Literatura de dominio público

16/01/2018

En los últimos años, la Biblioteca Nacional de España ha adquirido la feliz costumbre de seleccionar y digitalizar para los internautas las obras de los autores que pasan a dominio público en los años entrantes.

En este 2018 que acabamos de estrenar, ocurre así con todos los autores fallecidos en 1937: sus trabajos pueden ser editados, reproducidos y difundidos públicamente según dicta la Ley de Propiedad Intelectual; los derechos de explotación de una obra subsisten 70 años después de la muerte del autor y se computan desde el 1 de enero del año siguiente a la muerte o declaración de su fallecimiento. Ese plazo es de 80 años para los autores fallecidos antes del 7 de diciembre de 1987.

De ellos, los autores fallecidos en el 37, la BNE está poniendo algunos textos, los de mayor interés, a disposición de los usuarios en la Biblioteca Digital Hispánica, un portal que da acceso a los fondos digitalizados de la BNE y del que os hablamos hace unos meses recopilando bibliotecas digitales. En total se digitalizarán unos 640 títulos a lo largo del mes de enero.

Entre los 111 autores fallecidos, seleccionados y con colecciones en la BNE, se encuentran los sindicalistas y políticos Andreu Nin y Ángel Pestaña, los periodistas y literatos Luis Maffiote y La Roche, Luis de Tapias y Alejandro Larrubiera, los militares Emilio Mola y Ricardo Burguete y el que fue creador de la Inspección de Trabajo, el ingeniero militar José Marvá.

También pasan este 2018 a dominio público los textos del geógrafo y etnólogo Francesc Carreras i Candi, los escritos sobre caza de Antonio Covarsi, las enseñanzas filológicas y literarias de Antonio G. Solalinde, las del historiador Julio Puyol y Alonso, las del cervantista Juan Suñé Benages y las obras del historiador catalán Antonio Rubió i Lluch, el naturalista Agustín Jesús Barreiro, el geógrafo y experto en historia natural Juan Carandell Pericay y las de Leopoldo García Alas y Argüelles, hijo del autor de La Regenta y rector de la Universidad de Oviedo (su padre ya ha sido digitalizado).

Para que los conozcamos mejor, la Biblioteca Nacional ofrecerá en su portal Escritores en la BNE perfiles de algunos de ellos.

Antes de poder acceder a esos perfiles, de lo que ya podemos disfrutar es del buen número de lecturas de autores españoles fallecidos entre 1900 y 1936 que ha digitalizado en años pasados la BNE. Lo recomendable es pasar por aquí y perderse leyendo, pero de entre todos ellos hemos elegido diez imprescindibles. Pinchando en sus nombres podéis acceder a sus trabajos volcados:

MIGUEL DE UNAMUNO (1864-1936)

Catedrático de griego en la Universidad de Salamanca, de la que fue rector, cultivó en principio inquietudes socialistas que luego sustituyó por hondas preocupaciones filosóficas, existenciales y religiosas. 1898 fue un año clave en su nueva toma de conciencia hacia un pensamiento independiente y crítico que le llevó primero al destierro en Fuerteventura y Francia (durante la dictadura de Primo de Rivera) y luego a la destitución en Salamanca (en la República) y al confinamiento en su casa (tras el levantamiento de Franco). Unamuno no era de nadie.

En sus ensayos y novelas (también fue autor teatral y de poesía lírica), volcó sus dudas sobre fe y razón y sobre las agonías del ser humano.

RAMIRO DE MAEZTU (1875-1936)

Anarquista en su juventud y defensor a ultranza de la tradición en sus años finales (entre una y otra etapa no pudieron pasar demasiados años), abordó una y otra vez el tema de España desde que en 1899 escribió Hacia otra España.

Vasco, pero castellano de adopción, como buen noventayochista, pasó mucho tiempo en Inglaterra y aspiró a acercar nuestra cultura a la británica manteniendo peculiaridades y, desde luego, una fe católica que consideraba motor de nuestra historia.

Como Joaquín Costa, pidió para la población escuela y despensa, pero no con intenciones renovadoras sino para que el país pudiera recuperar sus ideales pasados. Las suyas son lecturas imprescindibles para entender una época.

GABRIEL MIRÓ (1879-1930)

Miró fue un hombre de humanidad desbordante, discreto y sin pretensiones y sin avatares peculiares en su vida al margen de su muerte a los cincuenta, en plena etapa de madurez creadora.

Su obra ha sido sometida a interpretaciones dispares: la crítica tradicional incidió en su narcisismo contemplativo y la melancolía de sus textos; Max Aub, sin embargo, vio en él un magnífico escritor que pecaba contra la ley esencial del arte narrativo español porque en sus novelas nada o casi nada sucedía.

