Tras su paso por la Fundación Juan March madrileña, recala en el Museo Picasso de Málaga la muy alabada muestra “Genealogías del arte, o la historia del arte como arte visual”, que tiene mucho de intuitiva e incluso de lúdica y que está basada en un ejercicio de relaciones, en múltiples direcciones, que no quedará cerrado en las salas del centro ni en el periodo en que se prolonga la exposición, hasta el próximo mayo.
Las obras que componen “Genealogías del arte, o la historia del arte como arte visual” son piezas en sí mismas extraordinarias que proporcionan gran placer a los sentidos, pero su presencia en esta exhibición, comisariada por Manuel Fontán del Junco, Jose Lebrero y María Zozaya, se explica en cuanto que se insertan en un discurso sobre el que reflexionar: la vertebración posible de una historia del arte contemporáneo a partir de sus obras y no solo de los textos que estas han generado. Como no podía ser de otro modo, una de las figuras esenciales aquí representadas es Picasso, como inspirado y como inspirador.
El propósito de “Genealogías del arte” es probar que es factible, y necesario, contar la historia de la creación artística también a través sus mismas imágenes, con un apoyo textual puntual y reducido, conforme a un procedimiento inverso al de los libros y al que muchos hemos sido acostumbrados. La muestra se estructura en tres secciones: la primera y la tercera constan de diagramas y árboles genealógicos de la historia del arte y se han planteado a partir de ensayos de la historiadora del arte visual alemana Astrid Schmidt-Bukhardt, experta en el estudio de la evolución de las tendencias creativas a partir de la diagramática. En ellas encontramos, por tanto, representaciones visuales de la historia del arte llevadas a cabo, no solo por artistas, también por diseñadores, ilustradores, poetas, teóricos o ensayistas, y muy a menudo con una elevada carga de humor o crítica. Contemplaremos desde árboles propios del Renacimiento hasta presentaciones virtuales fácilmente disponibles en la Red, pasando por mapas, planos, tablas, modernas representaciones abstractas y conceptuales o cuadros sinópticos contemporáneos. Según Fontan del Junco, ambos apartados suponen prácticamente la traslación al espacio expositivo del Museo, al ejercicio comisarial, de los textos de Schmidt-Bukhardt.
La segunda sección parte de un diagrama concreto: el que empleó Alfred H. Barr para desarrollar, en 1936 en el MoMA, la muestra “Cubism and Abstract Art”, y que apareció en la sobrecubierta de su catálogo. Barr solo tenía entonces 34 años y articuló una genealogía del arte de su tiempo desde 1890 hasta aquel año 1936, toda una hazaña teniendo en cuenta los intensos esfuerzos de muchos autores de vanguardia por escapar de la tradición y romper filiaciones. Es en este sector de la muestra en el que Picasso ocupa un lugar esencial.
Este proyecto es todo un experimento, tanto visual como relativo a los modos de exponer: diferentes recorridos posibles por los nexos de inspiración entre unos y otros artistas, hacia delante y hacia detrás, se completan con señalética que enlaza la escultura negra, el cubismo y el fauvismo o, en otro camino evolutivo, los grabados japoneses, el sintetismo y Cézanne. El esquema de Barr se hace aquí nuevamente exposición; además, algunas de las obras llegadas ahora a Málaga formaron parte de la exhibición del MoMA, origen, como decimos, de este amplísimo panorama sobre las muchas formas posibles de contar el arte que niega que haya que confrontar el relato erudito y especializado con aquel abierto al entendimiento, y sobre todo a la mirada, de todos.
Ese deseo de acercarnos a una historia de las imágenes a partir de sí mismas podría parecer sencillo (como afirma Manuel Fontán en un texto del catálogo de la exposición, lo que debe hacerse con aquello que ha sido creado para ser visto es mirarlo), pero por prácticamente inédito, y por invitar al espectador a obtener conclusiones a partir de su propia observación y no de lecturas textuales ajenas, resulta más que ambicioso. Continuando con Fontán, una historia del arte que solo pudiera leerse sería algo tan extraño como una historia de la literatura expresada en exclusiva con ideogramas o a la que solo tuviéramos acceso mediante pictografías. Y por experiencia todos sabemos que, a veces, el dicho “una imagen vale más que mil palabras” es muy cierto.
En relación con esa misma ambición, las obras más antiguas aquí expuestas tienen origen desconocido; las más nuevas, fueron realizadas, como ha señalado José Lebrero, antes de ayer en cualquier lugar del mundo. Es inevitable tener la sensación, durante el recorrido de “Genealogías del arte”, de que su historia, tal como nos la han enseñado, no es suficiente, sino un punto de partida: hay otra manera de aprender, no basada en la memorización de corrientes y autores sino en la misma mirada. Como ha afirmado el director del Museo Picasso, con esta también pensamos y podemos pensar muy profundamente.
En ese segundo apartado de la exposición, el más extenso, son constantes las yuxtaposiciones inesperadas, las continuidades y discontinuidades, los “frotamientos” enriquecedores que demuestran que primero fue la imagen y luego la palabra. Supone, además, un homenaje a Barr, cuyos planteamientos, según Schmidt-Bukhardt, se han tomado por primera vez en serio en estos ochenta años.
Entendiendo que el conocimiento puede estructurarse en tres capas (imágenes, texto y datos o números), el americano fue el primer historiador del arte en elegir centrarse en la primera y en visualizar la vanguardia atendiendo a sus antecedentes y a sus influencias posteriores. Sentó así un paradigma en la evolución del arte contemporáneo que ha sido la base de la presentación de las colecciones del MoMA, pero que también fue modelo en la articulación de las colecciones de muchos otros museos internacionales, fuese para reforzar sus teorías o para combatirlas, porque todo diagrama, como síntesis a menudo didáctica que implica ausencias, puede ser objeto de crítica.
Subrayando la visualidad esencial y específica de la historia del arte, este proyecto incide igualmente en el sentido y potencialidades de la propia noción de exposición como herramienta de conocimiento que el texto complementa pero no puede reemplazar.
Entre los más de doscientos autores representados en esta exhibición, de la que forman parte pinturas, esculturas, obra gráfica, dibujos, muebles, fotografías y documentos, encontraremos, además de a Picasso, a Constantin Brancusi, Robert Delaunay, Max Ernst, Alberto Giacometti, Juan Gris, Vasily Kandinsky, Fernand Léger, El Lissitzky, Kazimir Malevich, Franz Marc, Henri Matisse, Piet Mondrian, Georges Braque, Paul Klee o Henry Moore.
“Genealogías del arte, o la historia del arte como arte visual”
c/ San Agustín, 8
Málaga
Del 27 de febrero al 31 de mayo de 2020
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