Antonio Saura: maneras de habitar el vacío

La Fundación Bancaja repasa en Valencia su trayectoria

Valencia,

Es posible que los caminos creativos de Antonio Saura hubiesen sido otros si una enfermedad larga no le hubiera obligado, en su juventud, a permanecer varios años escayolado e inmovilizado; en ese tiempo de soledad, aliviada por algunos libros y por la radio, pudo tomar conciencia de lo que la pintura, la poesía o la música podían tener de actividades sanadoras, o al menos reconfortantes. Sus primeras telas, y también sus escritos más tempranos, nacerían bajo la influencia de las atmósferas oníricas y misteriosas del surrealismo al final de los años cuarenta: recién recuperado su contacto con el exterior llevó a cabo series como Constelaciones, Paisajes (este conjunto lo concibió como el vacío absoluto donde flotan los detritus de la noche oscura) y otras piezas de carácter experimental que no se han conservado.

Buscando estímulos en esa etapa de posguerra, decidió trasladarse a París, deseoso de conocer a Breton y aproximarse a los surrealistas, pero una vez lo logró, quedó tan seducido por su libertad como decepcionado con su personalismo y optó por alejarse de la representación de paisajes derivados del subconsciente y centrarse en los automatismos: en los cincuenta, y en el taller que compartió con Simon Hantaï, ideó propuestas gestuales de elaboración veloz, como sus Fenómenos y Grattages.

En sus siguientes pasos, sin embargo, introdujo en su producción estructuras que implicaran un cierto control en sus composiciones y evitaran el caos: desde 1955, hizo de la figura humana el centro de su obra, tomando en un primer momento como eje el cuerpo femenino y trabajando en blanco y negro; más adelante, otros temas y variantes se asociaron a ese arquetipo para desplegar sus grandes series. En ellas es fácil detectar la concepción de Saura de la pintura como campo de batalla, como cuerpo a cuerpo sensual en el que transformar con gestos el lienzo inerte.

Antonio Saura. Esencial. Fundación Bancaja, 2023
Antonio Saura. Esencial. Fundación Bancaja, 2023

En el año en que se han cumplido veinticinco desde su fallecimiento, la Fundación Bancaja nos ofrece aún en Valencia la retrospectiva “Antonio Saura. Esencial”, que repasa sus seis décadas de trayectoria incidiendo en los núcleos temáticos que la vertebraron y que también forma parte de la programación especial diseñada por esta institución para celebrar su primera década de andadura en su actual estructura. Podremos contemplar pinturas, dibujos y piezas gráficas datados entre los cuarenta y los noventa junto a escritos de este autor, que se han ido revelando como un elemento fundamental a la hora de interpretarlo; él siempre defendió la complementariedad de pinceles y textos.

Las 85 obras llegadas a Valencia para este recorrido, comisariado por Lola Durán Úcar y Fernando Castro Flórez, proceden en su mayoría de los fondos del Museo Reina Sofía, pero a veces son inéditas y en muchos casos Saura las conservó durante toda su vida. Otras son Foule, propiedad de la Fundación Caja Rural de Aragón, y Las tres Gracias, que Bancaja enseña por primera vez al público tras haberse incorporado recientemente a su colección.

Antonio Saura. Las nuevas savias, 1951. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Antonio Saura. Las nuevas savias, 1951. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

Además de esas Constelaciones y Paisajes iniciales, que en su momento se exhibieron en la Sala Libros zaragozana y la Galería Buchholz de Madrid, podremos acercarnos también a aquellos Fenómenos y Grattages de inspiración surrealista y a sus posteriores series articuladas por el pintor a través de géneros temáticos: Damas, Desnudos, Crucifixiones, Cabezas, Retratos imaginarios y Multitudes; junto a otras que tienen que ver con acumulaciones y variaciones, como las propias Acumulaciones, Catedrales, Cocktail-party, Montajes, Mutaciones, Repeticiones y Rompecabezas.

Si en las obras primeras trabajó Saura en torno a un vacío que pobló de elementos orgánicos, vegetales y minerales, situándose a medio camino entre dos tendencias compositivas que modelarían su producción (la austera y esquemática y la expansiva y barroquizante), en sus Fenómenos y Grattages hizo hincapié en el manejo de la fluidez de las pinceladas y las texturas. Su elaboración en papel y en pequeño formato tenía que ver con las dimensiones reducidas de su estudio parisino y con sus dificultades para hacerse con telas.

Las Crucifixiones llegarían a su obra en 1957, pero en su caso, más que connotaciones puramente religiosas, implican reflexiones sobre la soledad del individuo ante un mundo-amenaza o sobre el sentido del sufrimiento. En todo caso, tienen que ver con su interés con la Crucifixión velazqueña en el Prado, que explicó Saura que le obsesionaba desde la infancia: Con su rostro oculto entre cabelleras negras de bailaora flamenca, con sus pies de torero, con su estatismo de marioneta de carne convertida en Adonis. Podría incluso contemplarme en el brumoso museo, de las manos del padre, observando con fascinación aquello que en la memoria era inmenso, terrible y pacífico crucifijo.

Antonio Saura. Crucifixión, 1979. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Antonio Saura. Crucifixión, 1979. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

En cuanto a sus desnudos femeninos, estos se relacionan con su equiparación de la naturaleza y el cuerpo de la mujer, que no tiene nada de novedosa (mitos, Cézanne), pero que el oscense sí hizo más fértil, refiriéndose a estas imágenes como paisajes destrozados en el escenario de una cama inmensa que es el mundo entero. En todo caso, como avanzamos, esa fisicidad se convierte aquí en elemento articulador, y cualquier lectura sexual o fetichista, o interpretación reducida, se supedita a esa condición, como reconoció el mismo Saura: El cuerpo de mujer está presente en todos mis cuadros desde fines de 1955, reducido a su más elemental presencia, casi un esperpento, sometido a toda clase de tratamientos cósmicos y telúricos (si así queremos llamarlos). Puede parecer una prueba de la constante presencia del ser humano en el arte español, pero es sobre todo un apoyo estructural para la acción, para la protesta, para no perderme, para no hundirme en el caos.

En sus Multitudes, ese cuerpo no es uno sino múltiple, pero no hay en ellos forma concreta ni centralidad; son repeticiones sin rostro que se expanden sin aparente límite evocando el rumor de las masas que también interesó a Goya o Ensor. A la misma lógica de lograr habitar el vacío responden otras series ya citadas, como las coetáneas Acumulaciones, Catedrales, Cocktail party, Montajes, Mutaciones, Repeticiones o Rompecabezas.

El último capítulo de las obras de Saura reunidas en Valencia vira, sin embargo, a la individualización y al ámbito de lo objetivo: sus Retratos imaginarios no responden a los cánones clásicos del género, sino a la generación de una imagen deseada a partir de signos, y en ellos es posible encontrar referencias a múltiples retratos históricos, de Rembrandt a Goya y su Perro, obra a la que este artista dio su réplica. A la transmutación o alteración de los originales él se refirió como necesidad.

La muestra se completa con la proyección del documental Epílogo: Antonio Saura, que contiene una amplia entrevista con él realizada en 1998.

Antonio Saura. Dora Maar visitada 15-8-83, 1983. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Antonio Saura. Dora Maar visitada 15-8-83, 1983. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

 

 

 

“Antonio Saura. Esencial”

FUNDACIÓN BANCAJA

Plaza de Tetuán, 23

Valencia

Del 15 de septiembre de 2023 al 28 de enero de 2024

 

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