NOMBRE: Alsira
APELLIDOS: Monforte Baz
LUGAR DE NACIMIENTO: Zamora
FECHA DE NACIMIENTO: 1992
PROFESIÓN: Artista
A nuestra última fichada la conocimos en 2019, ya casi otra era, cuando, tras obtener el Premio Telax, presentó en la Galería Antoni Pinyol de Reus “Desvanes de la infancia”, un proyecto en el que estudiaba los objetos que formaban parte de su casa natal y de su herencia familiar, la memoria que contenían y cómo esta había sido modificada en los recuerdos personales. Exhibió una instalación, de la que luego hablaremos, que constaba de una serie de piezas reconocibles por comunes pero tamizadas por una capa de ensoñación que les aportaba un velo de extrañeza; quedaba a la interpretación del espectador considerar si ese aire onírico pertenecía de por sí a los objetos o tenía que ver con la memoria de la familia de la artista o de la propia Monforte.
Graduada en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca y Máster de producción artística por la Politécnica de Valencia, ha participado asimismo en exposiciones colectivas en ABM Confecciones (Madrid), el Espacio de arte experimental. Hospedería Fonseca (Salamanca), La Cárcel de Segovia, la Galería Blanca Soto, la Térmica y el Ateneo malagueños, la Fundación Setba o Arts Santa Mònica; en 2019 también la vimos en la feria Hybrid, en el Palacio de Santa Bárbara, y antes recibió una de las becas para jóvenes creadores de la Fundación Antonio Gala, en su convocatoria 2017-2018.
Alsira se suma esta semana a nuestros Fichados porque queremos saber más de su tratamiento del pasado y la memoria y de la relación de ambos: sus objetos suelen poner de relieve que casi ningún suceso, ningún instante, ocurre y experimenta entonces su desenlace, sino que habitualmente continúan sucediendo una y otra vez, incluso todos los días; habitan suspendidos en el tiempo, o sin tenerlo en cuenta, reproduciéndose.
Y siguiendo el esquema que conocéis, le hemos preguntado por sus inicios como artista; nos ha contado que su inquietud por la creación nació en su niñez y ella decidió dejarla crecer: Desde siempre he tenido la necesidad de hacer garabatos sobre una hoja de papel y la necesidad imperiosa de inventar cosas. Desde la infancia surgió el oficio. El acto de crear ha sido una conducta que forma parte de mí. Creo que es algo que podemos compartir muchos de nosotros: el ejercicio de imaginar y querer imaginar.
Lo bonito es que se quede con nosotros la misma inocencia infantil, como cuando estaba enfrente de un montón de témperas o ceras manley.
Aquellos “Desvanes de la infancia” plasman los intereses que vienen marcando la trayectoria de esta autora; le interesan las huellas del tiempo sobre la materia y las mentes, la esfera de lo cotidiano y los mundos infinitos que habitan en ella: Mi trabajo tiene un carácter autobiográfico, familiar, doméstico. Hablo del paso del tiempo de forma constante y obsesiva. Las piezas que construyo están definidas por ese paso de tiempo y, de alguna manera, siempre revelo mi vida, mi intimidad…
Puedo decir que las cosas que hago son como diarios subjetivos metidos en una cápsula de cristal. Un cristal traslúcido donde se ven seres y objetos que determinan el ritmo de un día cualquiera. Porque, para mí, es en lo anodino donde “surge un mundo de infinitas posibilidades”; “la gracia de descubrir lo extraño allí donde todo parecía normal”.
Es en lo anodino donde “surge un mundo de infinitas posibilidades”; “la gracia de descubrir lo extraño allí donde todo parecía normal”.
Y la plasmación técnica de su producción guarda una estrechísima relación con esos asuntos habituales en su obra: trabaja con materias diversas pero que tienen en común el dejarse afectar por el paso del tiempo o el vincularse con el lugar. En esa línea, en las muestras en las que Monforte ha participado nos ha introducido en espacios que evocan cotidianidad y también misterio. Su sustrato siempre es lo cercano; aborda la complejidad subyacente en lo aparentemente simple: Trabajo con materiales efímeros, blandos, amorfos, orgánicos… como pueden ser el barro, la estopa, los tejidos o la cera natural. Son materiales que me ayudan a construir objetos y espacios que están entre lo estable y lo inestable, para poder provocar sucesos que confrontan nuestra percepción con la realidad. La mayoría de mis proyectos son una especie de escenografías que evocan cuartos, trasteros… lugares donde todo parecía normal, pero se ha interrumpido el ritmo normal de las cosas.
Siempre indago en la relación paradigmática que existe entre el objeto y el espacio. No obstante, otra parte de mis trabajos son libros de artista, que están formulados como si fueran narrativas imprecisas o como los diarios de una adolescente obsesionada por hacerse las uñas perfectas… Los medios varían, pero transitan los mismos lugares: mi familia, mi casa, mi entorno, mi vida.
Con esos materiales blandos y con los submundos e intrahistorias de lo cotidiano han trabajado también los creadores que Alsira cita como sus referentes: Artistas como Niki de Saint Phalle, Eva Hesse, Eva Lootz, Lee Lozano, Dorothea Tanning o Sara Ramo están muy presentes en mi producción. En cierta medida, todas están conectados con la idea de jugar con el espacio para generar en él una serie de cuerpos residuales… Es como si fueras a una habitación completamente corriente y hubiera una serie de elementos inquietantes y grotescos y que se transformaran en algo extraño, “revelando la sensación de cuando uno entra a una casa encantada”, espacios donde todo se oculta y descubre a la vez. Como diría Dorothea Tanning, el espacio interior es un espacio de posibilidad surrealista. Y en este aspecto puedo nombrar, también, a Tadeusz Kantor, que hablaba de “cultivar materia”, de que de los objetos brotaban otras criaturas; o de la poeta María Negroni, que habla del asombro, de la capacidad de asombrar, “la gracia de encontrar lo imprevisible allí donde estaba todo previsto” (palabras de Esther Peñas sobre el libro de Negroni, El pequeño mundo ilustrado).
Leonora Carrington, Agnès Varda, César Vallejo, Antonio Gamoneda, Georges Perec… son muchos los que me alimentan y me ayudan a encontrar caminos por los que nunca había transitado antes.
Los dos trabajos que la artista considera más relevantes en su carrera hasta ahora son el mencionado Desvanes de la Infancia, que llevó a cabo en la Fundación Antonio Gala cordobesa a partir de su beca, y Se llama Lomismo, una propuesta inacabada.
El primero, como subrayó Miguel Rodríguez Minguito, constaba de piezas desplazadas de su sitio, un sitio que no existe en la medida en que queda de él historia y recuerdo subjetivo. Recordaba La poética del espacio de Gaston Bachelard, donde aquel explicaba que, más allá de lo que implica como espacio protector, en la casa nacen los valores del sueño, los únicos que continúan ahí cuando esa casa no está. Al hilo del pasado perdido y del bagaje complejo y paradójico presente en los objetos, el mismo Rodríguez Minguito escribió este poema:
Y dormir en el suelo perdido de esta casa bajo la lengua de un murciélago
porque fue aquel el año que duró cien años y arroparnos en el cieno
en el recuerdo tejer una baba en los espacios cavar el aire de las habitaciones.
Me enamoré de la luz vaya un problema me consumió la luz.
Y pensar que nada de esto ocurrió que miré por el ojo de la cerradura
y no vi nada que miré por el ojo de la bruja y vi los pomos hirviendo
y que tiré las puertas abajo y sobre las ruinas del futuro construí un refugio.
El manejo y la presentación expositiva de los objetos reunidos por Monforte suponen un suceso más de los muchos de los que esas piezas forman parte en el tiempo; una recuperación de una memoria y una generación de otro relato. No se trata, por tanto, de elementos objetivos que contengan una lectura única.
También Se llama Lomismo puede asociarse a un poema, a una estrofa presente en uno de los que componen Trilce, de César Vallejo, que hablaba de hastío y del consumo de los minutos:
¿Qué se llama cuanto heriza nos?
Se llama Lomismo que padece
nombre nombre nombre nombrE.
Se adentraba también Alsira en el transcurso del tiempo y en el enorme enigma que guarda, patente en materia y espacios: Lomismo es una locución pronominal que determina un nombre en el poema, pero no un nombre concreto sino uno neutro e indeterminado. El poema sella la importancia del “hombre condenado a sufrir larga y monótonamente algo que no entiende y que ni alcanza a nombrar”. “El nombre es la profunda herida del tiempo en la realidad, todo lo que hiere se llama Lomismo”, una identidad unitaria y banal que plantea al tiempo como una paradoja; “la diversidad del tumultuoso devenir”.
Con Se llama Lomismo pretendo desafiar el paso del tiempo, activando el objeto doméstico para crear un entorno nuevo, en el que se experimentan otras realidades: “el espacio interior es un espacio de posibilidad surrealista”. Mediante la fotografía y el collage expongo un ambiente donde todo se oculta y se descubre a la vez, en el cual el objeto parece que cobre vida, transportando al observador a otro lugar. En esa relación paradigmática del espacio/tiempo con el objeto y el cuerpo es donde surge la incertidumbre constante, pasando de lo real a lo imaginario, del pasado al futuro, de atrás hacia adelante… Porque, ¿qué es tiempo? ¿es algo abstracto? ¿es subjetivo e indeterminado? ¿es una línea de continuidad inverosímil?
“La naturaleza del tiempo siempre ha sido un misterio.” Y es la obsesión de ese misterio la que me conduce a imaginar espacios subalternos llenos de elementos extraños, para mostrar el pasado, presente y futuro: la cadena inmóvil que pertenece al incesante cambio.
Hemos preguntado a la artista qué será lo próximo y, unos días después de la llegada del cohete chino desbocado, nos habla de La piedra que cayó del cielo, un trabajo que viene gestando desde nuestro primer encierro y que será el centro de una próxima residencia en Portugal: De forma casual, casi por accidente, empecé a dibujar estructuras arquitectónicas que se desplomaban en paisajes que no había visitado nunca… Estos dibujos surgieron durante el confinamiento. Desde mi enclaustramiento observé y dibujé la devastación que aún sigue definiendo nuestra historia actual. Porque se puede hacer una historia del mundo a través de sus catástrofes y levantamientos.
Los acontecimientos recientes han significado un cambio de paradigma. Ha ocurrido, y sigue persistiendo, un hecho concreto y a su vez abstracto que no se puede palpar, pero sí sentir: se ha sincronizado una catástrofe. Y, en cierto sentido, esta situación podría ser el índice del proyecto La piedra que cayó del cielo. Un hecho casi propio de una escena de ciencia ficción, porque en cierto modo es algo incomprensible e imprevisible, un objeto frágil y difícil de medir…
En definitiva, con La piedra que cayó del cielo pretendo reflejar, mediante el dibujo, la pintura y la instalación, escenas donde la destrucción de arquitecturas y paisajes sucede de forma anacrónica y simultánea. Estas catástrofes, donde el tiempo se ha roto tanto como la arquitectura, pretenden poner de relieve situaciones que nos superan, mostrando la fragilidad, lo efímero de todo y lo inesperado del final.
Recientemente he empezado a analizar mediante el dibujo las rupturas que dan forma a nuestro día a día y que generan un malestar colectivo. La catástrofe como pangea, como acontecimiento; las grietas por las que se unen los distintos tiempos de un mal común.
Con La piedra que cayó del cielo en agosto realizaré una residencia en el Laboratório de Arte na Montanha – Graça Morais (LAM-GM), del Instituto Politécnico de Bragança, Portugal, y más adelante se hará una exposición del mismo. Es una residencia dedicada a la creación de una red transfronteriza de investigación artística que conecta la ciudad de Bragança con otras provincias fronterizas españolas. En este caso, me baso en las arquitecturas de dos ciudades transfronterizas, Bragança y Zamora, para generar un diálogo cultural entre ambos territorios. Y qué mejor manera de conectarlas que desmenuzando las temporalidades históricas y arquitectónicas de sus entornos, fusionando las imágenes para generar otras realidades a través del dibujo.
Conoced mejor a Alsira aquí: http://alsiramonfortebaz.com/