NOMBRE: Víctor Hugo
APELLIDOS: Martín Caballero
LUGAR DE NACIMIENTO: Valladolid
FECHA DE NACIMIENTO: 1982
PROFESIÓN: Artista
A las puertas de una nueva edición de PHotoESPAÑA, queremos volver a hablar de fotografía y videoarte en esta sección y lo hacemos de la mano de Víctor Hugo Martín Caballero, cuya obra pudimos ver en los primeros meses de este año en St. George Hall, en Liverpool, formando parte de la muestra itinerante “Six Memos” junto a varios artistas internacionales. Sus trabajos examinaban nuestras concepciones actuales del paisaje, la condición humana, la relación entre sujetos y objetos, la identidad, la memoria o el propio arte tomando como punto de partida ensayos de Italo Calvino.
Antes, Martín Caballero llevó su obra a muestras individuales y colectivas en centros como el Museo Patio Herreriano de Valladolid, la polaca Galería Labirynt, el Centro e-LEA de Urueña, la Galería Javier Silva, el Teatro Calderón, El Carrusel, la Iglesia de Las Francesas o el Espacio Joven de Valladolid, INSA Lyon o La Boca Espacio de Cultura, en Madrid.
Licenciado en Comunicación Audiovisual, se especializó hace una década en Dirección de Fotografía en la ECAM madrileña y allí inició su trayectoria profesional, rodando videoclips, cortos y spots publicitarios que ha compatibilizado con proyectos artísticos en esos campos de la fotografía y el videoarte. Es autor del largometraje documental El taller (sobre uno impartido en 2013 por Antonio López y Cristóbal Toral) y responsable de la fotografía de Folk, otro documental dedicado a la música tradicional, dirigido por Pablo García Sanz, que hasta fechas muy recientes se ha proyectado en muchas localidades de Castilla y León.
Esta semana, Víctor Hugo pasa por Fichados porque nos interesa su tratamiento de la luz para incidir por igual en lo que se revela y lo que se oculta y también su intencionada transmisión de sensaciones a partir, precisamente, de lo luminoso y de lo oscuro. Ante sus imágenes es conveniente dejarse llevar, pero también agudizar los sentidos y abrirnos a la presencia de lo desconocido, a la incertidumbre, al misterio de lo que no vemos y la soledad de lo que sí encontramos. Trabaja, a veces, de forma casi instintiva, sin modificar los paisajes; en otras ocasiones sí interviene en ellos, transformándolos (y generando otros nuevos) gracias a la iluminación.
Le hemos preguntado por sus inicios y nos ha contado que tenía querencia por la fotografía desde la infancia. También (y esto no son muchos los artistas que nos lo han reconocido) que adentrarse en la obra de sus compañeros acentuó esa atracción: Yo siempre he sido fotógrafo, siempre me ha interesado la fotografía, desde pequeño. Mi interés por la fotografía contemporánea fue creciendo paulatinamente a medida que iba conociendo el trabajo de más artistas y fotógrafos. Hice mis primeras exposiciones al empezar la Universidad, mucho más de tipo documental, fotografía de viaje, diarios fotográficos… Después de mi paso por la ECAM (Escuela de Cinematografía de la Comunidad de Madrid), empecé a desarrollar un lenguaje más propio, vinculado al uso de la luz como medio de expresión.
Justamente esa luz, lo avanzábamos antes, es uno de los ejes de su trabajo y a partir de ella plantea lo que contemplamos como ilusorio o como cierto, trabajando con fragmentos, recontextualizaciones y examinando el poder comunicativo de las imágenes: Me interesa explorar lo que entendemos por realidad y por ficción y cómo afecta la luz a nuestra percepción del paisaje; aunque no pierdo de vista la fotografía documental y la mezcla a veces.
No trabaja en blanco y negro ni en formatos pequeños, en ambos casos con intenciones expresivas de cara al espectador, y aunque se sirva de cámaras digitales, no son estas las que marcan los resultados finales en su obra: Hago fotografía a color; me interesa la influencia del color junto a la luz en la construcción de la ficción. Normalmente utilizo formatos grandes para favorecer la inmersión del espectador en los paisajes y escenas que recojo.
