Cine de los ochenta para acompañar a Miguel Trillo y Espacio P

25/07/2017

Ya os hemos adelantado que este verano se presenta ochentero en el Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles: allí podemos ver, desde el pasado junio, muestras dedicadas al primer espacio creativo autogestionado de Madrid, Espacio P, vigente entre 1981 y 1997, y a los primeros trabajos de Miguel Trillo, los que mostró precisamente en las que fueron sus dos primeras individuales, ambas celebradas en Madrid: “PopPurri. Dos años de música pop en Madrid” y “Fotocopias. Madrid-London”, que tuvieron lugar en 1982 y 1983, respectivamente.

Pues bien, ahora que es posible que tengáis más tiempo para ver cine en casa, os proponemos otro viaje a los ochenta, este cinematográfico. Elegimos una decena de películas de aquella década que pueden ser un buen complemento a las muestras del CA2M o simplemente un entrenamiento para la melancolía de los nostálgicos:

TORO SALVAJE

¡No pudiste conmigo, Ray! ¿Recordáis a Robert de Niro interpretando al boxeador Jake La Motta, el toro del Bronx? La idea de filmar su historia partió de Robert de Niro, que tentó a Scorsese con el proyecto bastante tiempo hasta que el director se dejó convencer y rodó Toro Salvaje en 1980, dicen que volcando algunas experiencias propias en las tendencias autodestructivas de La Motta.

La película no narra tanto la vida del boxeador como la historia de un hombre cuesta abajo, que se arruina a sí mismo y procede del ambiente de inmigrantes italianos que Scorsese conoció bien en su infancia.

La interpretación de De Niro tiene algo de magnética y bastante de espantosa, por lo convincente de su interpretación de un hombre tan violento con los demás como consigo mismo (al parecer recibió clases del propio La Motta). Logró un Óscar y sedujo tanto como las cualidades formales de esta obra, su sonido retocado y la fotografía en blanco y negro de Michael Chapman, cercana, por lo despiadado, al neorrealismo italiano.

Logró transmitir De Niro que, para La Motta, los golpes eran más que un oficio y una compensación: eran un medio de comunicarse.

FITZCARRALDO

Esta peli que le valió la Palma de Plata en Cannes a Werner Herzog, en 1982, como Mejor Director, viaja al Amazonas de principios del siglo XX, etapa en la que se produjo allí algo parecido a la fiebre del oro: el mercado de este producto florecía, lucraba mucho a unos pocos, y mientras Fitzcarraldo -aquí interpretado por Klaus Kinski- soñaba con construir una ópera en el corazón de la selva.

Sus planes parecen disparatados y esta película es la historia de esa obsesión. Dadas las dificultades de rodar en la selva -y eso que ya la conocía bien, gracias a Aguirre, la cólera de Dios- Herzog lo tuvo todo en contra, desde el abandono de Jason Robards y Mick Jagger, que iban a ser personajes principales, hasta inundaciones, mordeduras de serpientes y el estallido de la guerra entre Perú y Ecuador.

Cuentan, incluso, que Kinski, el Fitzcarraldo final, protagonizaba ataques de ira tan intensos que un jefe indio se ofreció a matarlo si Herzog le daba la venia. La cuestión es que, quizá por ese carácter, el actor resultó idóneo para el personaje, un visionario solitario que coqueteaba con la locura. Las imágenes de una naturaleza salvaje son, asimismo, sobrecogedoras.

Klaus Kinski en Fitzcarraldo
Klaus Kinski en Fitzcarraldo

FANNY Y ALEXANDER

El meollo de Fanny y Alexander nos lo acercaba Bergman en su comienzo: un niño contempla un teatro de marionetas y desmonta, paso a paso, su decoración. Este chico es el alter ego del director, bajo cuya mirada se desarrolla el drama de la película.