Nada salvo -como apuntó Jorge Guillén- la sensualidad, la devoción, el amor o el odio que rigen a señores y aldeanos habitando bajo el mismo sol. Muchos expertos consideraron que con él arrancó la tradición literaria modernista.

FEDERICO GARCÍA LORCA (1898-1936)

El tiempo de Lorca acabó en 1936, pero el de su obra se extiende sin quiebra. Además de ser poeta y dramaturgo, desarrolló una labor encomiable de difusión cultural dentro y fuera de España, adaptando comedias de nuestros clásicos para su representación por el grupo La Barraca, que él dirigió.

Su sensibilidad poética quizá se manifestó con más claridad desde Romancero gitano (1928), donde canalizó su imaginación y su cosmología personal en versos que comulgaban con el folclore. Sobre lo andaluz gitano construyó sus metáforas e imágenes preciosistas.

LEOPOLDO ALAS “CLARÍN” (1852-1901)

Fue conocido en su época más por su labor de crítico que por su faceta como escritor. Con La Regenta (1884) alcanzó un culmen del realismo decimonónico, dejándose inspirar por Zola, Tolstoi, Flaubert, Stendhal o Eça de Queiroz. Marca el dramático destino de Ana Ozores una ciudad-símbolo de la opresión.

VICENTE BLASCO IBÁÑEZ (1867-1928)

Fue un novelista contradictorio, porque en sus comienzos manejó ideas un tanto extremistas y finalmente recurrió a asuntos más cómodos y beneficiosos en lo económico, pero desde hace unos años viene siendo reivindicado.

Ligado al naturalismo, escribió una serie de novelas dedicadas a su tierra valenciana en las que habló de lucha de clases con cierto sensualismo descriptivo (Arroz y tartana, La barraca, Entre naranjos y Cañas y barro). Pero fue en La catedral, El intruso, La bodega y La horda donde trazó su epopeya de las circunstancias sociales y políticas de la España de entonces, apostando por una ideología revolucionaria afín al anarquismo.

Alfonso. Retrato de Valle-Inclán
Alfonso. Retrato de Valle-Inclán

RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN (1866-1936)

Eximio escritor y extravagante ciudadano, lo llamó Primo de Rivera. Su trayectoria literaria se inició en el modernismo y desembocó en un teatro de compromiso en el que surgió el esperpento. Su personalidad fascinante lo ha convertido en un tipo de novela; de hecho, como tal puede ser tenida la biografía que le dedicó Gómez de la Serna.

Es uno de nuestros mejores dramaturgos, aunque no tuvo la suerte de ver representadas en vida sus mejores obras. Ramón Sender dijo que su teatro era irrepresentable, pero hace mucho que esa afirmación no se sostiene.

PEDRO MUÑOZ SECA (1881-1936)

Fue la figura más representativa del género humorístico teatral del astracán, que se consolidó entre 1915 y 1935 (La venganza de don Mendo es su emblema) y conoció una popularidad sin límites.

Podemos leerlo cuando busquemos la risa: nos la proporciona a costa de retruécanos, chistes, equívocos e inverosímiles juegos de palabras. La figura central de estas piezas es el fresco, un pícaro desvergonzado y superficial que campa a sus anchas por la calle un siglo después. Exprimió al máximo las posibilidades del género experimentando con él: escribió 100 astracanes solo y unos 300 en colaboración con otros autores.

EMILIA PARDO BAZÁN (1851-1921)

Nacida en la Marineda de sus obras (A Coruña), doña Emilia creyó fervientemente que las novelas debían reflejar con fidelidad el tiempo en que fueron escritas, así que su fuente de inspiración fueron Galicia y sus gentes.

Autora prolífica, cultivó todos los géneros literarios, de la poesía al ensayo y las crónicas de viajes, y en muchos de sus textos defendió con fervor los derechos de la mujer. Además, fue periodista y crítica literaria y podemos considerarla precursora del naturalismo en España.

Entre sus novelas destacan Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza, dedicadas a la Galicia rural, sus gentes y su paisaje.

ROSARIO DE ACUÑA (1850-1923)

Fue, como Pardo Bazán, otra gran defensora de los derechos femeninos (se autoproclamó públicamente librepensadora, masona y feminista) y una de las escasas escritoras que en el siglo XIX conoció el éxito.

Sus novelas, obras de teatro y poemas le sirvieron como plataforma de transmisión de sus ideas avanzadas y su defensa de la razón frente a religiosidades cerradas y supersticiones.

 

 

 

 

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