones en Europa y Estados Unidos y una destacada monográfica en el Metropolitan Museum de Nueva York en 1975.
Hans Hartung. “La fabrique du geste”
MUSÉE D´ART MODERNE DE LA VILLE DE PARIS
11 Avenue du Président Wilson
París
Del octubre de 2019 al 1 de marzo de 2020
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