Apocalipsis y maneras de hacer memoria

El MUSAC de León abre dos nuevas exposiciones

León,

El pasado fin de semana, el MUSAC ha estrenado dos nuevas muestras, ambas colectivas y que trascienden sus salas; una de ellas puede contemplarse simultáneamente en varias sedes de la provincia: el Museo de León, el Archivo Histórico, la Universidad, el Instituto Leonés de Cultura, el Museo Sierra Pambley, el Ayuntamiento, el Museo de los Pueblos Leoneses, el Museo Romano de Astorga, el Museo del Bierzo y el Museo de la Energía de Ponferrada. Se trata de “El delirio de los caballos. Visiones del apocalipsis en los centros culturales leoneses”, con Koré Escobar y Raquel Álvarez Rodríguez al frente, y toma como punto de partida, de un lado, la puesta en cuestión en los años setenta de los procedimientos historiográficos tradicionales (se puso en duda que pudiera concebirse la Historia como sucesión de hechos que modifican continuamente los anteriores sistemas estructurales y la misma posibilidad de que podamos alcanzar un conocimiento fiable del pasado, dada la subjetividad y parcialidad de las fuentes); de otro, el impacto de la pandemia en nuestras vidas.

Se estudian en esta exposición aquellas situaciones consideradas “puntos de inflexión” a la hora de marcar cambios en las tendencias evolutivas, como quizá sea el caso, en décadas lo sabremos, de esta crisis sanitaria. El planteamiento de la exhibición no quiere hundirse en nostalgias ni miedo ante el incierto futuro, más bien se pretende reivindicar la historia como fuente de memoria y conocimiento.

Es pronto, como decíamos, para extraer conclusiones sobre las consecuencias a largo plazo del virus que nos encerró en casa, pero sí está claro que, a principios del año pasado, las esperanzas puestas en esta década de los veinte se truncaron gracias a un germen de origen desconocido que reveló las costuras frágiles de formas de vida y tecnología que creíamos todopoderosas y del progreso al que rendíamos fe, aunque también probó nuestra capacidad de respuesta ante el desafío en forma de disciplina y vacunas. Como hecho inesperado y veloz al que casi nadie ha permanecido ajeno, la pandemia puede encajar entre el elenco de sucesos históricos que suponen un hito en el continuum de las décadas, para suscitar cambios en direcciones por ahora desconocidas. Esas convulsiones, además, suelen acompañarse de agoreros que anticipan los terribles cambios que vendrán, modelando imaginativamente nuestro futuro a su imagen y semejanza, o de quienes tratan de asegurarse, por el contrario, de que todo sigue igual, especialmente en lo que tiene que ver con sus comodidades.

Así, esta exhibición, que se acompaña de conferencias y coloquios, nos propone reflexionar sobre lo que la historia nos enseña de acontecimientos pasados más o menos comparables con este: producciones materiales y visuales de épocas diversas dan cuenta, si son debidamente contextualizadas en el tiempo de sus autores pero también en el de su mirada receptora, de la ambigüedad y complejidad que encierran cada uno de los momentos históricos. Decía al respecto Walter Benjamin que no hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie.

“El delirio de los caballos. Visiones del apocalipsis en los centros culturales leoneses” nos propone considerar que es posible comprender el pasado a escala global atendiendo a lo sucedido en lugares pequeños, a los microrrelatos, y que estas maneras de mirar atrás nos pueden llevar a entender nuestro presente desde una perspectiva crítica y, a su vez, a responsabilizarnos del futuro.

Si os preguntáis por el título del proyecto, sabed que hace referencia a los cuatro jinetes descritos en el Apocalipsis de san Juan, texto según el cual cada uno de ellos montaba un caballo de un color: blanco, el caballo atribuido a la conquista; rojo, el atribuido a la guerra; negro, el que simboliza el hambre y bayo, el de la muerte. Se trata de una simbología marcadamente lírica y se la incorpora aquí en alusión a esa tendencia, que se nos invita a abandonar, de considerar los “grandes acontecimientos” como el motor de la historia y al peso de la representación visual de esos momentos estelares en la cultura occidental.

Vista de la exposición "Memoria del porvenir". Cortesía del MUSAC
Vista de la exposición “Memoria del porvenir”. Cortesía del MUSAC

La propuesta del MUSAC en concreto, que se llama “Memoria del porvenir” y consta de obras de sus fondos, se vertebra en cinco capítulos. El primero incluye trabajos de artistas que han pretendido aportar su propia visión sobre el fin de la polarización del mundo en bloques ideológicos o señalar cómo el capitalismo llegó a hacer suyas algunas de las insignias comunistas, convirtiéndolas en un producto cultural pop y de consumo. Se nos enseñan aquí dos impresiones digitales de Alán Carrasco que parten de otros dos sellos originales en los que se puede rastrear el ascenso y caída del régimen nazi y cómo, mediante la sucesiva reestampación, se validaba o no un régimen político. La caída de los sellos representa aquí un gesto, en apariencia banal, aséptico y práctico, con el que, en la burocracia, se deja atrás el pasado sin evidenciar el dolor que ha suscitado y sin entrar en tomas de responsabilidad.

