Nacida como Henriette Théodora Markovitch (mañana cumpliría 112 años), Dora Maar creció entre Argentina y París y estudió artes decorativas y pintura antes de decidir hacer de la cámara su medio de expresión y alumbrar algunos de los fotomontajes más provocadores del surrealismo. Se sumaría así a una generación de mujeres artistas que aprovecharon las nuevas oportunidades profesionales que les brindó el auge de la publicidad y la prensa ilustrada; justamente con dos trabajos de esta índole realizados por encargo se abre la retrospectiva que, hasta el 15 de marzo de 2020, le brinda la Tate Modern. Se trata de su primera antología en Reino Unido y cuenta con dos centenares de obras representativas de todas las fases de sus seis décadas de carrera, entre esos encargos más o menos comerciales, imágenes documentales de índole social y pinturas. Estas últimas ofrecen muchas claves sobre sus intereses y continúan siendo poco conocidas para el gran público, por lo que esta exhibición, comisariada por curadores del Pompidou, el Getty Museum y la propia Tate, es una oportunidad excelente para descubrirlas.
Fue en 1931, antes de cumplir la treintena, cuando Maar decidió poner en marcha un estudio especializado en retratos, fotografía de moda y publicidad junto al escenógrafo Pierre Kéfer, pero ni siquiera su producción temprana y realizada conforme a los criterios de sus clientes se ciñó nunca a lo convencional: en Londres veremos Los años te esperan (hacia 1935), posible proyecto para anunciar una crema facial en el que la artista optó por superponer dos negativos, comenzando a introducir en su producción el collage, los citados fotomontajes y las escenografías muy elaboradas. También contemplaremos sorprendentes estudios de desnudos, como el de la modelo Assia Granatouroff, que prueban cómo en aquella década de los treinta las fotógrafas comenzaban a cultivar géneros del medio que hasta entonces eran coto vedado para ellas.
En esos mismos años, Maar participó activamente en colectivos revolucionarios de izquierda dirigidos por artistas e intelectuales: no hay que olvidar que era época de preguerra y depresión económica también en Europa, y sus imágenes callejeras de entonces, tomadas en París, Barcelona y Londres, capturaban miserias. Sus inquietudes sociales las compartía con muchos surrealistas y ella se convertiría en unas de la escasas fotógrafas (y fotógrafos) incluidas en las exposiciones y publicaciones desarrolladas por esta corriente.
A Londres también ha llegado su Retrato de Ubu (1936), enigmática imagen que podría presentarnos un feto de armadillo, y sus célebres fotomontajes 29, rue d’Astorg (hacia 1936) y El pretendiente (1935), así como collages y libros de André Breton, Georges Hugnet, Paul y Nusch Eluard y Jacqueline Lamba, que ayudarán al espectador a contextualizar su carrera en el círculo de quienes fueron sus íntimos.
Aquellas piezas corrieron parejas a los inicios de su relación con Picasso: se conocieron en el invierno de 1935 y su unión, que duró cerca de ocho años, tendría un profundo efecto en las trayectorias de ambos. Hay que recordar que ella documentó el proceso de creación del Guernica, en 1937, y que a su vez fue inmortalizada en infinidad de ocasiones por el malagueño, en la mayoría como emblema del dolor. Pero su mutua alimentación creativa fue más allá: juntos llevaron a cabo una serie de retratos en los que combinaron técnicas experimentales de fotografía y grabado y que anticiparían el enérgico regreso de Maar a la pintura. Entre sus lienzos ahora mostrados en la Tate Modern encontraremos La conversación (1937) o La jaula (1943) y veremos también negativos inéditos para el público, procedentes de los fondos del Musée National d’Art Moderne de París. Con unas y otras obras, esta exposición quiere arrojar más luz sobre la dinámica creativa y personal de Maar y Picasso en los turbulentos años de nuestra Guerra Civil.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la artista dividió su tiempo entre París y el sur de Francia, ahondando en temas y estilos diversos antes de centrarse en la realización de pinturas gestuales y abstractas en las que los paisajes que la rodeaban eran el punto de partida. Aunque estos trabajos se expusieron en París y Londres y fueron aclamados en los cincuenta, Maar se retiraría progresivamente de los círculos artísticos y la segunda mitad de su vida quedaría envuelta en el misterio y la especulación. No dejó, sin embargo, de crear: una veintena de piezas de este periodo forman parte de la exposición, que concluye con un grupo numeroso de fotografías sin cámara de los ochenta, cuando regresó, en sus últimos compases, al cuarto oscuro.
Dora Maar
Bankside SE1 9TG
Londres
Del 20 de noviembre de 2019 al 15 de marzo de 2020
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