Cuatro “anillos de constelaciones” estructuran la muestra “Juan Navarro Baldeweg. Un zodíaco” que hoy se inaugura en el Museo ICO de Madrid y que, aunque cuenta con pinturas e instalaciones, se proyecta como la gran exposición dedicada a la actividad arquitectónica de este artista cántabro.
Cada anillo hace referencia a conceptos básicos que han sido objeto de estudio de Navarro Baldeweg o que han inspirado su trabajo: el primero alude a la luz y a su capacidad transformadora de espacios y generadora de emociones, a la transparencia, el color, el reflejo y su difusión en los edificios; el segundo al equilibrio, la gravedad y el peso como aglutinante fundamental de la materia; el tercero se dedica a la mano, bautizada por el arquitecto como expresión orgánica en el espacio que en su obra se manifiesta a través del ornamento y el cuarto se centra en aspectos constructivos y destructivos de la arquitectura, un arte basado para Baldeweg en el añadir y el sustraer, el modelar y el tallar.
Formado como pintor en la Escuela de Bellas Artes de Santander y como arquitecto en la ETSAM, este creador, calificado a veces como “renacentista” por la variedad de sus intereses, sigue dibujando a mano sus proyectos; es su equipo quien los pasa a ordenador. Tras su paso por el Instituto Tecnológico de Massachussets y su estudio en Estados Unidos de las implicaciones para la arquitectura de las dimensiones esenciales de la naturaleza, Navarro llevó a cabo, en 1982, su primer proyecto arquitectónico: la muy orgánica Casa de la Lluvia de Santander, que finalizó cuando superaba los cuarenta y más de veinte años después de protagonizar su primera exposición de pintura. El propio artista explica que inicialmente trabajó más como pintor y que en la arquitectura se sumergió tardíamente; en la muestra ha procurado dar cabida a ambas ramas de su producción (veremos dibujos, fotografías, maquetas, esculturas, cuadros y otras piezas artísticas), pero él aprecia claras diferencias en los procesos de creación de unas y otras obras: la arquitectura responde a una utilidad y debe hacer frente a unas necesidades, no así las artes plásticas.
DE LA CASA DE LA LLUVIA A LA BIBLIOTECA MUNICIPAL DE PUERTA DE TOLEDO
Galardonado recientemente con el Premio Nacional de Arquitectura Italiana por la Biblioteca Hertziana de Roma, Navarro Baldeweg desarrolló tras la Casa de la lluvia, así llamada porque las texturas y colores de la construcción quedan modificados por el agua, el Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y León en Salamanca, la citada Biblioteca Hertziana romana, el Instituto del Conocimiento de Amersfoort, en Holanda; el Novartis Headquarter Building de Basilea o la Biblioteca Municipal de Puerta de Toledo, en Madrid, edificios analizados en la gran muestra recién inaugurada en el Museo ICO junto a otros 26 proyectos.
Si del Palacio salmantino nos sorprende fundamentalmente su cúpula suspendida, que filtra la luz cenital provocando una experiencia contemplativa dominada por la sensación de ligereza, en la Biblioteca de Roma relacionó su empleo arquitectónico de la iluminación con la que proporciona el conocimiento reunido en los libros inspirándose en una pintura de Corot que se conserva en la Iglesia de Santa Trinidad del Monte.
En el Instituto holandés, Navarro hizo hincapié en las necesarias relaciones entre edificio y entorno urbano; en el interior del Novartis Building suizo dispuso un enorme garabato de aluminio en color que resulta visible desde el exterior y que se inspira en los papeles de agua de la Historia de Genji y la forma exterior de la Biblioteca madrileña remite a la de un tambor, mientras que su cúpula no es esférica sino cónica y está coronada por un óculo que permite el paso de la luz. La iluminación es precisamente la principal herramienta que ha utilizado el cántabro para convertir su producción en una oda a lo físico, a las evocadoras energías que nos rodean.
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