También nos espera la videoinstalación Un paso adelante dos atrás de Ramón Mateos, que ahonda en la posibilidad de una reactualización del comunismo como alternativa al neoliberalismo, desde el humor: Lenin se sacude en su tumba y trata de levantarse mientras ocho personas cantan La Internacional cada uno en su idioma, haciendo el himno incomprensible. Y Countenance, de Fiona Tan, un retrato colectivo de los berlineses tras la reunificación que homenajea el proyecto de Sander Hombres del siglo XX; la artista hacía así hincapié en las huellas que el período histórico transcurrido entre la construcción y el derrumbe del Muro había dejado en los habitantes de la capital alemana.

Vista de la exposición "Memoria del porvenir". Cortesía del MUSAC
Vista de la exposición “Memoria del porvenir”. Cortesía del MUSAC

El segundo episodio aborda las guerras contemporáneas, con obras que presentan, de forma más o menos explícita, estéticas bélicas o que narran aspectos de los conflictos que, en territorio europeo, siguieron a la caída del Muro de Berlín y su impacto en la conciencia colectiva del continente.

Veremos Landung, de Pablo Alonso, una reflexión sobre cómo la televisión o las redes sociales, al introducir en directo las contiendas en los salones de nuestras casas, banalizan su devastación hasta convertirlas en películas de acción, con sus buenos y sus malos. También Desaparecidos, de Gervasio Sánchez, un proyecto fotográfico realizado en una decena de países, entre ellos España, que buscaba recuperar la memoria y reflejar el drama de las desapariciones forzosas; Carretera entre Prizren y Djakovica cerca de Meja, el 14 de abril de 1999, de Simeón Saiz Ruiz, que actualiza los códigos del género de la pintura de historia al llevar una noticia sobre la guerra de Kosovo, obtenida de la televisión, a un óleo sobre lienzo o Stages, de Ivan Grubanov, que reúne una serie de escenarios, ahora vacíos, que parecen esperar a ser ocupados por orquestas o grupos musicales. Sin embargo, sabremos que fueron concebidos para acoger mítines, primero comunistas, luego nacionalistas y, por último, en oposición a Milošević. Así, este autor recorre parte de la historia de su país, haciendo de objetos cotidianos otra fuente de memoria.

Además, Ángel de la Rubia, en su serie BiH (Bosnia i Herzegovina), retrató fotográficamente la recuperación de Bosnia tras la guerra que acabó con Yugoslavia como entidad política: por todas partes quedaba el recuerdo de la masacre. Cierra este bloque un capítulo sobre los continuos conflictos existentes del mundo árabe, que solemos generalizar como cuestión religiosa.

Por último, se atiende a los cambios que recientemente se están produciendo en los paisajes culturales, en relación con los intereses industriales y energéticos, y en las consecuencias que aquellos ocasionan en el entorno ambiental y social, así como en rasgos de nuestra actual vida urbana, como el aislamiento, la soledad o el miedo, entendidos como generadores de enfermedad. Se recuerdan también los recelos y estigmas ligados al sida, emparentándolos con los relacionados con enfermedades mentales y con el coronavirus.

Contemplaremos la obra de Juan Pérez Agirregoikoa America Democracia Tour, en la que el artista se valió de la estética asociada a bandas de rock para recrear lo que parece el anuncio de una gira de una banda; en una mirada atenta, lo que refleja son los conflictos bélicos fuera de su territorio en los que Estados Unidos ha intervenido desde el fin de la II Guerra Mundial. Por su parte, Jenin Refugee Camp y Kabul Road, de Luc Delahaye, denuncian la frecuente muerte de civiles como daño colateral en ataques preventivos y exploran la capacidad de la fotografía, y del arte en general, para denunciar esa violencia.

Fontcuberta está representado en la muestra con su serie Googlegrama, para la que usó un programa de fotomosaico que, al introducir determinados criterios de búsqueda, permite crear una imagen en la que cada “tesela” es una fotografía pequeña. En ese caso, empleó como criterios de búsqueda Dios, Yahve y Alá, y compuso la estampa de las torres gemelas ardiendo a partir de las 6.000 imágenes que los buscadores le devolvieron. El resultado no es una imagen real e incide en que, del mismo modo, la forma en que se narran las cosas no tiene que ser unívoca. Se relaciona con ese trabajo Balance en blanco (pensar es olvidar las diferencias), de François Bucher, un collage audiovisual que plantea una ficción a través de lo real, partiendo de los atentados del 11 de septiembre. Desde un enfoque crítico, el autor analiza las estrategias utilizadas por los estamentos sociales estadounidenses en la transmisión de información, y en como ésta es procesada intencionadamente para luego presentarla al público de modo que este último pueda asimilarla sin dificultad, casi como evento cercano al espectáculo.

De Shirana Shabazi conoceremos Goftare Nik/Good Words, un retrato fotográfico de la joven sociedad de Teherán, más allá de los tópicos vinculados a las retransmisiones de la revolución de 1979 y las restricciones siguientes.

