Spotlight, periodismo en bruto

28/01/2016

SpotlightEste viernes llega a cines Spotlight, una de las películas candidatas a hacerse con el máximo galardón en los próximos Óscar (también le ha valido nominaciones a Rachel McAdams y Mark Ruffalo como actores secundarios y opta a Mejor Guión y Mejor Montaje).

Spotlight es el nombre de un grupo de periodistas de investigación que trabajan para el Boston Globe investigando a fondo asuntos controvertidos, con minuciosidad y tiempo, alejándose de la tiranía de la inmediatez. Ellos destaparon, en 2002 y sin sospecharlo en inicio, espeluznantes casos de abusos sexuales a niños por parte de sacerdotes en la ciudad y, no solo eso, la connivencia de abogados y de instituciones públicas para que los delitos de pederastia no salieran a la luz pública.

Sus esfuerzos, un año después, valieron a Spotlight el Pulitzer, y ahora han inspirado a Thomas McCarthy un filme académico pero no por eso carente de emoción en el que asistimos al progresivo descubrimiento de los abusos por parte de los periodistas de Spotlight, a sus numerosas dificultades y su tesón para lograr conseguir la verdad y los datos necesarios para que pudiera publicarse, y no solo eso, también a las rencillas propias de una redacción en la que no todos están de acuerdo sobre el momento idóneo para publicar la historia ni sobre los procedimientos adecuados para obtenerla. Y, uno de los aspectos más interesantes, hay cierto componente de autocrítica aunque la imagen dada de los periodistas de Spotlight invite a hacerles un monumento: se advierte en la película que el periodismo tiene una función social, y que no siempre cumple con ella cuando se menciona que algunos casos de abusos ya pasaron, años antes, por la redacción y no recibieron la cobertura merecida.

Spotlight, en el fondo, no es una película dedicada a los abusos, ni hace concesiones apenas a la exhibición de la vida privada de los miembros de este equipo: es fundamentalmente un homenaje al buen periodismo, tenaz, respetuoso con el lector y con los protagonistas de los hechos, comprometido con el lector y, sobre todo, independiente. En este sentido, podríamos decir que es una de esas películas idóneas para proyectar en las facultades.

No mueve a la risa ni al llanto, y en el argumento ni falta que hacen, pero sí genera tensión: no es difícil para el espectador empatizar con los periodistas protagonistas (todos lo son, trabajan estrictamente en equipo) y mantenemos en vilo la expectación, ante el caso de pederastia en sí, y ante los pasos hacia delante y hacia atrás de los investigadores en su trabajo. El buen ritmo es uno de los grandes valores de Spotlight, junto a su capacidad para sobrecoger sin recurrir al despliegue de las emociones evidentes que el caso de los abusos podría suscitarnos.

Spotlight

 

 

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