Para mí, tan importante como el resultado final es la experiencia de realizar la fotografía. Por eso, aunque las cámaras que utilizo son digitales, los retoques que hago son mínimos, son los que podría hacer con una cámara analógica. Intento controlar muy bien el resultado a la hora de tomar la fotografía.
Entre sus referencias cita a autores que también han explorado la fiabilidad de la fotografía como prueba, cierta carga conceptual o filosófica en este medio, y el uso de las imágenes, y nuestra percepción de las mismas, en la cultura contemporánea. También el cine, en el que como decíamos ha hecho varias incursiones: Haber estudiado dirección de fotografía ha sido muy importante a la hora de dar forma a mis proyectos. El cine está presente.
Aunque no hay ningún artista que se pueda decir que me haya marcado mucho, sí que observar el trabajo y comprender el pensamiento que guiaba a algunos fotógrafos me ha ayudado a avanzar en mi obra. Podría citar, entre otros, a Hiroshi Sugimoto, Ori Gersht o Thomas Ruff, y en el apartado más documental, a Lorca di Corcia.
Son cinco los proyectos que nos cuenta Víctor Hugo que más le han marcado. Comenzando por el más temprano, hablaremos primero de Llevando la luz (2015), que presentó en su primera exposición individual: Es un proyecto fotográfico compuesto por una serie de paisajes nocturnos en los que un portador de la luz hace de cicerone, un guía lumínico que muestra el camino en una marcha fortuita, descubriendo el paisaje, oculto por la noche.
Una cita de Brassaï acompaña en su web estas imágenes: La noche sugiere, no enseña. La noche nos encuentra y nos sorprende por su extrañeza; ella libera en nosotros las fuerzas que, durante el día, son dominadas por la razón. Su reflexión puede enlazarse con el romanticismo y lo sublime de lo oscuro y de la naturaleza y, de hecho, como subrayaba Rafael Doctor a partir de la exhibición de estas fotografías en el Teatro Calderón vallisoletano, son estas obras un buen punto de partida para reflexionar sobre las razones de que un género de tan extensa tradición como el paisaje continúe siendo el preferido por tantos artistas actuales.
En Llevando la luz, Martín Caballero nos ofrecía una mirada hacia entornos con huellas humanas claras, pero no demasiado profundas, una mirada marcada por la luz cuando esta más imprime su sello a las formas: cuando los días empiezan o se acaban. Manejando esa luz, puede transformarlo todo, ofrecernos lecturas muy distintas a las convencionales de los distintos escenarios, construir realidades a partir de la alteración de las dadas. En el fondo, la luz y no otro elemento técnico complejo es lo que da sentido a la fotografía desde su origen.
En esta serie, es esa luminosidad artificial portada por el artista la que daba forma a paisajes nocturnos de límites escurridizos y apariencia ambigua, entre lo dado y lo creado; la oscuridad alrededor (a su vez, previa y resultante) no es tampoco pasiva: reina sobre lo demás y nos transmite lo efímero y frágil del instante. Recordaba Pau Waelder, también en el catálogo de aquella muestra, que el paisaje que reproduce la fotografía es, obviamente, inexistente, un no-sitio que no podrá encontrarse ni siquiera en el mismo lugar que recorrió Martín Caballero, sino únicamente en el espacio que define la imagen resultante.
En estas fotos no encontramos territorios, sino ficciones: la mirada, la intención y la linterna niegan su objetividad y el rol de la fotografía como mero testimonio inocente que presenta y no representa.
El segundo proyecto al que se refiere Martín Caballero es Ausentes (2016), que presentó en una exposición conjunta con la ilustradora y diseñadora Ana Moyano en la Galería Javier Silva: Es una vuelta a la fotografía más puramente documental. Son fotografías en las que retrato a mi mujer y mi hijo, profundizando en el tema de la maternidad, el miedo y la soledad que, aunque ocultos por la sociedad, son sin embargo reales y paralelos a la felicidad de tener hijos.
