La anomalía de Anomalisa

25/02/2016

AnomalisaLos que soléis leer nuestros contenidos  relacionados con artes plásticas sabéis que contar argumentos complejos, oscuros o serios utilizando estéticas aniñadas, cotidianas o intencionadamente inocentes es un recurso común para atrapar al espectador por la vía de lo conocido y de lo agradable y llevarlo después a terrenos más resbaladizos.

Anomalisa, nominada al Óscar a la Mejor Película de Animación (tiene pocas posibilidades ante Del revés, creemos), es y no es otra peli más de animación solo apta para adultos; lo cierto es que, a medida que avanza la trama, llegamos a olvidarnos de que sus protagonistas no son de carne y hueso. Lleva el sello de Charles Kaufman, guionista de Cómo ser John Malkovich y ¡Olvídate de mí!, y como otras tantas cintas últimamente, ha llegado a las pantallas gracias al crowdfunding y no al respaldo de los grandes estudios.

Se ha relacionado su argumento con una supuesta crisis de la mediana edad de Michael, personaje central de la historia y una paradoja en sí mismo, aunque quizá a la crisis podamos añadirle algo de inmadurez. Es un genio de la atención al cliente, y un exitoso libro suyo sobre el asunto es capaz de incrementar un 90% la eficacia de los empleados que lo consultan, pero fracasa cuando a quien tiene que atender no es a un comprador sino a su pareja. Es incapaz de mantener relaciones personales fructíferas: abandonó a una primera novia de un día para otro y sin una razón concreta, ha perdido el interés por su mujer, y en un hotel, durante un viaje de trabajo, conoce a Lisa, una mujer llena de complejos y de ternura que en un primer momento parece que vaya a romper la tendencia.

Le hace creer que realmente puede conectar con alguien, aprender a amar, o al menos obviar, sus defectos, y recuperar cierta alegría de vivir. El espejismo esperanzador es mutuo, porque ella es otro “número primo”, tímida e insegura pero con una voz adorable a la hora de cantar Girls just wanna have fun.

Salvo Michael y Lisa (ella solo en la noche del encantamiento, por la mañana todo cambia), todos los personajes de Anomalisa tienen la misma voz, y veréis que no es casual: Lisa es el único personaje con un tono cálido, humano, frente a lo maquinal del resto de voces, ya sean de hombres o de mujeres. Y esa automatización de las voces se corresponde a su vez con el tipo de relaciones que Michael mantiene con ellos: vacías de contenido. Solo Lisa marca la diferencia, mientras la marca.

Esa repetición de voces, y a veces también de caras, indica además la nula diferenciación que Michael hace de las personalidades de los demás y de los vínculos que mantiene con ellos: planos, sin estímulos, proyecciones exteriores de un problema interior.

La soledad adulta que aborda Anomalisa (Anomalía + Lisa) ya nos la anticipan el pasajero que acompaña a Michael en su viaje en avión para la presentación de su libro, necesitado de una mano, aunque sea ajena, de la que no se retira, y el taxista que lo conduce al hotel, con mirada perdida y ansiedad de diálogo frente a la fatiga comunicativa del protagonista.

Guión muy rico y empatía asegurada.

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