El gabinete de Jan Svankmajer

El Museo Lázaro Galdiano ahonda en la labor como coleccionista de este cineasta

Joyas de la Colección Lázaro en el Universo de Švankmajer

FUNDACIÓN MUSEO LÁZARO GALDIANO

C/ Serrano, 122

Madrid

Madrid,

Se aleja de cualquier convencionalismo y es todo un canto a lo sensorial. La obra de Jan Švankmajer, uno de los grandes de la animación checa (que es decir mucho, en un país que ha dado quizá a las mejores figuras del género), se inspira en la pintura y la literatura. Autor de cerca de treinta cortometrajes y media docena de largos, ha llevado a cabo también dibujos, esculturas, ilustraciones y poesías, aunque si por algo lo conocemos es por su cine, plagado de trucos seductores.

Hablar de Švankmajer implica referirse inevitablemente al grupo surrealista de la República checa, un colectivo del que forma parte desde 1970 junto a su esposa Eva Švankmajerová, pintora y colaboradora en algunos de sus filmes. El artista se inició en las marionetas y el Teatro Negro, pero, deseoso de encontrar vías para provocar, encontró en la animación el medio idóneo para canalizar su ampor por lo subversivo. Aunque padeció los rigores de la censura en más de una ocasión, no cesó nunca de crear y sus últimos trabajos son especialmente irónicos, negros y pesimistas, tanto como algunas de las obras de artistas que convirtió en sus referentes, como Max Ernst, El Bosco, Magritte y Arcimboldo. La producción y la figura de este último llegaron a obsesionarle, no tenemos más que ver sus cortos Flora y Dimensiones del diálogo, ambos realizados en los ochenta.

En cuanto a literatura, inevitablemente desvió su interés hacia la novela fantástica y la gótica, hacia Kafka, el Marques de Sade, Poe, Goethe o Lewis Carroll, cuya obra más conocida adaptó en Alice (1988).

 

 

El cine de Švankmajer tiene mucho que ver con los sueños por su falta de estructura: centra toda su atención en los temas, nunca en su articulación, y en ese sentido nos recuerda irremediablemente a Terry Gillian, los hermanos Quay y, como no, a Tim Burton. Defendía la liberación de la conciencia humana y la libre expresión de nuestras obsesiones, fuesen fetichistas, transgresoras o repugnantes, empleando el collage como técnica para conectar con el subconsciente y la imaginación.

Lucas Gassel. Paisaje con los peregrinos de Emáus. Principios del siglo XVI (Inv. 3345). © Museo Lázaro Galdiano. Madrid
Lucas Gassel. Paisaje con los peregrinos de Emáus. Principios del siglo XVI (Inv. 3345). © Museo Lázaro Galdiano. Madrid

Hemos hablado de su cine, pero una de las facetas menos conocidas del creador checo es su labor como coleccionista que, al igual que José Lázaro Galdiano, atesoró obras que hablaban de su imaginario. En el marco de la exposición “Metamoforsis, las visiones fantásticas de Starewitch, Švankmajer y los Hermanos Quay”, que aún podemos ver en La Casa Encendida, la Fundación Lázaro acoge una muestra en la que podemos ver un video de su gabinete de coleccionista, considerado su mejor proyecto.

Se muestra junto a piezas de los fondos del centro que no se exhiben habitualmente al público y que pueden relacionarse con la estética próxima al Renacimiento o al Surrealismo de las películas de Švankmajer, entre ellas La Visión de Tondal de un seguidor de El Bosco; el Paisaje con los peregrinos de Emaús, atribuido a Lucas Gassel; una carta de Goya a su amigo Martín Zapater, el incunable Liber Chronicarum, los Emblemas de Alciato o un libro de dibujos atribuido a Alonso Berruguete.

El cineasta ha adquirido un buen número de piezas artísticas de los siglos XV y XVI y su propia Casa-Museo, fechada a principios del siglo pasado y diseñada en un sobrio estilo renacentista, conecta profundamente con su pensamiento creativo.

Además, mientras visitamos el Lázaro Galdiano, tendremos posibilidad de conectar algunas obras maestras de sus fondos con el imaginario del checo: permaneced atentos a las piezas con punto rojo en la cartela.

 

 

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