Desde este fin de semana podemos visitar en la primera planta de CentroCentro la gran muestra otoñal de este espacio: un homenaje a Antoni Gaudí que permite rastrear las claves de su arquitectura (la originalidad de sus formas, su atención a la ornamentación, al cromatismo y la riqueza de los símbolos; su inspiración en la naturaleza…), y que también quiere suponer una reflexión sobre la relevancia del modernismo en el siglo XX, dada su cambiante fortuna crítica.
En el caso del movimiento en Cataluña, el gran núcleo de su desarrollo en España, la intelectualidad no lo saludó con alabanzas salvo en el caso de un Dalí bajo influencia parisina (Andrea Levy, delegada del área de Cultura del Ayuntamiento madrileño, recordó que Josep Pla llegó a calificar como barraca el Palau de la Música Catalana y que Eugenio d´Ors se refirió a la Casa Milá como cantera troglodítica; en la misma Pedrera, por cierto, hubo en los sesenta un bingo y un mercado hippie).
El reconocimiento internacional para el de Reus, la gran figura de esa corriente, llegó sobre todo desde 1957, cuando el MoMA neoyorquino le dedicó una exhibición superando las reticencias de los responsables del museo, apegados al Movimiento Moderno (aunque en vida fue objeto de otra en París, a cuenta de Eusebi Güell, en 1910).
Ha comisariado la propuesta de CentroCentro Charo Sanjuán, quien ha incidido en que en Gaudí el genio individual y los caminos propios se conjugan con el peso de la cultura de su tiempo y de su propia formación en la Escuela Provincial de Arquitectura de Barcelona, y en que una mirada atenta a su trabajo, evidentemente original, permite conocer a un estudioso profundo de las formas y las estructuras, del arte del pasado.
En aquella exposición parisina sufragada por el Conde Güell, que tuvo lugar hace más de un siglo en el Grand Palais, los planos y dibujos habituales en las presentaciones sobre arquitectura se completaban con maquetas, modelos en yeso y fotografías de los edificios acabados, de gran formato y encargadas a Adolf Mas: para la prensa francesa fue una gran novedad y ese método de mostrar su legado logró que el montaje fuera comprensible para un público amplio que en otras condiciones no asistía a estas citas. Ese espíritu pedagógico se ha mantenido en CentroCentro.
Se articula el recorrido en siete secciones correspondientes a los principales proyectos de Gaudí (catalanes, al margen han quedado Cantabria y León), desde su participación en trabajos ajenos como ayudante hasta la inacabada Sagrada Familia. Contemplando planos, planimetrías y aquellas imágenes -algunas son las que se vieron en París- podremos comprobar la evolución y cambios habidos desde las ideas iniciales hasta las obras acabadas y adquirir conocimientos nuevos más allá de los tópicos; ese es el propósito.
Decíamos que antes de encargarse de sus propios diseños, se empleó como asistente de otros arquitectos y maestros de obras: fue delineante en el estudio de Francisco de Paula del Villar mientras este se hacía cargo del ábside de la iglesia de Montserrat, colaboró en varias ocasiones con Joan Martorell y también con Josep Fontseré, autor del proyecto de urbanización del Parc de la Ciutadella; Gaudí se involucró en su valla de cerramiento, su fuente monumental y el depósito de agua.
Siendo aún estudiante, en 1874, entró en contacto con la cooperativa La Obrera Mataronense, que había iniciado la construcción de su primera fábrica en esa localidad. Una vez titulado, sería su arquitecto principal y elaboró el plano general de la obra, que había de plasmar los ideales ligados al socialismo de utópico de Salvador Pagès y que incluía, además de las instalaciones de trabajo, escuela, biblioteca, tienda, casino, gimnasio, etc.
Mediada la década de los ochenta, una crisis en el sector textil derivó en el abandono del complejo sin finalizar, sin embargo, sí pone de manifiesto una temprana conexión del artista con la realidad obrera. Sería la única vez en que se involucrara en una obra de estas características, en adelante iglesia y burguesía serían sus únicos comitentes.
En 1883, el mismo año en que comenzó a hacerse cargo de la Sagrada Familia, inició asimismo la construcción de la Casa Vicens, residencia de veraneo de Vicens i Montaner. En su estructura predominan las líneas rectas y, en su decoración interior, el gusto oriental; el exterior enlaza con su trabajo en el Colegio de las Teresianas, encargo de 1888 en el que tuvo que partir del trabajo previo de Joan B. Pons.
Aquel 1883 resultaría especialmente fructífero porque fue también entonces cuando Eusebi Güell le hizo su primer encargo: el diseño de los jardines, las puertas de entrada y dos pabellones de acceso a su finca, que se destinarían a portería y caballerizas. Parece que este industrial había conocido el sello de Gaudí en la Exposición Universal de París de 1878, donde pudo ver una vitrina suya para la guantería Comella barcelonesa: de ser cierto, fue el primer paso de una senda afortunadísima de amistad y mecenazgo. Tras aquellos pabellones llegaron el Palau, el Parque y la cripta de la colonia Güell, además de la citada exposición francesa, y el arquitecto le daría la oportunidad de construir un programa simbólico, que lo acercara desde la burguesía a la aristocracia, antes de que Alfonso XII le concediera el título de conde en 1910. Llegó a compararlo Gaudí con los Médici o los Doria, según declaraciones recogidas en la exposición.
Más adelante llegarían sus proyectos para la alta burguesía, necesariamente relacionados con los cambios sociales derivados de la Revolución Industrial y con la ampliación urbanística barcelonesa, a la que dio forma, como sabemos, Ildefonso Cerdà. En su Ensanche encontramos las casas Calvet, Batlló y Milà, en las que se ocupó de absolutamente todos los detalles, desde los aspectos constructivos a la ornamentación, el mobiliario, los picaportes, las puertas. Si en la Casa Batlló las formas marinas o espirales dominan fachada e interiores, en La Pedrera cuidó incluso la ergonomía de los tiradores, la ausencia de toda vulgaridad en las torres de ventilación.
Finaliza la exposición, claro, analizando la construcción inconclusa de la Sagrada Familia por encargo de la Asociación Espiritual de Devotos de San José. Había de ser un templo expiatorio para difundir los valores cristianos en tiempos convulsos, cuando algunos llamaban a Barcelona la ciudad de las bombas.
Las obras del monumento comenzaron en 1882, conforme al proyecto de Francisco de Paula; Gaudí sería nombrado su arquitecto al año siguiente, convirtiendo la iglesia sencilla inicial en una construcción plena de magnificencia… que no pudo terminar dada su muerte trágica en un accidente de tranvía.
“Gaudí”
CENTROCENTRO. PALACIO DE CIBELES
Plaza Cibeles, 1A
Madrid
Del 14 de octubre de 2022 al 5 de febrero de 2023
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