4 3 2 1, maneras de crecer

15/12/2017

Paul Auster. 4 3 2 1Lo último de Paul Auster tras muchos años sin publicar ha debido suponer para el escritor algo parecido a hacer un ejercicio cubista escribiendo: nos muestra cuatro opciones de infancia y adolescencia de un mismo muchacho, Archie, nacido como él en Newark en 1947. La estructura del libro, tremendamente compleja, cobra tanto protagonismo en la obra como el mismo contenido de sus narraciones, porque esas cuatro versiones de una vida no nos las cuenta una detrás de otra, sino por pasos: cuatro primeras infancias, cuatro etapas de crecimiento, cuatro adolescencias y cuatro entradas en la edad adulta, alternadas y en una linealidad que solo se cumple por bloques. Como jugada final, ese mismo mecanismo se convierte en parte de una de las tramas, en metaliteratura.

La dificultad evidente de manejar con éxito, coherencia y gracia estas cuatro historias paralelas de un personaje común (apostamos a que debió agotar Auster más de un paquete de post-its de colores) exige un esfuerzo del lector a la hora de hilvanarlas en los varios días o semanas que le llevará leer las casi mil páginas de 4 3 2 1, y no queda otra que recoger el guante y agradecer que nos crean inteligentes y nos despierten más neuronas de las habituales; algo tiene esta novela –que son cuatro– de obra interactiva. (Se ruega no usar post-its, nosotros no).

Los cuatro Archies tienen el mismo padre y la misma madre y comparten intensos sentimientos por una chica brillante y libre llamada Amy; en lo demás las cuitas familiares, sociales y amorosas, sus amistades y formación les conducen por caminos muy distintos. Auster vuelve a resultar tan placentero como siempre hablando de amistades de juventud, amores de ida y vuelta, y del cine y las lecturas con las que disfrutaría en sus comienzos, retomando su Informe del interior –aquí sí viene bien un papelito para anotar sugerencias–. Contagia entusiasmo al referirse a sus primeros visionados de obras como Los niños del paraíso o La soledad del corredor de fondo y a su pasión lectora, y conmueve la devoción que todos los Archies experimentan hacia su madre, contada con el estilo honesto y nada sentimental del autor.

Es fácil encontrar paralelismos entre el protagonista y Auster, empezando por su nacimiento y siguiendo por ciertas circunstancias vitales accesibles googleando, pero no podemos considerarlo –como él mismo ha contado– su alter ego. Eso sí, ambos estaban allí en los momentos históricos que relata con agilidad, profusión y conocimiento profundo: en las protestas contra la guerra de Vietnam, viviendo la conmoción que causaban las muertes de los jóvenes soldados enviados allí, y sobre todo en las revueltas antirracistas del verano de 1967; su testimonio del ambiente, de cómo la sociedad, la prensa y la política hizo frente a esos sucesos es, de hecho, uno de los grandes valores del libro. Es posible que los estadounidenses que comparten edad, formación y pensamiento político con Auster, o con su personaje, encuentren en esta obra la nostalgia y la contemplen como novela definitoria de un tiempo.

4 3 2 1 es una apuesta, creemos, por la apertura de miras: demuestra que hay muchas maneras de narrar más allá de la linealidad y las elipsis, muchas formas de leer y otras tantas de vivir poniendo patas arriba las circunstancias dadas, porque los cuatro Archies comparten origen. Es cierto que algunas páginas pueden resultar reiterativas –las múltiples andanzas amorosas o sexuales, el grado de detalle con el que narra los disturbios raciales– pero resultan puntos flacos menores en una obra que resume a Auster y que abruma por su originalidad. Es inevitable pensar que, como uno de sus Archies al terminar su primera novela importante, él tuvo que quedar vacío al poner el punto final.

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