Hace cincuenta años que la producción de Christian Boltanski se desarrolla en múltiples formatos, pero el artista francés sigue definiéndose a sí mismo como pintor y, efectivamente, el papel continúa siendo la obra de una obra, por lo demás, monumental en la mayoría de los casos. Podemos considerar que mantiene una estrategia pictórica al margen de los formatos en los que trabaje, y también una intención de representación figurativa y ficcional.
Fue en 1958 cuando inició su carrera de la mano de cuadros de gran tamaño con un título de ecos muy clásicos: Pinturas de historia y de acontecimientos dramáticos. Pero una década después ya filmaba vídeos breves que hoy consideramos hitos, como La imposible vida de Christian Boltanski, El hombre que tose, El hombre que chupa o Todo lo que recuerdo, y a partir de entonces no escatimó en el empleo de materiales de muy diverso cariz: bolas de tierra, cuchillos, cajas de galletas que le servían para evocar momentos de su existencia y de la de otros; era el caso de La carta pidiendo ayuda y Christian Boltanski a cinco años y tres meses de distancia (1979).
La memoria es un elemento esencial en la trayectoria de Boltanski, también los ritos religiosos y las pesadillas de la niñez, porque si algo le ha interesado es contar historias. Aunque su obra no escapase, en los setenta y los ochenta, a la influencia del Pop Art, el Nuevo Realismo, el Minimalismo, el Arte Conceptual, el Art Brut o el Arte Povera, siempre ha cultivado una poética propia en la que lo narrativo se ha mezclado con reflexiones críticas sobre la esfera del arte y los comportamientos contemporáneos, no exentas de humor, ironía y contenido emocional.
Este verano, el creador parisino ha sido el artista elegido para desarrollar la principal propuesta cultural de la temporada en Bolonia, enmarcada en el programa Animitas, que incluye actividades organizadas por el Ayuntamiento de la ciudad italiana, la región de Emilia-Romagna y la Asociación de familiares de las víctimas de la catástrofe de Ustica, de la que se cumplen 37 años.
Diez son los que celebra el Museo de Arte Moderno de la ciudad, el MAMbo, que acoge el núcleo de una muestra antológica que se expande por diversos espacios de Bolonia, como los jardines de Lunetta Gamberini o el área de estacionamiento Giuriolo, y que consta de más de veinte instalaciones: es la mayor exposición que Italia haya brindado a Boltanski y quiere llamar la atención del público sobre el doble rol de los centros de arte como espacios de conservación del patrimonio y de producción de creación contemporánea.
“Animitas” presenta obras datadas desde mediados de los ochenta y representativas de algunos de los temas fundamentales en la carrera de Boltanski: la desaparición, la relación dialéctica entre la vida y la muerte, la fragilidad de la memoria y los recuerdos, la lucha contra la inevitabilidad del olvido, el sentido trágico inherente a la historia.
Destaca una instalación laberíntica (Regard-Yeux) compuesta por imágenes borrosas y en blanco y en negro de rostros impresos en telas de gran tamaño. Parecen presencias fantasmales, están tomadas de los archivos fotográficos del artista y hablan de la huella de lo desaparecido, del flujo del tiempo y de los recuerdos.
También Volver, una pirámide isotérmica de más de tres metros de altura y cubierta de oro que nos hace pensar en las capas con las que se cubre a los inmigrantes en la fase de primeros auxilios. En la obra de Boltanski, los migrantes fallecidos se convierten en fantasmas sin nombre contemporáneos, privados de sus historias y de sus identidades individuales.
Unas y otras piezas resultan complementarias por sus lecturas sobre el tiempo, el espacio, la filosofía y la religión.
“Christian Boltanski. Animitas”
Via Don Minzoni, 14
Bolonia
Del 26 de junio al 12 de septiembre de 2017
OTRAS NOTICIAS EN MASDEARTE: