Nacidos todos en la década de los sesenta, y la mayoría en esa meca creativa que es São Paulo, han trabajado en estrecho diálogo con el pasado artístico (a veces con movimientos radicados en Brasil, otras con grandes obras universalmente conocidas) y también relacionándose con evidente cercanía con la naturaleza.
Hablamos de la producción pictórica de Albano Afonso, Sandra Cinto, Paulo Climachauska y Vik Muniz.
ALBANO AFONSO
Nacido en 1964 en São Paulo, estudió pintura en los noventa y se interesó por la fotografía y por la tridimensionalidad, pero concibiéndolas en lo que tienen de extensión de lo pictórico. Desde mediados de esa década ha protagonizado importantes exposiciones internacionales, mostrando trabajos heterogéneos en cuanto a técnicas y temáticas que a su vez concilian figuración y abstracción; cultiva Albano Afonso una pintura expandida en pequeños objetos escultóricos que pueden tener cariz simbólico, potenciado por luces, reflejos y destellos, que en el fondo son materia prima de muchas de sus obras.
Sus paisajes son paraísos enigmáticos y nos trasladan a una realidad suspendida con algo de mágico; abordan, además, varios ejes temáticos: el jardín como edén, la autorrepresentación o el tiempo.
En sus primeros proyectos creaba imágenes mezclando símbolos gráficos, geometrías puras e inscripciones abstractas sobre fondos monocromáticos; con ellos componía estampas paisajísticas que parecían casi inmateriales, y partiendo de aquellos ejercicios iniciales, llevó a cabo otros basados en la aprehensión histórica en relación con la producción de Velázquez, Manet o Courbet, agujereando, fragmentando o deconstruyendo réplicas suyas. Esculpiendo reflejos y luces, implica al espectador como parte de su producción en un recorrido conceptual que nos propone ahondar en espacios irreales como los que, decía Foucault, se hallan tras las superficies, en esa experiencia mediadora que sería el espejo.
Su atención al paso del tiempo y sus lazos con autores barrocos, como Zurbarán y Caravaggio, se aprecia en la temática y la iconografía de sus conjuntos de vanitas, algunos tenebristas: le interesan lo sublime y lo alegórico como categorías estéticas y la actualización de asuntos clásicos, como dichas naturalezas muertas.
SANDRA CINTO
Los asiduos a la Galería Fernando Pradilla madrileña sabéis que ha formado frecuente dúo con Afonso Sandra Cinto, su esposa. Nacida en 1968 en Santo André, el suyo es uno de los corpus pictóricos más sólidos de la reciente escena brasileña.
Sus intervenciones gráficas sobre papel, pared u objetos tridimensionales hacen de su pintura una práctica que desborda la linealidad de la escritura, dando lugar a ambientes amables de ecos místicos: en sus dibujos, delicadas líneas generan sobrios entornos azules, mares agitados que evocan los de Hokusai o paisajes lluviosos, como los que debieron inspirar a Turner. Los títulos que elige también transmiten optimismo: Días Felices, La casa del soñador, Noches de esperanza…
Inició su trayectoria en los noventa, presentó su primera individual en la Casa Triângulo en 1994 y desde entonces ha desarrollado una trayectoria multidisciplinar, aunque destaca el virtuosismo de esos dibujos. Se nutre su obra de lo performativo, la fotografía y la escultura y alude, asimismo, a preocupaciones sociales ligadas a la pobreza y la desigualdad, incorporando sutiles críticas a ciertos caminos políticos.
De trasfondo metafórico, sus piezas tridimensionales parecen haber sido traídas de un lugar lejano, onírico, entre lo sublime y lo surrealista. En ocasiones recuerdan las composiciones de De Chirico o los cielos de Magritte e inciden en unas pocas esencias: la luz en lo oscuro, el cielo estrellado, la imagen generadora de terapias, la memoria contenida en los trazos…
PAULO CLIMACHAUSKA
La obra de este artista de São Paulo, aunque sigue la senda y la herencia crítica de Hélio Oiticica, Lygia Pape o Lygia Clark, supone una desconexión respecto al análisis social directo para afirmarse, de manera más sutil, en el ámbito de la crítica institucional. Su carácter autorreferencial es claro en las instalaciones objetuales y más velado en su pintura, que es la vertiente más difundida de su producción.
Con Marcos de posse (2001), inició un camino técnico marcado por la utilización de líneas de sustracciones para, a partir de ahí, dibujar sobre conglomerado de madera de colores, habitualmente blanco, esqueletos de arquitecturas, de interiores, espacios naturales o evocaciones de obras de arte pasadas. Le sirven para analizar la situación artística y evidenciar asuntos ligados a la conformación social de su país, un Brasil que se muestra como espacio mixto en relación con la cultura propia y la derivada de la colonización.
Recoge el testigo de los autores neoconcretos para proponer un arte que toma como motivo la arquitectura moderna, convertida en espectáculo: la sustracción numérica surge aquí como metáfora de desnudez y desaparición, en una pintura en la que el objetivo fundamental es llegar al número cero, a la mínima expresión. Concede importancia a las capacidades de nuestra percepción para acotar los espacios y las posibilidades de la línea.
VIK MUNIZ
Es uno de los nombres más conocidos del actual arte brasileño, aunque reside este autor en Nueva York. Nacido también en São Paulo, en 1961, articula juegos y bromas visuales que elabora con meticulosidad y que invitan a reflexionar al espectador sobre la naturaleza de la representación y los mecanismos que permiten la generación de ilusionismo.
Se sirve de materiales poco habituales, desde chocolate a cenizas, de los trozos de papel al polvo, para vertebrar interpretaciones en trampantojo de obras de arte bien conocidas que después fotografía dentro de su propia propuesta final. Así, sus trabajos pueden interpretarse en varios niveles, pero además llaman nuestra atención sobre su propia legibilidad, comunicando una imagen sin ocultar el lenguaje que la hace posible.
Al margen de su evidente virtuosismo técnico y su ironía, la práctica característica de Muniz se centra en la inestabilidad existente entre la reproducción mecánica y la artesana, entre el arte tenido por elevado y la cultura popular, lo efímero y lo perdurable.