Consta de 4.000 obras, datadas desde la Baja Edad Media al siglo XX, entre pinturas, esculturas, dibujos, manuscritos y artes decorativas, pero lo relevante de la colección de Juan Antonio Pérez Simón, empresario y coleccionista de origen asturiano asentado en México desde su infancia, no son tanto los números como su representatividad (podría trazarse un relato válido de la Historia del Arte entre esos periodos a partir de sus fondos) y su calidad. Aunque el acuerdo aún no se ha cerrado, tanto los responsables de este acervo como el Ayuntamiento de Madrid dan por hecho que en breve podrán comunicar los detalles del establecimiento de parte de esas piezas en la capital: está previsto que la Serrería Belga, próxima a CaixaForum e inmersa en el llamado Triángulo del Arte (condición anhelada por el magnate), acoja presentaciones rotatorias de estos trabajos, que probablemente constarían alternativamente de cerca de doscientos de ellos.
La fórmula jurídica que posibilitará este aterrizaje en España de una de las colecciones internacionales de mayor alcance aún no se ha comunicado, pero el consistorio sí ha avanzado que la operación implicará obras de remodelación tanto en la sede de Serrería Belga como en sus calles y plazas aledañas y que es probable que estas se inicien en el segundo semestre de 2025.
Como prólogo a esa apertura de un museo propio, CentroCentro acoge ya una selección extraordinaria de setenta obras de Pérez Simón, llegadas de México, Nueva York y de la propia ciudad de Madrid, en la que se ha tratado de subrayar algunos de los puntos fuertes de este conjunto: la pintura de época victoriana (el suyo es el mayor fondo internacional de este periodo, tras el del británico Andrew Lloyd Weber); el arte academicista y las vanguardias, aquí confrontados; y las creaciones no occidentales, pues el arte asiático también forma parte de esta exhibición. Otra presencia clave, como era esperable, es la de artistas españoles fundamentales, como El Greco, Murillo, Goya, Sorolla, Picasso, Zuloaga o Dalí. Se decidió que cada autor representado lo estuviera únicamente por una obra, por razones de espacio; en todo caso, el recorrido es más que útil para todo espectador que busque aprehender instantes y fracturas esenciales en la evolución de la pintura, disciplina única en el montaje de Cibeles.
En la presentación de la muestra, Pérez Simón mencionó la atracción por la belleza como su impulso fundamental a la hora de coleccionar; en los textos que acompañan al proyecto pone fecha a esa pasión: un viaje por Europa que, en 1964, le llevó a París, Arlés, Granada, Sevilla, Toledo y Roma y que supuso el comienzo de su pulsión por adquirir arte desde un enfoque, prácticamente, enciclopédico; basta una lista de solo algunos nombres de los creadores en CentroCentro para comprobarlo, de Cranach a Yoshitomo Nara pasando por Rubens, Van Dyck, Tiepolo, Canaletto, Van Gogh, Gauguin, Alma-Tadema, Monet, Renoir, Diego Rivera, Frida Kahlo, Warhol, Miquel Barceló.
Una cálida Caridad de Lucas Cranach el Viejo, un San Juan Bautista predicando en el desierto, pleno de detalles y concebido para contemplarse de cerca, de Pieter Bruegel el Joven, y retratos reales de Pantoja de la Cruz (Felipe II) y Van Dyck (el elegante Príncipe Carlos Luis) nos dan la bienvenida a la exposición y a su apartado de maestros antiguos y de los primeros modernos, en el que se ha procurado que creaciones de artistas europeos bien conocidos (además de los citados, Rubens, Tiépolo, Reynolds con su sincero retrato de la duquesa de Gloucester, Gainsborough y su expresivo campesino con burro, el holandés Ferdinand Bol y su luminoso filósofo) convivan con creaciones de Manuel de Arellano, artífice de las más difundidas imágenes de la Virgen de Guadalupe y activo en México en el primer tercio del siglo XVIII, y con célebres pinturas de castas, que en la misma época, en Nueva España y el Virreinato de Perú, pretendían ilustrar sobre la mezcla de razas.
Un segundo capítulo de esta muestra lo constituye el siglo XIX, como dijimos uno de los pilares de la colección Pérez Simón, que cuenta con piezas románticas, esteticistas, académicas y prerrafaelitas. Ya levantan pasiones entre los visitantes una vista de Colonia a cargo de Turner y, sobre todo, Las rosas de Heliogábalo de Alma-Tadema, composición entre delicada y atrevida de un banquete clásico que también lo era, a medias sereno y cruel (ese sádico emperador romano, cuyo nombre se traduciría en castellano como persona dominada por la gula, asesinó a sus invitados ahogándolos bajo las flores; se dice que Nerón también llegó a hacerlo). Estas rosas no quedan lejos de grandes figuras de la pintura francesa, de Cézanne, padre de las vanguardias, y el simbolista Moreau a los impresionistas y postimpresionistas; entre estos podemos citar a Monet y Renoir, Van Gogh (con una peladora de patatas genialmente iluminada) o Pissarro. No faltan artistas italianos, centroeuropeos y nórdicos del momento; en este apartado ganan los retratos femeninos.
Por último, un periplo de las vanguardias a la creación actual nos conduce desde los ismos de origen francés representados por Braque, Picasso o Léger y la angustia en los cielos de Munch al mencionado nuevo arte asiático (Murakami, Nara, Xiaogang, Fanzhi), pasando por uno de los mejores desnudos de Lempicka, un Rothko inapelable en sus campos de color, un sintético Alex Katz o un Pistoletto especular que introduce al espectador dentro de su cuadro. De forma más o menos explícita, se nos invita a que ese sea, una y otra vez, nuestro lugar.
“Setenta grandes maestros de la colección Pérez Simón”
Plaza de Cibeles, 1
Madrid
Del 20 de septiembre de 2024 al 12 de enero de 2025
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