Fanny y Alexander son miembros de una familia que dirige un teatro en una ciudad sueca, un tanto adormecida, a principios del siglo pasado. La abuela dicta las normas con la sabiduría y paciencia que le da su edad y Alexander sueña con fantásticos juegos y con hacerse profesional de los escenarios pero, cómo no, algo trastoca sus planes: la muerte de su padre.

Al año del fallecimiento, su madre contrae matrimonio con un severo obispo y renuncia a su carrera como actriz. El nuevo hogar de Fanny y Alexander nunca sería tal: los chicos viven intimidados por el puritanismo (pero logran escapar).

Al hablar de la necesidad del teatro, Bergman se refería a la necesidad de la imaginación en cualquier vida humana. Parte de la originalidad de la película reside en los encuentros de Alexander con el espíritu de su padre, que no casualmente había muerto de un infarto en un ensayo de Hamlet.

Aquí se entrelazan lo cotidiano y lo sobrenatural, imágenes austeras y barrocas; dicen que para el director sueco esta obra supuso un balance de su carrera: fue su último largometraje para el cine y la primera película extranjera en llevarse cuatro Óscars. Se fecha, por cierto, en 1982.

 

EL PRECIO DEL PODER

A lo mejor recordáis este Scarface (1982-1983) por su escena final, con Al Pacino como Tony Montana en las escaleras de su mansión, con más agujeros en el cuerpo que un queso Gruyère, disparando metralleta en mano. Su muerte fue tan cruel como su vida. Por eso algunos entienden esta peli dirigida por Brian de Palma como una obra de acción más bien brutal, pero aquí hay más.

La incapacidad de Montana de sentirse alguien sin recurrir a la violencia y su humillación frente a quienes más quiere dan a El precio del poder un cariz dramático. Las críticas cosechadas por esta versión del clásico de Howard Hawks fueron regulares, precisamente por su violencia explícita, pero sí algo destaca aquí es el retrato de la cara oscura de las ansias de poder y riqueza: el principio del fin que conllevan los excesos. Montana es un alma perdida que, como su madre pronosticó, destruye lo que ama.

Y dado que Oliver Stone fue el guionista, también hay en este filme una dimensión política acentuada.

BLADE RUNNER

Está a punto de estrenarse su última versión (será en octubre), pero el primer Blade Runner (1982) nos trasladaba a un futuro para el que ya no queda mucho: Los Ángeles, 2019. Rascacielos como templos se pierden en un cielo contaminado; en ellos se refugian los blancos, el resto de razas pueblan las calles. Quienes han podido han emigrado a colonias del mundo exterior y, para colonizar esos nuevos planetas, la Tyrell Corporation diseñó los replicantes, androides que tienen prohibido visitar la Tierra. Pero algunos no obedecen la orden y los blade runner deben buscarlos y destruirlos.

Hay quien ve en esta trama una alusión al día del Juicio Final, en el que solo los inocentes escapan del infierno; pero, en fin, es una hipótesis, y son tantas las alusiones filosóficas y teológicas de esta historia que nadie podría negarlo.

Harrison Ford daba vida al mejor blade runner, que vuelve al servicio tras hallarse cuatro replicantes en Los Ángeles. Esta peli, inspirada en una novela de Philip K. Dick, fue paradójicamente un fracaso comercial y, con el tiempo, un hito de la ciencia ficción.

Se trata de un cuento filosófico algo deprimente con decorados extraordinarios, una iluminación muy sofisticada y una banda sonora de Vangelis para la que faltan los adjetivos.

Blade Runner ha cumplido 35 años
Blade Runner ha cumplido 35 años

EL CONTRATO DEL DIBUJANTE

¿Amáis u odiáis a Peter Greenaway? En 1982 nos trasladó al s. XVIII en El contrato del dibujante, la historia de Neville, contratado por la señora Herbert para dibujar su finca y para lo que se tercie. La situación degenera, o genera, una trama policial con muertos mediante, el propio Neville incluido (al final sabemos que se esperaba de él un heredero).

