Balenciaga también es negro

Una gran muestra del diseñador llega a La Haya medio siglo después de su muerte

La Haya,
Cristóbal Balenciaga. Vestido cóctel en seda, 1960. Palais Galliera
Cristóbal Balenciaga. Vestido cóctel en seda, 1960. Palais Galliera

Probablemente sea casual que, mientras el Museo Sorolla repasa el rastro en la paleta del valenciano del color con el que menos lo asociamos, Kunstmuseum den Haag revise los negros presentes en los trabajos de uno de nuestros mayores hacedores de moda: Cristóbal Balenciaga, del que Dior llegó a afirmar que era director de orquesta frente al resto de diseñadores de su tiempo, músicos a su lado.

Este año se cumple medio siglo de su muerte y, recordando que el negro favorece sus hechuras escultóricas y complejas, ese centro holandés acoge la muestra “Balenciaga in black”, que cuenta con cien piezas procedentes de las colecciones del Palais Galliera y la Maison Balenciaga y que supone la mayor presentación del legado del de Guetaria en aquel país.

El planteamiento de la exposición no resultará una sorpresa para los buenos conocedores de sus telas: Balenciaga fue consciente de que el negro era el color más adecuado para sus trabajos, fueran trajes a medida, vestidos de noche o voluminosos baby doll, al potenciar la riqueza de las texturas, a menudo en contraste entre sí en un mismo diseño, y la exquisitez de los detalles. En negro veremos encajes, bordados, terciopelos, sedas drapeadas, flecos o lentejuelas brillantes, pero también prototipos, en acentuada oposición con el algodón crudo que usaban la mayoría de los modistos en ese momento.

Cuestiones prácticas al margen, es inevitable vincular ese tono en él a la herencia cultural española, desde las indumentarias tradicionales de tantas regiones hasta la sobria vestimenta predominante en los retratos de los gobernantes Habsburgo y de su corte; el no color está indisolublemente unido a nuestra idiosincrasia, ayer y también hoy, y no tiene nada de casual tampoco que predomine en los lienzos de nuestros indispensables Velázquez, Goya y Zurbarán, que fueron una gran fuente de inspiración para el vasco. Además, no solo evocó ese legado negro mediante, también a través del uso de mantillas, volantes y encajes; lo internacional y lo local siempre convivieron en su labor.

A diferencia de otros diseñadores que le fueron contemporáneos, Balenciaga se formó como sastre, por lo que podemos decir que conoció su oficio desde el adentro hacia el afuera y pudo involucrarse, con apasionamiento y conocimiento de causa, en cada etapa de la gestación de un diseño. A la hora de hablar de sus procesos hay que subrayar su querencia por lo artesanal y lo preciso, además de por sus bien conocidas siluetas revolucionarias.

Y, hombre orquesta como decíamos, también manejó algunos códigos empresariales. Activo entre 1937 y 1968 (se trata, respectivamente, de los años correspondientes al lanzamiento de su primera colección en pasarela y al cierre de su salón en París), desde 1956 decidió presentar sus diseños estacionales un mes después de las habituales semanas de la moda de la capital francesa, logrando un doble objetivo: evitar cualquier riesgo de imitación y convertirse en el epítome o broche de oro de los desfiles. Hubert de Givenchy, muy amigo suyo, comenzó después a hacer lo mismo.

Aquella etapa final de su trayectoria centra esta exhibición holandesa, que ha reunido algunas de sus creaciones más significativas de entonces: cerca de sesenta prendas y también toiles negros (prototipos de algodón), sombreros y joyas, dibujos, filmaciones y fotografías de los archivos de la Maison Balenciaga. Hay que recordar que, en aquellos cincuenta, cuando el New Look de Dior imperaba entre las elegantes, nuestro diseñador decidió apostar por otras líneas: reinterpretó las formas femeninas, dejó a un lado la cintura ajustada y alumbró siluetas que se despegaban del cuerpo. Apostó, en definitiva, por la comodidad, la libertad de movimiento y el volumen, como se hace evidente en su vestido globo de tafetán de 1950, del que él mismo decía que era tan ligero como dos nubes.

Cristóbal Balenciaga. Vestido de noche en seda cloqué, 1962. Palais Galliera
Cristóbal Balenciaga. Vestido de noche en seda cloqué, 1962. Palais Galliera
Cristóbal Balenciaga trabajando, principios de los 60. Fotografía: Thomas Kublin. Balenciaga Archives, París
Cristóbal Balenciaga trabajando, principios de los 60. Fotografía: Thomas Kublin. Balenciaga Archives, París

Otras de sus aportaciones revolucionarias fueron la línea barril (1947), el traje semientallado (1951), el vestido túnica (1955) o el vestido saco (1957), con un lugar destacado en la muestra: los visitantes del Kunstmuseum podrán caminar alrededor de ellos como si fueran esculturas tridimensionales.

Al trabajar en estos diseños pioneros, Balenciaga experimentó sin cesar con diferentes materiales; su favorito fue un tejido ideado especialmente para él, el gazar, de seda resistente pero ligero: lo desarrolló en 1958 en colaboración con el fabricante textil suizo Abraham. Mantiene bien su forma, por lo que fue perfecto para las voluminosas creaciones arquitectónicas de este autor.

Su actual heredera Demna Gvasalia, por cierto, continúa apropiándose del negro y la volumetría a la hora de que, setenta años después, la casa no pierda influencia.

Irving Penn. Sue Murray con vestido de noche de Cristóbal Balenciaga, 1967. Condé Nast
Irving Penn. Sue Murray con vestido de noche de Cristóbal Balenciaga, 1967. Condé Nast
Vista de la exposición. Fotografía: Mike Bink
Vista de la exposición “Balenciaga in black”, en Kunstmuseum den Haag. Fotografía: Mike Bink

 

 

“Balenciaga in black”

KUNSTMUSEUM DEN HAAG

Stadhouderslaan 41

La Haya

Del 24 de septiembre de 2022 al 5 de marzo de 2023

 

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