En relación con los nexos entre industria y transformación del paisaje, en el salón de actos del MUSAC se proyectarán las películas de María Ruido Electroclass. Apuntes sobre la generación de imaginarios postindustriales desde la televisión (Bilbao como caso de estudio) y del Laboratorio de Antropología Audiovisual Experimental (LAAV) Puta Mina, sobre los cambios sociales que aparejó el desmantelamiento de la industria pesada y la creación del Guggenheim de Bilbao y sobre la caída de la industria minera en Ciñera.

Ya en sala contemplaremos la serie de Allan Sekula Marea Negra (fragmentos de una ópera), que documenta las actuaciones de limpieza de las costas gallegas tras el vertido del Prestige, por parte de voluntarios, a modo de documento de memoria para las generaciones futuras y Polish Mothers on Tree Stumps (madres polacas en tocones de árbol), de Cecylia Malik, que a su vez testimonia el movimiento cívico informal nacido a partir de la tala masiva de árboles en el bosque virgen más antiguo de Europa,

Vista de la exposición "Memoria del porvenir". Cortesía del MUSAC
Vista de la exposición “Memoria del porvenir”. Cortesía del MUSAC

El último episodio de la exposición investiga cómo algunos artistas contemporáneos se han interesado por la enfermedad y sus manifestaciones, sobre todo por el sida (seguramente por cuestiones cronológicas). En contraposición al coronavirus, aquella afección (aparentemente) no afectaba a toda la población por igual, sino especialmente a heroinómanos y homosexuales, por lo que se unieron drama sanitario y discriminación. A este respecto, hace tres años, el Centro de Documentación del MUSAC inauguró el archivo VIH/sida, que reúne documentación de exposiciones y actuaciones sobre este asunto.

No podía faltar en este apartado la obra de Pepe Espaliú Carrying XI, alegoría de la exclusión que padecieron los enfermos de sida; también se han incorporado materiales del Centro de Documentación sobre la realidad de quienes conviven con la enfermedad mental, y del Archivo COVID-19, nacido también para preservar lo que vivimos confinados. Cierra el recorrido la obra de Eulália Valldosera Estantería para un lavabo de hospital, en la que esa autora quiso captar la soledad de las habitaciones de una clínica y el intento de establecer una cotidianeidad mediante los objetos propios que llevamos allí.

Otro de los objetivos de este proyecto, revisión historiográfica aparte, es invitar al espectador a ampliar su noción de museo, abriéndola hacia el presente y a la historia reciente, de la que no existen aún lecturas unívocas y de la que son muy posibles decenas de interpretaciones. La colección del MUSAC, de hecho, surgió con la voluntad de “aprehender la efervescencia creativa del final del siglo XX y unirla a la promesa que el año 2000 suponía, trascendiendo tanto la escala territorial como la edad o la proyección profesional de los artistas cuyas obras la conformarían”.

En relación con esta propuesta debemos entender “Paisajes oníricos”, muestra que forma parte del programa MUSAC OFF y que puede visitarse en el Complejo Asistencial Universitario de León. Se trata de una exhibición, comisariada por Kristine Guzmán, que también se nutre de trabajos procedentes de la colección del Museo leonés y de su Centro de Documentación: un conjunto de dieciséis obras y ediciones especiales de once artistas, nacionales e internacionales, que evocan el instante de sueño previo al despertar, en el que aún es posible alumbrar mentalmente otros mundos.

Este proyecto vincula arte y terapia: su finalidad última es que pacientes, familiares y empleados de ese centro vean aliviada su carga personal o profesional al transitar por espacios más amables, con obras que sugieren otras realidades menos pesarosas. Es sabido que las posibilidades de la creación como instrumento terapéutico se han estudiado a fondo, comprobándose su contribución a la mejora del bienestar físico y psicológico de las personas y de nuestro estado de conciencia y a la reducción del estrés o la ansiedad.

Entre las piezas seleccionadas, encontraremos algunas que incitan a percibir la belleza de la naturaleza (Gang Rinpoche, de Gabriel Díaz), conjugan fauna y fantasía (Ruth Gómez o Tabaimo) o subrayan el poder subyugante de la danza (Sylvie Fleury). Otras nos proponen sumergirnos en la meditación (Kimsooja o Yang Fudong) y conocer el imaginario de Zilla Leutenegger, Hiraki Sawa y Eelco Brand.

KIMSOOJA. A Laundry woman, 2000. Colección MUSAC
KIMSOOJA. A Laundry woman, 2000. Colección MUSAC
Yang Fudong. Seven Intellectuals in Bamboo Forest, Part 1, 2003. Colección MUSAC
Yang Fudong. Seven Intellectuals in Bamboo Forest, Part 1, 2003. Colección MUSAC

 

 

“Memoria del porvenir. Colección MUSAC”

MUSAC

Avenida de los Reyes Leoneses, 24

León

 

“Paisajes oníricos”

COMPLEJO ASISTENCIAL UNIVERSITARIO DE LEÓN

c/ Altos de Nava, s/n

León

 

Del 16 de octubre de 2021 al 1 de mayo de 2022

 

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