Esas imágenes, dotadas de una estructura circular, convertían en la muestra al observador en observado; también a la vida en obra y al autor en esta misma. En su esencia había, como subrayó Sara Bamba, una paradoja derivada de la ausencia del padre en la imagen: En las fotografías de Víctor aparece el abismo que se abre en una vida al tener un hijo. Por eso existen en ellas el dolor y la soledad, y esa inquietud que tienen los lugares privados cuando se accede a ellos en profundidad. Él es el fotógrafo, pero también es el padre que está ausente de lo que observa, por lo que se produce una paradoja interesante y cargada de sentido.
De 2017 data Geografía espejo: Es mi primer proyecto que ha itinerado por Europa. Se trata de una serie de fotografías en las que, a través de un espejo insertado en el paisaje, creo fracturas en él. Esta serie es la que ha formado parte de “Six Memos”, la exhibición en Liverpool de la que hablábamos al principio, que antes pasó por el Patio Herreriano y Labyrint, en Lublin. Decíamos que los participantes tomaron como punto de partida las disertaciones de Calvino, y a Martín Caballero le correspondió Levedad. Geografía espejo encarnaba una visión contemporánea de la ligereza, proponiendo un diálogo sencillo con el espectador a partir de la naturaleza y su reflejo, lo visto y, de nuevo, lo ausente hecho presente.
El mismo mecanismo que originaba la serie ya implica tal Levedad: se nos presenta justo lo que es necesario mostrar para expresar una idea (Calvino defendía esa cualidad como valor literario y esta exhibición, puesta en marcha por la Red CreArt, suponía un proyecto de comunicación justamente entre la palabra y la imagen).
Finalizamos nuestro recorrido con Ecos, trabajo que inició el año pasado y que continúa desarrollando: Cristina R. Vecino, Ricardo Suárez y yo, cada uno con su propio lenguaje, hemos trabajado alrededor de una misma fotografía antigua, interpretando y recogiendo de ella la información que considerábamos mas importante. En mi caso trabajé descomponiendo la imagen en los principales elementos significantes que encontré, para luego sacarla de contexto proyectándola en un entorno diferente para ver cómo esos significantes comunican algo distinto.
Esa fotografía inicial tiene origen desconocido y desde ella los tres levantaron su relato, preguntándose los recursos comunicativos que en esa imagen encendían su propia labor creativa, distintos en cada caso. Tras observarla detenidamente, Víctor Hugo la descompuso a partir de los elementos significantes que él encontró, y que eran un puente, rocas, figuras humanas y un árbol de fondo.
Examinándolos individualmente, cada uno de esos elementos adquiría un carácter propio y distinto del que transmitía al unirse al resto de motivos en el original. La información que aquella proporcionaba se pierde en la obra de Martín Caballero, que da lugar a nuevas lecturas a partir de la descontextualización y recontextualización de las partes, esos significantes primeros.
Como en los trabajos de los que antes hemos hablado, la luz juega un rol importante: modela la oscuridad, hace brotar ficciones a la vez sugerentes e inquietantes.
Hemos preguntado al artista qué será lo próximo: Ahora mismo tengo en marcha dos proyectos. El primero es Herbario: a través de las fotografías de plantas de un viejo herbario encontrado en una casa deshabitada conecto con los habitantes que han estado cerca de ese herbario de una manera fortuita, con esas plantas.
Al hilo de Ecos, también estoy trabajando en ideas para un proyecto de intervención en el paisaje a través de proyecciones, haciendo conexiones descontextualizando un paisaje para integrarlo en otro.
Conocedlo mejor aquí: www.victorhugomartincaballero.com
Una respuesta a “Víctor Hugo Martín Caballero”
Francisco Manzano Valor
Las muestras me han gustado mucho, enhorabuena, Víctor Hugo