La interpretación de la trama no es cerrada: el espectador tiene mucho que decir. Aquí hay reflexiones sobre la imposibilidad del conocimiento, la batalla perdida del naturalismo, la superficialidad y el artificio, y referencias a la pintura y la literatura clásicas. Una curiosidad: el propio director es autor de los dibujos de Neville.

Peter Greenaway. El contrato del dibujante
Peter Greenaway. El contrato del dibujante

EL CUARTO HOMBRE

Recordad Elle y pensad en el atrevimiento de Paul Verhoeven. Él dirigió, en 1983, El cuarto hombre, la historia de un escritor interpretado por Jeroen Krabbé que no sabe bien si sufre alucinaciones o es víctima de una conspiración: ¿paranoia o realidad?

Por contagio, tampoco los espectadores llegamos a saber a ciencia cierta si el protagonista, que además tiende a beber de más, delira o vive de verdad experiencias terribles.

Lo más provocador de la película, en sí no apta para espíritus cándidos, es el tratamiento de los símbolos religiosos, por la ausencia de tabúes. En su momento causó furor y premios.

TERCIOPELO AZUL

¿Estabaís pensando que nos olvidábamos de Lynch? En Terciopelo azul (1985), la cámara recorre Lumberton, un pueblo estadounidense de gente amable y tulipanes en flor. En medio de ese entorno bucólico, Kyle McLachlan encuentra una oreja humana devorada por hormigas, elemento fascinante en ese contexto y su billete de entrada en otro mundo.

Quien investiga el caso es Laura Dern y los primeros pasos de la investigación les conducen a Isabella Rossellini.

Esta es una película sobre la mirada en la que la cámara desempeña el papel de ojo y el voyeur siente el placer que le da el poder y la excitación de ser a veces cómplice y a veces expulsado, hasta convertirse, en el desenlace, en el testigo impotente de un acto brutal.

Por esa escena suele compararse a Terciopelo azul con Psicosis, también en cuanto a relevancia cinematográfica en sus respectivas décadas.

En su estreno suscitó controversia, pero… contribuyó a que viésemos a Lynch como visionario del cine moderno y a Isabella como mucho más que la hija perfecta de Ingrid Bergman.

 

SACRIFICIO

Esta obra de Tarkovski, de 1986, es una película contemplativa en la que toda la trama sucede en un día, más o menos, y en una casa junto al mar. Podemos considerarla una película testamentaria del director, que cuando la filmó sabía que tenía cáncer terminal, y reflexiona sobre los temas habituales en su trayectoria: el sentido de la vida, la espiritualidad perdida en el mundo contemporáneo, el temor a la muerte (peor que la muerte misma, pensaba) o las carencias del progreso. El título procede de la idea de Tarkovski de que la integridad moral se logra ofreciéndose a uno mismo en sacrificio.

Como no podía ser de otra forma hablando del cineasta, no hay aquí concesiones al entretenimiento ni la estética frívola, sí a los simbolismos, pero la fotografía es deliciosa.

 

INSEPARABLES

En este filme de David Cronenberg, fechado en 1988, Jeremy Irons da vida a unos gemelos univitelinos, ambos prestigiosos médicos especializados en fertilidad. Uno de ellos mantiene una relación con una de sus pacientes, a quien no puede ayudar, pero cuando se cansa de ella, no tiene inconveniente en que su hermano le sustituya. Hasta que él también se enamora de ella -ella, a todo esto, es Geneviève Bujold- y el equilibrio entre gemelos se tambalea.

Cronenberg cree -en su cine lo ha demostrado más de una vez- que cuerpo y alma son inseparables y que si solo valoramos uno, como suele hacerse en medicina, el otro puede resentirse. Así, en Inseparables aborda la renuncia a la identidad y su pérdida como procesos malignos asociados a la decadencia física.

Jeremy Irons como un par de peligrosos gemelos en Inseparables

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