El canto del cisne

La Fundación MAPFRE muestra pinturas académicas del Salón de París pertenecientes a la colección del Museo de Orsay

Madrid,

Algunas de las mejores pinturas académicas que se presentaron en el Salón de París en la segunda mitad del s XIX se exhiben desde hoy en la Sala Recoletos de la Fundación MAPFRE en el marco de la muestra “El canto del cisne”, organizada en colaboración con el Musée  d´ Orsay, que ha cedido las obras. La exposición pretende poner en valor el refinamiento y la precisión técnica de este tipo de pintura, heredera de los maestros del Renacimiento y el Barroco, frente a la consideración habitual de que el arte que practicaron los artistas académicos podría considerarse solo el contrapunto necesario para el surgimiento del movimiento impresionista y las tendencias que condujeron a las vanguardias de los inicios del s XX. Podemos entender como pintura académica la practicada por artistas que buscaron vías para modernizar (sí, modernizar) la tradicional creencia en un ideal eterno y compartido de belleza que tenía su mejor expresión en la escultura griega pero que, entendían, debía evolucionar a partir de las transformaciones derivadas de las convulsiones sociales, políticas y económicas del s XIX y de los hallazgos arqueológicos que probaron el arte antiguo no fue homogéneo y que las fórmulas, tanto morales como estéticas, defendidas por el Neoclasicismo perdían fuelle. Pese a mitos extendidos, las diversas manifestaciones de la pintura académica no obedecen a normas y modelos comunes sino a un propósito de readecuar el mencionado principio de belleza universal a una sociedad en proceso de cambio. Como ocurrió con los impresionistas, los artistas académicos no siempre contaron ni con el favor del público ni con el de la crítica al intentar adaptar, cada uno a su modo, la tradición de la gran pintura europea a una sociedad que comenzaba a descubrir la volatilidad de la moda y del gusto, el positivismo y la industrialización. ¿Cuáles fueron sus recursos? Las apelaciones al pasado, a lo exótico y lo lejano a la hora de sustituir modelos armónicos y estables por otros más o menos violentos, delirantes, inseguros.

Los artistas académicos buscaron vías para modernizar la tradicional creencia en un ideal eterno y compartido de belleza

El Salón en el que expusieron sus trabajos, con origen en el Salón Carré del Louvre, dependía de la Academia de Bellas Artes Francesa, que a su vez desde mediados del XIX era una institución pública dirigida por influyentes burgueses. Allí se darían cita tres fuerzas y tres opiniones: el jurado, que representaba a la una Academia en horas bajas; los poderes públicos, principales compradores de las obras expuestas, y, por primera vez, el público y una incipiente crítica de arte, principales protagonistas éstos de la democratización del arte, en el sentido en el que hoy la entendemos.

Alexandre Cabanel. Nacimiento de Venus, 1863
Alexandre Cabanel. Nacimiento de Venus, 1863

Las obras más importantes de la tradición académica en París fueron compradas por el Estado, pasando a las colecciones públicas francesas y, desde su creación en 1986, al Musée d ́Orsay. Entre las cerca de ochenta que ahora se exhiben en MAPFRE encontramos un común gusto por el desnudo clásico y la narratividad; se trata de piezas de Ingres, Gérôme, Cabanel, Bouguereau, Laurens, Henner, Meissonier o Baudry y de otros artistas que no podemos llamar “académicos”, pero que también mostraron obra en el Salón, como Alma-Tadema, Gustave Moreau, Puvis de Chavannes o Courbet. El recorrido de “El canto del cisne” se estructura en géneros pictóricos correspondientes a los grandes temas de la tradición pictórica, subrayando diálogos y ambivalencias entre las obras. Podemos dividirlos en escenas de la antigüedad grecorromana, pintura de historia, desnudo, retratos, pintura religiosa, orientalista, paisajes, mitos y pintura decorativa. El último apartado de la exposición se corresponde con el impacto en el medio pictórico de la aparición de la fotografía y del cinematógrafo: dejó de tener sentido la elaboración de lienzos de representaciones verosímiles y la pintura de historia, antes el género más amado y admirado en la Academia, perdió vigencia aunque no dejara de existir. El punto final lo ponen Bouguereau y Renoir: sus obras Las oréades y Las bañistas nos invitan a reflexionar sobre ese discurso dominante de la historiografía del arte que ensalza las trayectorias de aquellos pintores que preconizaron la vanguardia dejando de lado a quienes, manteniendo discursos y métodos más convencionales, también ejercerían una influencia decisiva en el arte del s XX. Podríamos entender que ambos trabajos parten de El baño turco de Ingres y que, mientras el cuadro de Bouguereau indica el final de una tradición por su preciosismo y su gusto por los matices, el de Renoir, aunque académico en su dibujo, apunta ya el camino de pervivencia de esta tradición académica en el siglo XX de las vanguardias.

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