Navarro Baldeweg o el arte como muñeco de trapo

Juan Navarro Baldeweg y Francisco Calvo Serraller

Desgranamos las claves de la autobiografía intelectual que el artista llevó a cabo ayer en la Fundación Juan March

Madrid, 31/10/2012

El arquitecto, escultor y pintor cántabro Juan Navarro Baldeweg, académico numerario de Bellas Artes de San Fernando, miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes y Premio Nacional de Artes Plásticas 1990, repasó ayer en la Fundación Juan March, a grandes rasgos, las claves de su biografía intelectual en diálogo con Francisco Calvo Serraller, quien resaltó la poliédrica producción del artista subrayando cómo, no obstante, arquitectura, pintura y escultura conforman una especie de “trinidad” en su obra, una triple manifestación del eje de las búsquedas de Navarro Baldeweg a lo largo de su carrera, las tres patas de una única esencia a las que el santanderino llegó por motivos aleatorios, profesionales, no intencionados en principio.

Juan Navarro Baldeweg

El primer recuerdo de Navarro Baldeweg al explorar sus orígenes artísticos, cual Marcel Proust en En busca del tiempo perdido (la gran autobiografía intelectual contemporánea según Calvo Serraller) fue para su infancia en Cantabria y para aquellas salidas al campo en las que se entretenía construyendo juguetes artesanales con bellotas y palillos de dientes. En uno de aquellos paseos por Valdecilla en los que al Baldeweg niño se le hizo tarde entre bellotas y palillos en el éxtasis despreocupado propio de la infancia, una brusca llamada paterna le hizo disociar de golpe su concepción del espacio exterior de la percepción que tenía de sí mismo. El artista recuerda aquel día como el germen de su entendimiento de aquella ruptura entre lo externo y lo interno y sitúa el objetivo del arte en la reunificación de aquellos dos ámbitos.

Le influyó también de forma decisiva el amor de su madre por la naturaleza y por la pesca, actividad que, según Navarro Baldeweg, permite a quien la desarrolla dominar el espacio y entablar un contacto directo con una naturaleza primigenia representada en los peces, de quien recibe una respuesta viva y vibrante. Winslow Homer presentó una escena pesquera en un ambiente nocturno, siendo practicada por un adulto que, al contrario que el Baldeweg niño en Valdecilla, no experimenta miedo pese a la oscuridad. En paralelo a la pesca, el arte, según el artista cántabro, debe poner trampas a la naturaleza y activar aquellos vínculos que nos enlazan con ella, que unen nuestro yo interior con el entorno del que surgimos, conformando obras híbridas. En este sentido, Navarro Baldeweg citó a Van Gogh como el gran creador de after images de una extraordinaria vitalidad.

Winslow Homer. Casting, A Rise, 1889


La arquitectura, según su razonamiento, trabaja con la naturaleza de forma omnipresente, siguiendo las ideas sobre física de Lucrecio, buscando aquella continuidad perdida entre el humano y su medio, su vientre, el núcleo original donde no hay diferencias y con el que se pretenden establecer flujos sin obstáculos.

La contemplación del Autorretrato con hermano imaginario de De Kooning y la lectura de La simetría de Herman Weyl ayudó a Navarro Baldeweg a entender este fenómeno poliédrico, común a todas las artes, que consiste en la aplicación congruente del espacio sobre el espacio, en la creación de ritmo en todas las circunstancias, en la repetición con la intención de limpiar, de resaltar un objeto sobre el caos que lo rodea. Entre sus grandes referencias a nivel editorial, el arquitecto también citó el tratado de Gottfried Semper que vincula el origen de la arquitectura a lo textil y da gran relevancia a lo ornamental en la creación de cualquier artefacto producido por el hombre y La mediación del ornamento de Grabar Oleg, mediación que Navarro Baldeweg extiende a la definición de arte en general: la de intermediario entre el yo y el mundo, el camino para superar la ruptura, función que comparte con los muñecos de trapo de los que algunos niños no pueden separarse y que se convierten en una prolongación de sí mismos que les libera del terror del exterior. La sencillez de estos muñecos lleva al artista a reivindicar el arte sencillo de hacer, que esquiva complicaciones que no necesita para hacerse valer.

Hermann Weyl. La simetría

También tuvo un recuerdo ayer Navarro Baldeweg para su padre, que pintaba temas castellanos, como un pueblo iluminado por el sol abriéndose paso entre las nubes, posible metáfora de un camino que nos lleva hacia un lugar más luminoso. La atmósfera melancólica de aquella pintura la asocia el cántabro a las de Isaak Levitán, también pintor, y a la de la obra literaria de su amigo Chejov, maestro en la plasmación de tristezas no sólo soportables sino casi placenteras. Por azar o por influencia paterna, el hecho es que Navarro Baldeweg comenzó pronto a pintar.

Fue precisamente su padre quien le regaló otro de sus libros fundamentales: El estilo del siglo XX de J.E. Cirlot, que habla del discurrir de todas las artes en la primera mitad del siglo pasado estableciendo entre ellas, más allá de formatos y décadas, una extraordinaria coherencia visual.

J.E. Cirlot. El arte del s XX

A nivel estrictamente artístico, Navarro Baldeweg cita como otras de sus influencias fundamentales la pintura gestual americana y Brancusi, este último por su habilidad para no darse por vencido en sus investigaciones sino agotar toda la casuística que podía extraer de un único tema.

Durante una estancia en Estados Unidos, becado precisamente por la Fundación Juan March, conoció a Gyorgy Kepes, quien, como la Librería Fernando Fe de la Puerta del Sol, confió en el joven artista desde un principio. En América, Navarro Baldeweg apreció las posibilidades de mantener el ready-made como concepto expositivo, presentando en el museo una combinación de objetos, de cosas hechas, que crean un campo semántico no necesariamente preciso. Atendiendo a aquella idea, compartida con el barroco Torrentius o con el caótico poeta y artista Marcel Broodthaers, articuló en 1999 su exposición en el IVAM.

Navarro Baldeweg finalizó su autobiografía intelectual, que podéis escuchar en la web de la Juan March, citando a Mallarmé (a quien leyó en inglés), por su creación de dispositivos o constelaciones que estructuraran ordenadamente su actividad intelectual, incorporando al mundo exterior el espacio mental.

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